Valerio-Holguín: Entre Julia Álvarez y Mamá Tingó

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La marginalización es un tipo de exclusión social que no solo radicaliza la miseria económica, profesional y política de ciertos individuos o grupos profundizando su estado de miseria, de rechazo de su estatus social y, al mismo tiempo, tiende a la atomización o desintegración de la persona o grupo marginado que por el mismo efecto queda relegado del resto de la sociedad. Fernando Valerio-Holguin hace una crítica de carácter político, histórico y social a una crónica de Julia Álvarez sobre En el nombre de Salomé, señalando que la escritora dominico-americana tiene preferencia en destacar en sus novelas a “figuras de las élites sociales dominicanas”. Para acentuar su crítica a Julia Álvarez, Valerio-Holguín subraya que la escritora solo se refiere en sus trabajos a otras “mujeres blancas o mulatas de las élites dominicanas”. La calificación que hace Valerio-Holguín de Julia Álvarez en su ensayo La triple marginalidad: Florinda Soriano (Mamá Tingó), es un tanto inmerecida, toda vez a que la destacada intelectual no debe ser llevada al patíbulo por lo que él supone que escribir una novela o ensayo sobre En el nombre de Salome o En el tiempo de las mariposas es “elitismo intelectual y racial”. Los personajes de un ensayo novelístico no suelen ser escogidos por el escritor ni para enseñar su elitismo intelectual ni mucho menos por segregacionismo escritural; los escoge por una intencionalidad, porque de esta manera fortalece su propia creatividad y la historia. Esto no quiere decir, necesariamente, que Julia Álvarez de forma premeditada y por un cálculo racista característico haya obviado escribir una novela sobre Mamá Tingó. Un intelectual perteneciente a las llamadas “élites” muchas veces entra en contradicción con su propio grupo social y escribe sobre aspectos sociales, históricos y políticos que no son propios de su origen de clase y, por tanto, no repiten sus conductas históricas. Sin tratar de erigirme en defensor de Julia Álvarez, no creo que ella ha sido “canonizada” o elevada a la santidad por el “valor estético y prestigio de sus obras”, como propuso E. Dean Kolbas, referido por Valerio-Holguín en su ensayo. Es cuasi imposible pensar que Valerio-Holguín, en su enjuiciamiento, trate de decirnos que Julia Álvarez debió haber escrito una novela sobre Florinda Soriano, alias Mamá Tingó, para poder entrar en un rito de purificación de su pecado por haber escrito ensayos sobre Salomé Ureña de Henríquez, de Ercilla Pepín, de las hermanas Mirabal, Luisa Ozema Pellerano, Antera Mota y Abigaíl Mejía. Acaso Valerio-Holguín está tratando de aplicarle a Julia Álvarez la sentencia que aparece en el capítulo 19 del libro de Números, la cual condena que “Todo aquel que tocare cadáver de cualquier persona, y no se purificare, el tabernáculo de Jehová contaminó, y aquella persona será cortada de Israel, por cuanto el agua de la purificación no fue rociada sobre él, inmundo será, y su inmundicia será sobre él” (Num. 19:13). Valerio-Holguín no puede dejar de comprender como intelectual vanguardista, que de la misma manera que Mamá Tingó fue una expresión social, política y bucólica de la barbarie de la tierra, a Salomé Ureña de Henríquez, Antera Mota, Luisa Ozema Pellerano y Ana Emilia Abigail Mejía Soliere, noveladas por Julia Álvarez, no se le puede negar su dimensión historia y espacio social, porque fueron una manifestación de la literatura y de una revolución educativa iniciada por Hostos en un período de la historia cuasi formativa dominicana. Valerio-Holguín, entre Mamá Tingo y Julia Álvarez, se monta en el Metro de Santo Domingo precisamente en la estación “Mamá Tingó” en Villa Mella y llega hasta la estación “Joaquín Balaguer”; es cierto que ello debe verse como una pose del juego político de estación a estación. Esta acción del Gobierno no es otra cosa que el “comedio” de una sociedad que aspira a ser moderna y se desgasta cada día con el “automérito” de la cultura del fraude. Acaso esa caja de metal novedosa en Santo Domingo que es el tren podría preguntarse: ¿Se darán cuenta las nuevas generaciones del acto maquiavélico leonelista y sus publicistas? La pregunta se justificaría porque los primeros pasajeros del tren, aquellos distinguidos periodistas, no tuvieron tiempo para reflexionar y preguntar nada. En el libro “Los trenes van al purgatorio”, Hernán Rivera Letelier relata el viaje de tres días con sus noches del Longino, el tren que partía desde La Calera para llegar a Iquique. En este viaje la vida bullía, había amores, nacimientos, muertes, timbas, banquetes, borracheras y un surtido de historia y leyendas. Al Julia Álvarez haber escrito sobre estas grandes mujeres dominicanas, ella no se separó del mundo, de ninguna manera, como piensa Valerio-Holguín. O sea, que según el criterio de Valerio-Holguín, si la prestigiosa intelectual dominico-americana hubiese escrito novela sobre Mamá Tingó se hubiera dicho hoy que ella (Julia Álvarez) pasó a vivir con el mundo, se dirigió a él y se ocupó de él. En otras palabras, la realidad circundante de la cual habla Ortega y Gasset “forma otra mitad de mi persona” y la reimpresión de lo circundante es el destino radical y concreto de la persona humana”.

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