Unas palabras sobre Nicolás Lopez Rodríguez

 
Si hay algo indiscutible de este instrumento de Dios en la tierra es que su vida ha sido marcada como eligió las letras que escogió para su escudo episcopal. Fuerte en la fe.

Se aproxima el dia en que dejará de guiar a la diócesis de Santo Domingo y no puedo estar callada ante todo un trabajo constante y sin desmayo de lo que ha sido su labor pastoral en nuestra Iglesia.
Para eso, habré de tener más detalles de su biografia más adelante que por supuesto les compartiré.
Lo que si es inolvidable, ha sido y será su forma enérgica en defender las enseñanzas del Evangelio.
Para eso hay que tener coraje. Coraje que no es muy común en nuestros días. Admiro esa virtud y la aplaudo.

Hoy, más que nunca, es necesaria, en un mundo que es constantemente golpeado de tantas ideologias raras, y contrarias a la naturaleza, como lo es la ideologia de genero. Tambien lo caracterizo y le caracteriza el ser un defensor de la vida como el mismo Dios nos enseñó,no matarás…materia de escribir hay demás….

El Señor Cardenal no solo estuvo y está claro, sino que mostró al mundo lo que creia y cree. Eso es ser profeta aquí y donde sea.

Eso es ser Fuerte en la fe.

Comparto con ustedes, cómo lo conocí, hace muchos  años atrás. Fue  en un Retiro, en gran sencillez, como uno más del grupo, en los que impartía el Padre Ignacio Larrañaga por una semana en silencio total, en las bellas montañas de Jarabacoa. 

 Años más tarde, en una entrevista que le hiciese para la Revista Palanca del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, al preguntarle como sintió su llamada al sacerdocio, me contestó: “Era monaguillo en la capilla del Colegio Inmaculada de La Vega, donde había hecho mi primera comunión cuando tenía 10 años. Ayudaba a misa un día y en el momento de la consagración, sentí una especie de moción interior y me preguntaba: No podrías hacer un día lo que el Padre está haciendo en el altar?. A partir de ese momento seguí pensando en el tema vocacional y a los 14 años ingresé al Seminario Santo Tomás de Aquino.
    Le pregunté también sobre quién tuvo a su cargo su ordenación sacerdotal, a lo que me contestó:
«Me ordené sacerdote a los 24 años recién cumplidos, fue una experiencia única en mi vida. No puedo olvidar que la ordenación tuvo lugar en un momento muy difícil para mi Obispo Mons. Francisco Panal, pero su testimonio de valor, serenidad y piedad siempre me estimularon. Monseñor Panal era un hombre adornado con múltiples virtudes, franciscano de corazón, sencillo y radicalmente pobre, de profunda piedad, con capacidad asombrosa de sacrificio, muy humanitario y de un valor excepcional. Siempre me impresionó su serenidad y seguridad en los peores momentos en que las iras del tirano Trujillo se desataron contra la Iglesia, pero particularmente contra él y contra Mons. Thomas Reilly«.
    En el desarrollo de dicha entrevista, también elogió a Monseñor Flores con quien trabajó de cerca y de quien dijo haber aprendido mucho de su vida espiritual, de su celo pastoral, de su sencillez y trato afable, de su visión de futuro… Fue al cabo de diecisiete años de haber sido ordenado sacerdote, que la Iglesia le llamó a ejercer el ministerio episcopal.
 
  Sobre su episcopado y cómo se inició en esta misión,  dijo que le tomó de sorpresa su nombramiento como primer Obispo de San Francisco de Macorís en 1978, pero mucho más cuando el Santo Padre Juan Pablo II se dignó designarle Arzobispo de Santo Domingo. Nos confíó que no le pasó por la mente ni siquiera porque era el más joven de los Obispos dominicanos y de los últimos en ser promovidos al episcopado.  
Termino estas lineas haciéndome eco de las palabras de su entrañable amigo, fiel colaborador como Obispo Auxiliar, Monseñor Francisco José Arnaíz quien se nos adelantó en el encuentro con el Padre quien nos solía sorprender con sus puntuales y agudas observaciones describiendo a nuestro Cardenal cuando en aquel entonces arribaba a su nueva misión como arzobispo diciendo:“ … El nuevo Arzobispo era desenvuelto y decidido, agudo y crítico, firme y valiente, vertical y horizontal, rápido y resolutivo, vertiginoso y tenaz”. 
Agradecemos a Dios el don de su Presencia y Guía en todo este tiempo que nos regaló al frente de su Iglesia Arquidiocesana de Santo Domingo, Primada de América, pidiéndole a El, Padre Todopoderoso en su Hijo Jesucristo y con la intercesión de nuestra Madre María Santísima, que el Espíritu Santo lo siga utilizando en bien de la Iglesia, con su asesoría, sus oraciones y compañia, inspirandonos vivir las bellas palabras bien vividas de su Escudo Episcopal: Fortes in Fide (Fuertes en la Fe).  
jpm
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