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Una vida comercial
Observando al hombre en su comportamiento social, nos permite determinar que la vida de éste se ha convertido en un negocio. La sensibilidad al dolor y a las calamidades ajenas ha desaparecido, y más bien, ha dado paso a un deseo desmedido basado en qué se puede obtener en beneficio de de estas desgracias. Se ha perdido el verdadero sentido de la vida social.
Un ejemplo de esto es lo que hacen muchas líneas aéreas, las cuales venden todos los servicios que dan a los pasajeros, tales como los boletos, transporte de maletas, y alimentos servidos. El sujeto viajero, queda desilusionado con esta forma de tratamiento. Quizá tienen razón para hacerlo, pero es difícil comprender tal actitud, pues, antes se daban estos servicios, aunque estuviesen incluidos en los boletos del viajero.
Pero, debemos reconocer que esto es lo que se practica en toda actividad humana; cada día la vida terrenal se pone más difícil. El refrán «por la plata baila el mono,» ha tomado su real sentido; todo se hace por el dinero mercante. Ante tal realidad, hay que asumir una actitud correcta, sabia y visionaria basada en los valores fundamentales. Sobrevivir en un mundo comercial requiere de muy buena voluntad y coraje.
El peor de los comercios se realiza con la salud de los pueblos, pues los productos de baja calidad no son eficaces, para la cura de los enfermos. Buenos medicamentos van saliendo del mercado, para dar paso a otros, que son tan eficaces. ¿Por qué esa situación? Se requiere de una mayor vigilancia estatal, colegial médicos, de laboratorios, y hasta de los pacientes. La vida humana es puesta en peligro. Se han cerrados algunos laboratorios, y eso expresa la preocupación de las autoridades de salud.
De igual manera, se requiere una mayor vigilancia en los centros comerciales de los alimentos. La fecha de caducidad, la calidad del producto, y la higiene del centro deben ser cuidadosamente observados. Algunas enfermedades entran al cuerpo humano por la boca de la persona. Estos rublos alimenticios deben ser celosamente cuidados desde el lugar de producción por causa de los pesticidas, hierbicidas y abonos; si estos no son bien aplicados pueden causar efectos negativos en los humanos.
Y me pregunto, ¿qué sucede con la producción de carnes que se venden en los diferentes centros comerciales? No hay muchas diferencias con los demás comportamientos humanos, pues todo es gastar menos y ganar más. Sin importar al prójimo. ¿Dónde está la solidaridad humana? El hombre ha descuidado el amor al prójimo, el cual es el segundo mandamiento más importante de la ley y de la gracia de Dios.
El amor al prójimo debe ser reconocido por creyentes y por incrédulos en Cristo; pues, todos sabemos, que es indispensable el amor al prójimo para que pueda existir una sociedad feliz, sana y progresista. La democracia, como forma política debe fundamentarse en ese valor cristiano, como una manera de generar actitudes y aptitudes en beneficio de las personas, especialmente, de las más necesitadas.
Los recursos económicos no deben ser el fundamento social del hombre, ni la razón de la existencia humana. Más bien, deben ser al amor a Dios, causante de la vida humana, y del amor al prójimo como móvil que lleva a la felicidad y buena convivencia humana. Jesucristo dijo: «Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» Lc. 12:15.
Por tanto, nos urge llamar a cambiar ese comportamiento basado en la vida comercial, para que volvamos a la convivencia humana, a la sensibilidad de la calamidad ajena, y sobretodo a un pensamiento y conducta cristiana. No seamos mercaderes de la necesidad humana; hagamos de nuestra vida un tesoro de solución, y compensación sirviendo a los demás, por el bien que éstos puedan disfrutar. Dios le bendiga.
JPM