Una sociedad acorralada
El deterioro de un sector de la sociedad dominicana ha ido de manera paulatina ganando terreno. Vemos con asombro como poco a poco las personas ya no se asombran y se van adaptando a situaciones anómalas y bochornosas que van acaeciendo en cualquier lugar y ubicación de nuestra amada patria.
Aunque aún queda una franja importante de personas, que se mantienen incólume ante la degradación de los mejores valores; no menos cierto es, lo sorprendente de lo que pasa día a día con un sin número situaciones que vivimos en el país. Se acentúa cada vez más la costumbre y el comportamiento irracional de una franja de la población, el cual parece arropar a los buenos y correctos seres humanos que aún sienten el pudor y los arraigos de la férrea educación y modelos que nos ensenaron nuestros padres y abuelos.
No sé si ha sido un fracaso de muchos de los padres de estas últimas generaciones, pero la incidencia de nuevos paradigmas que cada día van ganando terreno en la sociedad, lo que indica que se dificulta aún más la buena crianza de nuestros hijos.
La delincuencia tiene narigoneada a las autoridades, quienes están en el ineludible deber de devolverle la otrora paz y tranquilidad con que caminábamos nuestras amadas calles y visitábamos los lugares de esparcimiento de masiva asistencia.
Analizar las causas de la ascendente delincuencia y las malas acciones de una población, no es tan sencillo, la misma tiene varias aristas y razones, las cuales serían difícil analizarlo en un simple artículo, que van desde la marginalidad y falta de atención a un gran sector olvidado por los que han dirigido y distribuido los recursos del estado. La irresponsabilidad de hombres, porque padre no los son, que procrean hijos y los dejan abandonados a su mejor suerte y se lo tiran a los brazos de una delincuencia creciente y que cada día gana terreno.
La violencia intrafamiliar también deja sus secuelas, cuando abandona en la orfandad a miles de niños, sin la protección debida para su sano crecimiento.
Las imprudencias y el salvajismo que se ven en las calles, con actitudes de choferes y “guagüeros” quienes se adueñan del espacio público, sin que las autoridades quieran hacer nada, y los agentes encargados de mantener el orden queden impávidos y reciban sin chistar tales acciones que suceden ante sus ojos.
A la autoridad no se le reta, no se le acorrala, ni ellos deben dejarse acorralar, y si las autoridades aceptan las vagabunderías, las diferentes facetas de la delincuencia, dan pie a un crecimiento de las malas acciones y a los antivalores, como es el caso de los frecuentes asaltos a la orden del día y ante los ojos de todos.
A las autoridades se les obedece por respeto o por miedo. A nuestros padres teníamos por obligación que respetarlos y por eso generaciones y generaciones asumieron comportamientos ejemplares. Sabemos que estamos en nuevos tiempos, tiempos de la tecnología y las de las informaciones masivas y en segundos, de la proliferación de los anti-valores, de nuevas crianzas de psicólogos modernistas, que una picada de ojos es una ofensa a un niño.
Lo más peligroso para esta sociedad es que a veces no hay a quien respetar, porque en ocasiones, aquellos que deben protegernos, son parte de la delincuencia, con lo cual la población se siente desprotegida; esto a pesar del gran esfuerzo que han realizado las autoridades con algunos planes de contingencias, pero no es suficiente. Se necesita un verdadero plan integrar multidisciplinario.
Esto es como una sopa de letras, o un sancocho de varias carnes. Una situación difícil que deben enfrentar las autoridades de mando, con el apoyo de la población. Se deben atacar de manera urgente todos los frentes para derrotar la falta de respeto a las autoridades, para atacar las malas mañas, para atacar la falta de costumbre en las vías públicas, para atacar la delincuencia en todos sus órdenes.
Las sociedades que cumplen sus leyes, es una sociedad que se le respeta y aquellas que viven sin ley y sin orden van en progresivo deterioro.
Ya esta sociedad no aguanta más, Queremos que nos devuelvan la tranquilidad a las familias. El 2017, puede ser un buen comienzo.
jpm