Una misión que aun tenemos pendiente
Hay muchos procesos inconclusos en la historia dominicana. Por ejemplo, el libro de la independencia que publicamos en febrero de 1844, tiene todavía capítulos pendientes por escribirse. Aun somos dependientes, pobres y subdesarrollados; y con esas características no podemos ser absolutamente libres, como lo soñaron los Trinitarios. Por eso procede que pasemos revista a esas materias que nos faltan por aprobar y que nos impiden presentar nuestra tesis final, para graduarnos como Nación.
La Nación Dominicana ha sido sometida por el poder foráneo en diversas ocasiones y de las mas variadas maneras. Unas veces fuimos invadidos por tropas extranjeras, otras agredidos diplomáticamente, hubo momentos en que hemos sido sancionados internacionalmente y hasta nuestra propia gente nos ha traicionado, aliándose a enemigos externos para enajenar nuestra soberanía. En época reciente y desde el mismo territorio nacional, dominicanos de la peor calaña han hecho causa común con los enemigos externos, para acusarnos de los mas viles crímenes y descalificarnos como pueblo civilizado.
Pero siempre nos hemos levantado. Con singular patriotismo respondimos a cada una de las agresiones y a los ataques mas feroces, y hemos logrado sobreponernos a las vicisitudes a que nos han sometidos nuestros adversarios. Podemos decir con orgullo que rechazamos el invasor en 1822, en 1916 y en 1965. Hemos cumplido con nuestros hijos y con nuestra patria, escribiendo el nombre de los Trinitarios con letras doradas en las páginas de la historia, cada vez que las circunstancias nos lo ha demandado. Y cuando algún dictador se ha entronado en nuestra tierra, también hemos sabido pasarle factura, decapitando el régimen de terror que ha impuesto. Sin embargo, algo nos falta por hacer.
Hoy, libramos una singular batalla, quizás la mas importante de nuestra vida republicana. El enemigo esta vez, no nos invade con tropas armadas sino, con un ejército de indigentes, desarropados de la vida que vienen en búsqueda de una bocanada de oxígeno para sobrevivir al calvario a que su propia clase gobernante -en contubernio con las grandes potencias- los ha sometido por mas de doscientos años. Pero a su paso por nuestros campos y poblados, van devastando el medio ambiente, enrareciendo mas y mas el aire que respiramos -porque prácticamente duplican la población- y desde luego, modificando nuestro estilo de vida. Que es exactamente lo mismo que han hecho en su país de origen.
Hace ya mas de un año que advertimos en la página editorial de la revista El Rumbo de Nueva York, que las actividades de Bill Clinton como Enviado Especial de las Naciones Unidas en Haití, nos afectarían de forma directa y aun mas, que respaldar a su esposa como candidata a la presidencia de Estados Unidos, pudiera representar un duro golpe para la dominicanidad, ahora amenazada por los planes de las grandes potencias que saquearon la primera república negra del mundo, que es Haití.
Cuando dimos la clarinada sobre el peligro que entrañaba la presencia de Mr. Clinton al mando de las operaciones de manejo y distribución de la “ayuda internacional”, que se supone llegaría en auxilio del noble y sufrido pueblo haitiano, lejos estábamos de suponer -aunque era de esperarse, por la naturaleza mercantil del imperio- que el ex presidente americano estaría en el centro de la opinión pública, señalado o acusado de ciertas “irregularidades” conexas con sus funciones públicas.
Pues ciertamente, parece que algunos grupos políticos, económicos o de simple presión social en el convulsionado Haití, no están muy conformes con el accionar del popular ex mandatario y soporte electoral # 1 de su esposa y casi segura candidata demócrata a la presidencia. Y es que los “movimientos de Clinton”, sumados a la situación de catástrofe del vecino país, ha modificado grandemente el viejo balance de poder en la media isla. Al día de hoy, la lucha por el control comercial del mercado es tan cruenta, que un grupo de suplidores conectado al gobierno, es capaz de generar una hambruna descomunal, solo para quedarse con el control de la oferta de un producto en particular. Recordemos la crisis que causaron con la falaz campaña contra los pollos y huevos importados desde República Dominicana.
En medio de este verdadero infierno para los hermanos haitianos, hay un Alto Comisionado de la ONU que a pesar de su peso específico como ex presidente de USA, no ha logrado que la comunidad internacional que él una vez lideró, cumpla ni con el 15% de las promesas de apoyo hechas a los haitianos después del terremoto. Pero mientras, si ha conseguido canalizar las inversiones propias y ajenas, al tiempo que modifica la configuración económica del devastado país, pero no en beneficio de la población, que sigue viviendo en tiendas de campaña cinco años después del cruento sismo.
Nosotros no nos haremos eco de estas denuncias contra el ex presidente; primero, porque ese no es el objetivo de esta entrega y segundo, porque no estamos seguros de la justeza de las tales acusaciones. Básicamente enfocaremos el problema en lo que concierne a nuestro país, en lo que tiene que ver con el daño que nos están haciendo en la actualidad y en lo que pretende la llamada “comunidad internacional”, que no es menos que hacerle pagar al pueblo dominicano por todo el daño que ellos les han infligido a Haití.
Vale reseñar que desde los tratados de Rijswick (1697), Aranjuez (1772) y Basilea (1795), que puso fin a las hostilidades entre España y Francia, la frontera entre las colonias francesa y española, posteriormente llamadas Saint Domingue o Haití y Santo Domingo o República Dominicana, ha cambiado muy poco. La isla La Española ha sido compartida por los dos países en casi la misma proporción de territorio actual; esto es ± 27,750 km² para la patria de Dessalines y ± 48,300 km² para la patria de Duarte. Pero en población somos casi iguales; y eso explica de manera parcial, la pobreza de nuestro vecino país.
Por supuesto que la cruenta esclavitud; la política de “destruir todo para edificar sobre sus ruinas”, credo de su guerra revolucionaria; el costo que tuvieron que pagar por su “independencia”; la permanente ocupación del país por parte de las potencias internacionales, saqueando sus riquezas naturales y las acciones devastadoras de su clase gobernante; han hecho que Haití aun viva en los tiempos de la esclavitud, a pesar de que es la primera república negra del mundo.
Con este escenario de convulsiones y protestas, con un gobierno que se mantiene gracias a la presencia militar de la ONU y con un pueblo cuya desesperación lo empuja hacia el este de la isla, hay que decir que el problema mayor nuestro no es exactamente la masiva invasión -hasta ahora pacífica- que nos distorsiona y reduce el presupuesto nacional. Estas acciones podrían contenerse con una simple, pero enérgica acción de Estado del gobierno dominicano. Las reales dificultades se generan en las fuerzas que desde las capitales del mundo pretenden una salida al problema de nuestros vecinos, basada en la asimilación por parte nuestra de una considerable cantidad de migrantes haitianos. En eso han estado trabajando desde mediados del siglo pasado.
A la cabeza de esas acciones contra la República Dominicana, están las autoridades de la ONU, en estos momentos representadas en el Alto Comisionado, que ha hecho de Haití su fundo privado y que si logra que su esposa sea elegida presidente de Estados Unidos, triplicará su capacidad de maniobra, anexándose por segunda vez, el poder cuasi imperial que representa la Casa Blanca. Los planes de movilizar hacia nuestro país una considerable parte de la población haitiana -se estima que unos 3 millones- con la intención de “balancear” la población total de la isla, es una idea acariciada por las grandes potencias desde 1950. Para la fecha, la naciente ONU recomendó que se “despoblara” Haití con la emigración masiva, a fin de hacer viable su futuro como Nación.
Los dominicanos que vivimos en esta hospitalaria Nación, no podemos permanecer de brazos cruzados mientras se teje la red que atrapará nuestro país cual simple presa silvestre. Estamos en la obligación de retomar las armas, pero las armas de la lucha cívica moderna, las armas que proveen las urnas de votación.
Oponernos militantemente a la candidatura de Hilary Clinton es nuestra misión inmediata. Y debemos hacerlo al margen de si somos demócratas o republicanos. De hecho, las diferencias ideológicas entre los principales partidos políticos locales, no es importante en este momento de gran trascendencia para los dominicanos que amamos nuestro país. Precisamente, esta es la tarea que no podemos dejar inconclusa; porque nos puede afectar negativamente por el resto de nuestras vidas. Tenemos que actuar con decisión -como los Trinitarios lo hicieron en su momento- si es que queremos preservar nuestra Nación de las maquinaciones irresponsables de la denominada “comunidad internacional”.
¡No a la fusión, en cualquiera de sus modalidades!
¡Vivimos, seguiremos disparando!