Un tribunal de fullerías

Se apela a una política de gatopardismo, al demandar que la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) replantee su rol con respecto a los fallos que condenan a la República Dominicana; sin exigir- para que todo siga igual-, que el Tribunal Constitucional (TC), bien se institucionalice y abandone la práctica de incurrir en “fullerías” constitucionales.

Lo que se quiere remarcar es, que mientras el TC pretende dejar indefensos a los dominicanos pobres ante un fallo condenatorio de la CIDH; el excanciller, Hugo Tolentino Dipp, hace la seria revelación de que en el año 2012, el presidente de ese tribuna, Milton Ray Guevara, habría rubricado un documento que ratifica, por nueva vez, la competencia de la entidad internacional.

En declaraciones recientes, el nuevo canciller Andrés Navarro, demandó de la CIDH revisar su accionar con respecto a los fallos que condenan a la República Dominicana por supuestos actos de desnacionalización; y considera que el organismo internacional está desfasado, dado a que se han superado etapas de dictaduras y persecuciones.

Esa exigencia sería del todo entendible, si el flamante ministro también demandara del presidente del TC, Ray Guevara, que no incurra en engañifas de tratados o acuerdos que mantienen en vilo al Estado dominicano y, en consecuencia, a todo el país.

Navarro podría servir como muro de contención; soporte de ética y ecuanimidad, si también exigiera del presidente y los miembros del TC que actúen apegados a las normativas establecidas por el organismo en cuestión; en caso de rechazar una sentencia. De seguro que existen los cánones idóneos para responder a un mandato que se entienda arbitrario.

El que Ray Guevara haya ratificado la competencia del estamento internacional, para luego, olímpicamente rechazar su competitividad, evidencia una acción de truhanes. Asume una actitud un tanto terca y chauvinista; que refleja el uso de las malas artes tendentes a desacreditar al estamento que preside. Ocultar una carta debajo de la manga en un asunto tan delicado, manifiesta, aunque ahora no se perciba así, que el Tribunal Constitucional adopta una actitud de contendores incompetentes, a quienes no les asiste la razón.

Pese a su autonomía, más que esa jugarreta a espaldas del pueblo dominicano y la comunidad internacional, podría interpretarse que el TC no se corresponde con posturas institucionales, y que, efectivamente, se autoincrimina como organismo xenófobo y discriminativo. Esto, además de desprestigiar a la República Dominicana y, en consecuencia a los que residimos en el exterior.

Esto último, tal vez porque como alguien dijo hace poc el “tigueraje” de los juristas dominicanos no es aplicable fuera de la República Dominicana.

Quizás por haber recibido una ración del boa en sumas millonarias, nuestros honorables constitucionalistas, algunos colocados por transacciones puramente partidistas; entiendan que los dispositivos que apliquen medalaganariamente, no les afecta.

Saben cómo disfrutar sus bienes sin ningún tipo de imputaciones; claro, en estos momentos, tienen una corporación política a su favor que les brinda seguridad e impunidad.

Para los dominicanos sensatos, libres de prejuicios, y que rechazan la corrupción; la intención que debe prevalecer es que seamos institucionalistas para poder competir en lides coyunturales como las que hoy han provocado las improvisaciones legislativas del TC.

Esta posición es comprensible, porque como dice el refranero del pueblo simple: “al diablo no se le puede creer, aunque diga la verdad”. Tal vez muchos sectores dominicanos quieran sumarse al, hoy, rabioso antihaitianismo.

Pero los dominicanos coherentes y consecuentes, es posible que entiendan que no puede haber alianza alguna con supuestos patriotas y nacionalistas.

Sobre todo, si su único objetivo es tener como diana a los dominicanos de ascendencia haitiana. Sin embargo, como patriotas de “chuflay” se tornan indiferentes ante los actos de corrupción, todo tipo de abusos y las nefastas consecuencias que se puedan derivar de sus arbitrarias medidas.

Retomando los términos expresados por el canciller Navarro, es preciso señalarle que también los honorables jueces del TC deben autocriticarse.

Lo que es igual no es ventaja, máxime, cuando en la región han desparecido las dictaduras. Si la justicia no funciona a lo interno del país, necesariamente hay que acudir a un organismo que nos auxilie; llámese la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, o cual que sea la instancia.

En estos tiempos, el presunto patriotismo a que apelan ciertos trogloditas, tiene una acepción generalizada. Hoy más que nunca, el patriotismo y el nacionalismo, están comprometidos con la defensa de los derechos humanos, pero asimismo, su sostén, no tolera estafas que competan a lo constitucional y que lesionen a algún conglomerado.

Los que tienen madera de paleros; los corruptos y los que exhiben las “virtudes” de un Gorgia contemporáneo que pretenden confundir; no tienen la suficiente reciedumbre moral y ética para ser expeditos patriotas o nacionalistas.

No es nacionalista quien valiéndose de artimañas, en una nación donde imperan las injusticias, pretende despojar a los infelices de los organismos internacionales, cuales fueren; que protejan sus derechos ciudadanos.

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