Un sistema político inoperante

Repasando el comportamiento de los gobiernos que nos han sucedido en República Dominicana, concluimos en que durante sus trayectorias el país ha sido dirigido por un congreso carente de virtudes para cambiar el inoperante sistema político que nos envuelve, a través de regímenes laudatorios que no tienen en lo absoluto las decisiones resolutivas para generar cambios que democraticen y quiten el yugo imperante de la disconformidad ciudadana.

El país divaga libremente y en su entorno pululan las más subversivas calañas políticas que con un comportamiento maligno socavan las leyes, utilizándola como si fuera una herencia sustentada por sus padres, donde se distrae con mentiras y promesas a aquellos que muchas veces se sublevan en reclamar una mejor forma de vida y el uso transparente de los recursos públicos.

Sin caer en lo crítico, hemos visto; y lo visualizamos cotidianamente, que en el país, a pesar de haberse aprobado en primera y segunda lectura, La Ley de Partidos Políticos, pues no existe la más mínima voluntad para cambiar el régimen gubernamental vigente por uno parlamentario, democrático, participativo, asistencial y sin trabas, como que el que vivimos en la actualidad, donde las críticas contra el gobierno se han vuelto un pretexto de grata incitación que circula libremente sobre el hoy conocido sistema político que nos embarga de preocupaciones e  indolencias.

¿Qué se puede esperar de un sistema político encanecido, enrolado en diatribas, superdotado y embargado por la impotencia, con las cuales no es oportuno tomar decisiones grupales que por lo menos sirvan para buscar una salida a la grave situación que destila al país por el más recurrente despeñadero?.

La Ley de Partidos Políticos es un traje a la medida que esperaban aquellos que se proclaman “lideres”, pero que su categoría aun no los encasilla en ese reglón, porque para ser un líder se necesita, más que predicar la moral en calzoncillos, ser el ejemplo donde se cobijan los más humildes de alma, corazón, juicio y sensatez.

El sectarismo de la dirigencia política, sustentados por un supuesto y trasnochado liderazgo, a pesar de que ni siquiera conocen la diferencia entre un líder y un jefe, ahí le dejo un trozo de su definición,  según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: “Un Líder es aquel que dirige a un grupo con maestría, mira por el bien común y el crecimiento de cada persona del grupo, busca la evolución colectiva, y conoce bien las debilidades y fortalezas de cada uno de los miembros del equipo”, mientras “el jefe no es más que un dictador o algo parecido que se enriquece a costa de los demás y solo piensa en su propio bienestar”. Este último ejemplo es el estereotipo que se ha formado a lo largo de la historia política imperante de la República Dominicana.

En resumidas cuentas la denominada y recién aprobada Ley de Partidos no pondrá punto final al financiamiento de las campañas políticas, mucho menos al embadurnamiento de las calles con afiches, letreros, vallas y otros mecanismos promocionales que se utilizan para promover a los candidatos a cargos presidenciales, congresuales y municipales.

Seguiremos viendo el derroche de los recursos del estado en tiempos de campañas y el mismo día de las elecciones. Continuaremos viendo candidatos distribuyendo piernas de salchichón en los mítines y caravanas. Veremos, a pesar de la influyente Ley de Partidos, la constante distribución de botellas de ron en las calles, compras de cédulas, entre otras estrategias malditas, porque esa es la herencia que nos dejó plagada el tiranicidio.

Es al presidente de turno al que corresponde dejar a un lado los intereses, las mezquindades, el oportunismo y el saqueo al estado. Es al presidente que corresponde recordar que nació de las entrañas morales de un hombre y una mujer y que a raíz de su supervivencia él mismo procreó una familia que lo ha visto gobernar por más de seis años sin notar resultados halagüeños para los dominicanos, por tanto, a final de su última gestión de gobierno tendrá que rendir cuentas.

Si es que todavía le queda, es al presidente de turno que le corresponde poner en alto su moral y recordar que “hay un país en el mundo ubicado en el mismo trayecto del sol”, como dijo el poeta nacional, Pedro Mir, que espera incesantemente la independencia de los poderes del estado y el cumplimiento de las Leyes, antes de tomar en cuenta los intereses y colores de los partidos.

Hasta que el presidente, ministros, legisladores, alcaldes, jueces y fiscales, etc., etc., no dejen de sentirse únicos, dueños y señores de todo, el país no podrá democratizarse. Hay que tomar conciencia y para lograrlo debemos mejorar como persona; y a la vez, mejorar el respeto hacia los demás. Aceptemos el reto o seguiremos caminando un país que navega en medio del desierto.

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