Un policía de Nueva York muere por ‘fuego amigo’
NUEVA YORK.- Once segundos y 42 disparos. Esta frase no se incluirá en la lápida de su tumba. En cambio, su significado perseguirá como una sombra perenne a sus compañeros de la policía de Nueva York.
El detective Brian Simonsen murió en el intento de detener al asaltante de una tienda de teléfonos móviles en Queens, que iba armado con una pistola de juguete, sólo letal en apariencia. El agente cayó víctima del ‘fuego amigo’, de sus colegas del NYPD, confirmó el comisionado James O’Neil.
La policía de la Gran Manzana, la más poderosa de Estados Unidos, con una capacidad y tecnología superiores a los ejércitos de muchos países, se halla sumida en la consternación.
El último de los suyos que falleció en acto de servicio se produjo en el 2017. Sin embargo, resulta muy raro que en esta ciudad un agente mate a otro. Desde 2009 no sucedía algo similar a lo de Simonsen, de 42 años y 19 en el cuerpo, galardonado y muy admirado.
Raro suceso
La última vez que un policía de Nueva York murió por tiros de sus colegas fue en el 2009
Esta trágica circunstancia se debe, sostienen los expertos, al intensivo entrenamiento a la que es sometida la tropa de los blues. Los jefes han abierto una investigación interna para tratar de desentrañar que es lo que no funcionó en esta acción, en la que también salió herido el sargento Matthew Gorman, de 34 y jefe del difunto.
Cómo fue posible que abrieran fuego sin la suficiente precaución. Tampoco parece muy razonable esa lluvia de balas, en la que siete funcionarios hicieron uso de sus pistolas en tantas ocasiones y en tan poco tiempo. Por ejemplo, Gorman pegó once tiros, por dos Simonsen.
“Como el salvaje oeste”, tituló este jueves a toda portada el Daily News para describir la escena. A pesar de los entrenamientos, este suceso evidencia la facilidad con la que las policías estadounidenses aprietan el gatillo. Esta vez, los agentes sienten el dolor en su propio cuerpo.
Pero los datos muestran que cerca de 1.000 ciudadanos murieron por disparos de la policía el pasado año, más o menos una cifra similar a la de los últimos tres cursos. En lo que va de 2019, a partir de la base de datos del The Washington Post, hasta hoy ya son 102.
“La ironía es que el policía está muerto y el delincuente sobrevive”, aseguró Michael Palladino, presidente de la asociación de detectives ante la desaparición de Simonsen. Christopher Ramson, de 27 años, descrito como un hombre excéntrico, con un historial de detenciones por asuntos menores que siempre soñó con ser policía, aunque no le admitieron en el cuerpo por sus desórdenes mentales.
No llevaba el chaleco de protección
La noche del martes hubo una llamada de emergencia. “Robo a mano armada”, transmitió la emisora del cuerpo. “No pongáis las sirenas”, les indicaron. Según los testigos, un hombre había entrado en el establecimiento, había forzado a los dos empleados, a los que maniató, a meterse en la sala trasera del recinto.
Simonsen, de 42 años, y su jefe, el sargento Matthew Gorman, de 34, fueron de los primeros en llegar, los dos vestidos de paisano. Simonsen no llevaba el chaleco de protección.
Gorman y dos uniformados accedieron al local. El asaltante emergió en la estancia central y alzó su pistola de imitación. Los policías dieron marcha atrás y salieron. Ramson caminó hacia la puerta principal e hizo el movimiento de que disparaba.
Simosen recibió dos impactos en el pecho. En el hospital no pudieron hacer nada por salvarle. A Ramson le hirieron en ocho ocasiones, pero sobrevivirá. Le acusan de robo y homicidio. Los investigadores mostraron el convencimiento de que pretendía que fuera “un acto suicida”.
“No cometamos un error. Habrá sido por el fuego amigo, pero la razón última de la muerte del detective es la acción del sospechoso”, se consoló el comisionado O’Neill.