Un hecho trascendental: relaciones Estados Unidos-Cuba
«Yo os suplico me hagáis la justicia de estar seguros de que no he tomado esta resolución sin considerar todas las relaciones que ligan a un obediente ciudadano de este país». George Washington
La apertura de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba era vista por algunos expertos de la diplomacia latinoamericana y norteamericana con razonable escepticismo, dadas las prolongadas tensiones entre ambos países. Este razonamiento tenía su base en más de cincuenta años de rigidez política y comercial sin posibilidad a la vista de una distensión entre ambos países.
Sin embargo, parece que el tiempo y otras circunstancias políticas de tipo comercial y humana obraron favorablemente para que esa gastada tirantez se despejara de manera concluyente. Como intelectual estadounidense, después del progreso visto por mí personalmente en aquella isla caribeña yo nunca me cerré herméticamente a que una apertura no sería posible en un futuro. Sólo quienes mantenían una posición política intransigente o conservadora en extremo hacían interpretaciones obtusas sobre la posibilidad de avenencia entre los Estados Unidos y Cuba.
Con el proceso de globalización de la economía y la tecnología llegué a entender que no era ideológicamente posible que se reeditara el Libro rojo de Mao, del expresidente del Partido Comunista Chino, Mao Tse Tung, publicado en 1964, ni el libro de Adolfo Hitler denominado, Mi lucha, publicado en 1925, que contiene un conjunto de ideas fundamentalistas sobre la realidad del nacionalsocialismo de Alemania planteado entre 1933 y 1945, por el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores alemanes.
Es oportuno expresar que no era posible ya mantener un largo embargo económico, como muy bien lo ha interpretado el periódico estadounidense The New York Times en una serie de editoriales puntuales. Además, yo siempre creí en la sensatez y el buen juicio de los asesores políticos más cercanos al presidente Barack Obama y en la gran objetividad política del presidente de los Estados Unidos; esa convicción prevaleció en mí por encima de la inexorabilidad de los sectores políticamente más empeñados en que no se produjera lo que finalmente se produjo: la iniciación de relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Cuba.
Lo interesante de este hecho trascendental en la historia de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba es que el mismo se efectuó precisamente un 17 de diciembre. Ese mismo día, pero en 1819, Simón Bolívar proclamó en Angostura la Gran Colombia; también en igual fecha el papa Francisco celebró su cumpleaños 78 y lo hizo repartiendo regalos para los pobres de Roma; en Kitty Hawk, Carolina del Norte (EE.UU.) los hermanos Orville y Wilbur Wright inician la era de la aviación.
Los Estados Unidos no podían quedarse apartados del acontecer económico de Latinoamérica mientras otras potencias occidentales y asiáticas avanzaban sus proyectos de expansión y de influjo en el Hemisferio Occidental. Cuba, por su histórica resistencia contra el bloqueo, la humana necesidad que tiene el pueblo y el gobierno cubano luchando valientemente por subsistir al aislamiento, se vio casi obligado a aceptar a regañadientes ofertas de otras potencias, como China y Rusia, tratando de remediar sus múltiples apuros económicos y de bienes y servicios.
Tal determinación expansionista de la China y Rusia, principalmente sobre el Caribe y Latinoamérica, se proponía transformar en una ficción el histórico hegemonismo de los Estados Unidos sobre tan importante zona geográfica y económica. El fuerte desarrollo de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la gran ascendencia de La Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), el fortalecimiento del comercio que como bloque subregional ha alcanzado el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y el debilitamiento relativo de la OEA en Centro y Suramérica estaban siendo observadas con lógica preocupación por los Estados Unidos.
Era comercial, política y estratégicamente imposible que los Estados Unidos continuaran manteniéndose al margen de lo que financiera y comercialmente estaba aconteciendo en Centro y Sur América, por tanto ameritaba que la Casa Blanca tomara acciones concretas dirigidas a buscar mejor convivencia entre los pueblos de la América del Sur y esta finalidad se conseguía abriendo las relaciones con Cuba, lo que al mismo tiempo se podía transformar en un mejoramiento de sus relaciones con los países que integran el Alba, Unasur y, sobre todo, el Mercosur.
Esa determinación del presidente Obama de iniciar relaciones comerciales y diplomáticas con Cuba modificando el perfil tardío del exilio cubano de Miami, hoy fragmentado por la nueva generación, no sólo fue valiente, además debe calificarse como una medida políticamente sensata, ya que viene a resolver cuestiones comerciales fundamentales para ambos países en medio de la carrera expansionista de China, que busca ampliar su poderío económico, político y financiero en la región a expensas de alimentar una especie de aislacionismo político y comercial de los Estados Unidos en el continente. Sin embargo, vamos a ver al paso de los días al tardío exilio cubano tratando afanosamente de ejercer algunas presiones contra el gobierno de Obama para pretender boicotear la determinación del presidente norteamericano de abrir relaciones bilaterales con Cuba, un hecho diplomático que tiene el carácter de irreversible.
Mijail Gorbachov, expresidente de la Unión Soviética y Premio Nóbel de la Paz, autor de la obra «El golpe de Estado de Agosto: Verdad y lecciones», hablando sobre la irreversibilidad de la paz y de las relaciones armoniosas, expresó: «Puede que la generación que vive hoy en la Tierra presencie el advenimiento de un irreversible periodo de paz en la historia de la civilización
Recordemos que según encuesta realizada en Miami recientemente, un 60% o más de los cubanos residentes en el Estado de Florida aprobaban la iniciación de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Pero más que esa muestra estadística, existe todo el conglomerado estadounidense configurado por más de cincuenta Estados y los ciudadanos de ese conglomerado tienen derecho al libre tránsito y a disfrutar del intercambio cultural turístico y comercial con una isla tan sólo a noventa millas de distancia, lo que significa un breve espacio aéreo y marítimo con lasos espirituales como El viejo y el mar de Hemigway. De ahí que imagino en un futuro próximo a miles de muchachas y muchachos estadounidenses caminando felices por las calles de La Habana sin obstáculos ideológicos y a cubanos y cubanas reencontrados en esas raíces que nunca se han perdido. Salomón, el hijo de rey David, expresó: «El corazón alegre hace tanto bien como el mejor medicamento».
Cuba, más que cualquier otro país del Hemisferio Occidental, al paso del tiempo fue constituyéndose en la válvula mágica que los Estados Unidos veían para estrechar nuevamente relaciones políticas, comerciales y militares estratégicas con Latinoamérica, relaciones que hasta cierto punto se habían enfriado, ya que el mecanismo diplomático de la OEA utilizado en algunos momentos por Washington había perdido ascendencia y efectividad en la región con la aparición de Unasur y el Alba.
La determinación del presidente Obama de abrir relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba y el intercambio de presos ha generado nuevas esperanzas en el pueblo norteamericano y, sobre todo, entre los intelectuales, el sector empresarial, la banca, la industria cultural y del cine estadounidense, que miran hacia Cuba y Cuba hacia Estados Unidos con entusiasmo innegable y consideración mutuas. El historiador y critico social británico, Thomas Carlyle, autor de la obraSignos de los tiempos (1829), manifestó: «Sospecho que la mayoría de nosotros estaremos de acuerdo que las fuerzas históricas crean circunstancias en las que los líderes surgen, pero que los líderes obviamente tienen un impacto en la historia».
Gracias a Dios, primeramente, al Vaticano en la persona del papa Francisco, al gobierno canadiense, a los valientes editoriales del The New York Times, a la firmeza de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, a estos dos últimos por haberse despojado de más de cincuenta años de conflictos, de rigidez política, que decidieron terminante y felizmente tenderse las manos, pública y abiertamente, gesto que distingue a ambos mandatarios y los coloca en el mapa universal de la historia de los acontecimientos relevantes de la humanidad y de los pueblos, actitud que habrá de recordarse siempre. Este hecho, además, sienta un precedente importante en la historia de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, merced a la diplomacia inteligente.
En un trabajo de esta trascendencia tengo que pensar de La Bodeguita del Medio, Habana, al restaurante Barmini de Washington, D. C., la energía espiritual distendida que ambos lugares me crean, me obliga a expresar que el tardío exilio cubano tiene que comenzar a acostumbrarse a la película Lo que el viento se llevó