Un delincuente convertido en eficaz policía
Fue Fouché el genio tenebroso quien lo descubrió. En octubre de 1809 la emperatriz Josefina reparó que un collar de esmeraldas de gran valor, regalo de su marido, Napoleón Bonaparte, había desaparecido.
Napoleón a pesar de estar divorciado de su mujer, se montó en cólera. ¿Cómo era posible que a la emperatriz le pudieran robar nada, y mucho menos un regalo que él le había hecho? A pesar de que Napoleón y Josefina estaban divorciados, siguieron siendo muy buenos amigos. Tan pronto Josefina descubrió el robo, informó de inmediato a Napoleón.
Este llamó a su presencia al ministro de la Policía, el Encumbrado Joseph Fouché. Recupere ese collar de esmeraldas, cueste lo que cueste. Pero, recuperado. Fouché, que estaba enterado de todo, también estaba al tanto de los éxitos de un “colaborador” de la policía, François Eugene Vidocq, de 34 años, delincuente arrepentido que probaba su eficacia al servicio de la ley.
¿Quién podía atrapar a un delincuente mejor que otro delincuente?, se dijo Fouché. Era una jugada arriesgada, pero segura. Vidocq buscaba una coyuntura como esta para probar su valía. Fouché le explicó todos los pormenores de los que disponía sobre el robo y la descripción del collar y el interés del emperador.
Encuentre el collar cuanto antes. Será recompensado pródigamente, le dijo Fouché.
Vidocq inició su investigación adoptando uno de sus muchos disfraces. Comenzó su investigación en las tabernas y tugurios donde se reunían los delincuentes y que él conocía perfectamente. No le costó mucho. Tres días después, detuvo al ladrón y recuperó el collar de esmeraldas de la emperatriz Josefina.
El emperador Bonaparte, quedó maravillado por la rapidez y eficacia de Fouché y de su “hombre”, Vidocq, el primero de “los nuevos investigadores” de la historia de la criminalística.
Pocos meses antes, François Eugene Vidocq había sido uno de los delincuentes más temidos y buscados de Francia. También de los más entronizados por el público ya que había logrado fugarse de todo tipo de prisiones. A los pocos días de cumplir 34 años, fue apresado por última vez.
Pidió que lo llevaran ante el prefecto (jefe) de policía de Paris, quien, extrañado por la petición de Vidocq, accedió al encuentro. El delincuente le explicó, sin ambages, que estaba cansado de huir y de vivir al margen de la ley y quería trabajar para la policía.
“Ahora me van a llevar a prisión.” Si consigo escaparme y regresar, será una prueba de mi buena fe-le dijo y se lo llevaban en volandas. Treinta minutos después, un Vidocq libre, ufano y orgulloso, reapareció, en el despacho del prefecto Dubois, saltándose toda la vigilancia y protección.
El delincuente después de esa proeza, entra a colaborar con la Policía como confidente en el interior de la cárcel. Gracias a sus informaciones se solucionaron un buen número de crímenes e importantes delitos.
El gran Víctor Hugo, en su novela histórica “Los miserables”, llevada también al cine, destaca las hazañas y tenaz persecución de dicho personaje.
En 1820 la “Sureté National” nombró a Vidocq un ex delincuente reformado como su primer jefe.
jpm-am
cualquier parecido con personajes actuales es pura coincidencia.