Tres culpables del deterioro institucional

“Cuando se gobierna sin carácter se fomenta la indignidad”.

 La culpa, nos dice Wikipedia, enciclopedia libre, “es un proceso psicológico que se da ante la experiencia subjetiva de la culpabilidad suponiendo un estado afectivo consciente e inconsciente ante la creencia de haber infringido alguna ley, principio ético o norma, sean estas reales o imaginarias​ que produce malestar continuado del sentimiento de culpa y​ es la expresión del miedo de ser censurado o desaprobado”, es ahí donde se tejen metódicamente las virtudes portentosa del manejo deshonesto de la administración pública.

Endosarle la culpa al presidente, Danilo Medina y a los expresidente, Leonel Fernández e Hipólito Mejía, por la continua descomposición que padece la República Dominicana, es un acto de bondad causal que resuena y evidencia los males imperecederos, los cuales sucumben al extremo sin ser solucionados con apego a la dignidad mediante normas morales.

La realidad se avizora en una paranoia que ha catapultado la estabilidad económica del país en el umbral de unos poderes mesiánicos dirigidos por tres impostores y hacedores de oportunistas que se enrolaron a la política a través de un sistema de partido sin oposición que amaga y pone el ojo para lanzar el tiro al blanco pero que su punta de lanza finalmente se desvía porque como dice el voz pópulis “juntos son dinamitas”.

Hace décadas, según mi uso racional, que los partidos tradicionales se han convertido en órganos sistémico del soborno y la corrupción; y es posible que ese poder unilateral sea la causa intestina por la que cuando se organiza un proceso electivo los candidatos a la presidencia de la República no presentan propuestas sustentadas en la mejora de la economía, o sea, programas de gobierno, a pesar de que lo establece nuestra Carta Magna.

Danilo Medina, Hipólito Mejía y Leonel Fernández, son los culpables, cómplices del mismo bando, la sinrazón administrativa y el consumismo desproporcionado de los poderes utilizados a su libre albedrío para favorecer con exclusividad sus intereses, asumiendo con responsabilidad la catapulta de nuestra economía, poniéndola al servicio del imperante poder corrupto que sucumbe en el país.

Son los culpables de  funcionarios, exfuncionarios y legisladores acusados de corrupción y sobornos por el presidente de la Empresa Constructora Norberto Odebrecht, Marcelo Odebrecht, porque les permiten transitar por las calles sin ser procesados judicialmente traje hecho a la medida para favorecer la complicidad encabezada durante sus gobiernos.

Ellos son los culpables de los crímenes comprobados que afectan a la sociedad honesta y trabajadora de República Dominicana, la cual desea vivir en libertad, segura, tranquila y con acceso a las instituciones públicas, sin embargo, la imperante delincuencia no les permite lograr sus objetivos atrofiados por el miedo.

El recurso “sine qua non”, de todo presidente o representante del Estado está sustentado en el cumplimiento de las cláusulas lúdicas de la expresión y manejo pulcro de las leyes sin ponerle condicionamientos a la economía como suele ser la cultura magnicida, propia y característica de los referidos presidente y expresidentes dominicanos, los cuales imponen el poder a merced de incumplimiento y violaciones.

Ustedes son los culpables por no castigar y aplicar las leyes judiciales  a los funcionarios que han diezmado las arcas públicas sin aplicarles las penas correspondientes y exigirles la devolución total de la riqueza mal habida, por ejemplo, Félix Bautista, Víctor Díaz Rúa. Reynaldo Pared Pérez y lo demás que engrosan la lista de sobornados por la Odebrecht.

El crecimiento de un país tiene sus derivados en la producción de los mejores profesionales, sin embargo, ese crecimiento no está vinculado a las políticas de desarrollo del presidente Danilo Medina, Leonel Fernández e Hipólito Mejía, porque como gestores de la partidocracia no les interesa fortalecer la educación y fomentar la institucionalidad del Estado. Sólo hay que repasar los porcentajes destinados por el actual y otroras presidentes para la educación a través del presupuesto nacional.

Un pueblo complaciente que solo mira cómo los gobiernos hurtan el dinero del Estado, conectado con los corruptos de cuello blanco, está entramado en el retraso y aunque traten de vender su popularidad para reelegirse a través de encuestas manipuladas, financiadas con recursos públicos, esa sociedad votante está convencida de que no se puede creer en sus gobernantes, su política y sus leyes, debido al irrespeto a la institucionalidad.

Los políticos dominicanos, sin excepción, nos tienen acostumbrado a convivir en un desorden gubernamental, corrupción, violencia y deterioro de los servicios en general, por tanto, ellos serán compromisarios del futuro sombrío de República Dominicana.

of-am

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