Todos con la razón

 

La mayoría de las muertes violentas son producto de altercados entre particulares y no de la delincuencia.

La raíz de esa situación pudiera establecerse, con un casi nulo margen de error, en la falta de tolerancia, en asumir que todos tenemos la razón y que la nuestra es la más valedera, la más inteligente y la única opinión que vale la pena tomar en cuenta.

El país es dividido con temas que generan opiniones fundamentalistas, tan extremas que solo   traen fricciones absurdas, que dejan un empobrecimiento del debate y nada aportan a la sana convivencia.

La situación creada tras el vencimiento del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros, que implica que los indocumentados retornen a su país de origen, ha dividido a la nación entre pro y anti haitianos.

 Unos criticamos  al Gobierno dominicano, otros al haitiano y terminamos con ofensas entre nosotros. Olvidamos que fuera de esos bandos somos los mismos to’.

Es una lista larga la de los motivos que nos hacen pelearnos y así vamos sin interés de detenernos a escuchar a los otros, en cambio, fácil los etiquetamos en los extremos,  si no coincidimos. Nos desbalanceamos.

El Proyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva, ¡ayy cuánta tinta ha hecho correr!. Ha traído las más agrias disputas.

De un lado las iglesias, del otro las organizaciones no gubernamentales, tratan de imponer su criterio sobre un tema que deben manejar el Estado y las familias, sin tabúes, sin complacencias.

Pero no solo esos asuntos de dominio general. Nooo. Discutimos en los vehículos públicos por la música que escucha el chofer o el pasajero que nos impone su gusto.

Nos molestamos  con los predicadores que tienen la religión verdadera, la única que salva y en este caso, mejor no hablar mucho para que no nos condenen al fuego eterno, por impíos.

Vivimos muy cerca de una olla que hierve a todo vapor, con el temor permanente de  que nos la lancen encima. Por eso, para que la cruz llegue a nuestra casa…

 

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