Todo por su hijo

Ha pasado algún tiempo ya desde que ocurrió el horrendo crimen aun no resuelto en los tribunales. Leí tantas noticias acerca del asesinato de Emely, que di rienda suelta a mi imaginación para intentar comprender qué pasó por la cabeza de Marlin, supuesta autora intelectual del horrendo hecho que consternó a la sociedad dominicana. Aquí les comparto lo que se me ocurrió, a modo de literatura de ficción. 

-Yo creí que todo sería más fácil: influencia política, dinero acumulado trabajando por el pueblo, y un país donde las personas borran las noticias con la misma facilidad que cambian de ropa.

Esto pensaba una madre mientras se escondía en la lóbrega habitación de una cárcel para evitar el linchamiento, por parte de los verdaderos arquitectos de su fortuna: unos cuantos que se sintieron engañados y decidieron dictar y ejecutar sentencia a la vez, por cuenta propia.

-¿Por qué a mi hijo y a mí? ¿Acaso no hallaron otros cadáveres tan horrendos como el que tiramos nosotros? Esto debe ser persecución política- se decía a sí misma.

Nadie imaginaba lo duro que había sido tener a su hijo, parirle un «bastardo» a un hombre que había robado por ratos a otra mujer, a petición de él.

Ese embarazo era sólo de ella. Consentiría a su hijo y lo libraría de todo mal. Le estamparía su sello para toda la vida. ¿Acaso por eso solo le cambió una vocal a su propio nombre al inscribirlo en el Registro Civil?

Pudo llamarlo igual que ella; quienes hablan inglés no se fijan en nimiedades del español. Ahora bien, no quería más comentarios acerca de tener un hijo «mamita», un parásito que dependía de ella para todo. Le bastaban los meses de difamación continua por ser madre soltera, mientras estuvo embarazada.

Para ella él era un rey, merecedor de todo lo bueno en este mundo. Había ideado una vida de lujos para su hijo lindo. Un título «remolcado» le aseguraría un nombramiento en el «Partido del Pueblo». Sí, a ultramar. Lejos de un pueblo de pobres esclavos que le hacía recordar sus orígenes. ¿Sería por eso que se burló de los agentes migratorios para ir a parirlo al gran imperio?

Este último hecho, le martillaba el cerebro con ciertas migrañas esporádicas. Sin embargo, no eran algo serio. Unos cuantos tragos con los de su clase le devolvían la satisfacción de ser madre sacrificada, capaz de todo por su hijo.

Ahora, visitada por la tragedia, volvieron esos indeseables martillazos a su cabeza. Esta vez no diferenciaba si eran acusaciones de su conciencia o el recuerdo de golpes a una chiquilla pobretona que quiso arrebatarle su tesoro preciado y terminó muerta.

– ¡Sí, está bien que la hayamos matado!- se reconfortaba a sí misma.

Pensaba que esa carajita, niña consentida y mimada por su familia, quería imitarla: utilizar a un hombre «superior a ella» para escalar económicamente.

–¿Por eso se embarazó y se negaba a abortar?

–¿Pensaba enredar a su unigénito, razón de su vivir?

–¡Qué ilusa! Ignora que los pobres son solo referentes del estado al que no deseamos volver quienes salimos de ahí- reafirmaba.

Estos y otros muchos pensamientos se agolpaban sobre su cabeza desde que fue detenida. Sin embargo, en su rostro se dibujaba una sonrisa. 

Estaba segura que sus amigos del Partido del Pueblo, incluyendo el Presidente, cancilleres, legisladores y demás servidores comprenderían su error y vendrían en su ayuda.

Sabe muy bien, por sus conversaciones íntimas, de las debilidades de esos machos por la tersura de pieles jóvenes y poco manidas, ávidas de príncipes azules, morados, blancos o de cualquier otro color que las saque del hechizado castillo de la miseria mental, en el que tanto encierro les ha hecho creer que su pobreza es solo falta de dinero.

En cuanto al pueblo, en breve lo habrá olvidado todo. Basta que aparezca una nueva noticia que les dé rating a sus emisoras de radio y televisión, llene sus periódicos, y aumente «likes» o comentarios a las publicaciones de sus redes sociales.

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