Tirar piedra a la JCE, nada inocente

 
 
A uno podrá no gustarle Roberto Rosario Márquez -el presidente de la JCE- por ser un hueso duro de roer, testarudo -dicen algunos- y firme en sus decisiones, aunque a veces, y hay que decirlo, obtempera donde la ley, por ser ambigua e interpretativa, manda flexibilidad e impone avenencia.
 
Sin embargo, ha sido, y no en pocas ocasiones, ese mismo Roberto, el que se ha cerrado a banda como en el caso reciente en que los partidos -casi en mayoría, pero, sobre todo, PLD-PRD-PRM- sometieron a la JCE un ¨arroz con mango¨ de candidaturas dizque para que ella resolviera el tollo-trastrueque que hicieron a sabiendas. En otras palabras, que la JCE, mutuo propio, ha ido mucho más allá de lo que la cultura de gallera del sistema de partidos políticos ha querido perpetuar-eternizar: una ley de partido obsoleta.
 
Atrás quedaron pues los fraudes electorales y aquella imagen endeble-títere de una institución presa-antojo de las ambiciones de un caudillo –post dictadura trujillista- y de unos alcahuetes, entre ellos politiqueros y personajes funestos, dizque ¨honorables¨ que legalizaban esos fraudes en aras de una supuesta ¨estabilidad democrática¨ que ese mismo caudillo y sus notables se pasaban por la faja. E incluso, uno de esos ¨notables jurisconsultos¨ se dormía en los actos solemne de una Suprema-risa que gracias a semejante caricatura-república presidia. Aquello era, sin duda alguna, un pésimo teatro de máscaras, feudos, alcahuetes y bufones.
 
Por ello, por ese triste y nauseabundo pasado, es lamentable y hasta cuestionable que una serie de organizaciones de la ¨sociedad civil¨ (otro partido político) y ciertos ¨hacedores de opinión pública¨ que mas que ello son militantes políticos que, por conveniencia y vergüenza no se atreven a confesar bando, estén haciendo causa común con una bien orquestada campaña-estrategia supranacional que pretende -por múltiples vías- influir en las tendencias electorales, y más que ¨observadores¨ de excepción, con la intención clara y aviesa de marcar el tiempo y la permanencia de un determinado partido político -llámese PLD, PRD, PRSC o PRM- en el poder. Es decir, se trata de que unos intereses supranacionales, en componenda con ciertas organizaciones de la ¨sociedad civil¨ y ciertos ¨hacedores de opinión pública¨, están llamados, no como se supone -los ciudadanos de un país en elecciones libérrimas y transparentes- a inducirnos sobre la necesidad de un “cambio” a través de un equis partido y de un equis candidato que, dicho sea de paso, no arranca, no concita entusiasmo y que a pocos días de las elecciones todas las encuestas de crédito lo sitúan entre un 26% y un 30%, con tendencia a irse al piso.
 
Y es bueno que el país tome nota de esta curiosa alianza interna-foránea (de ¨maco y cacata)¨ entre agencias extranjeras, algunas organizaciones de la sociedad civil (que reciben el situado) y conspicuos ¨hacedores de opinión pública¨ (perremeístas de la secreta), que tiene colindancia también con la campaña de descrédito y acusaciones que se nos hace en el exterior vendiéndonos como un país racista, xenófobo, etc.,  porque la estrategia-intención es clara -desde esa confabulación-: perdido mi candidato -razonan ellos-, hay que desacreditar a la JCE, vahear el proceso electoral y, de paso, y si es posible, crear una crisis de gobernabilidad…
 
Todo bien, pero obvian algo: que en este país –y desde 1996- el que perdió perdió y el que ganó ganó! Porque hace rato que ¨el código del perdedor¨ ya es parte de nuestra idiosincrasia y por ello el derecho al pataleo, incluso antes de la derrota, está garantizado. ¡¨…que no panda el cúnico¨, pues!
jpm
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