Tener fe y orar sin cesar

Los seres humanos tenemos la tendencia de acordarnos de Dios cuando estamos atravesando situaciones difíciles, y de olvidarnos de Él cuando estamos pasando por momentos de alegría, de prosperidad y de gloria.

Muchas veces hasta los que han asumido a Jesús como su Señor y Salvador pierden la perspectiva y se dejan abrumar por las dificultades, le piden a Dios que les ayude, pero no confian en que encontrarán en Él la solución de sus situaciones. En momentos de dificultad, casi siempre lo primero que se pierde es la fe. Y como consecuencia de eso, llega la perdida de toda esperanza.

Cuando perdemos la fe, llega el desaliento y la incertidumbre. La falta de fe es la desconexión con Dios. Y la fe se vive y se practica cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. La fe se vive, no se discute ni se publicita vanamente.

La fe es la conexíon y comunicación directa con Dios que se realiza a través de la oración. Cuando oramos, estamos hablando de manera directa con el Todopoderoso, con el Creador del Universo y con el Padre Celestial de todos nosotros, para quien “nada es imposible”. Cuando oramos se abren las puertas de la esperanza para cada una de las situaciones que vivimos.

Cuando el apóstol Pablo estaba haciendo su ardua tarea de llevar el evangelio hacia otros lugares y personas que no fueran los judios, le envio una carta a los habitantes de Tesalónica donde les decía lo siguiente: «Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:16-18).

Cuando sientas que la vida te está golpeando y que todo te está saliendo mal, no pierdas la fe y ora sin cesar.

Cuando todo te salga bien y la prosperidad se asome a ti y a todos tus proyectos,
tampoco pierdas la fe ni dejes de orar.

Cuando sientes que cuatro razones importantes de tu vida están caminando un sendero difícil, no pierdas la fe en que Dios hará nuevamente un milagro de vida para todos ellos y no dejes de orar para darle gracias a ese Dios que siempre convierte tu tristeza en alegría y tu lamento en danza.

Cuando sientas que has llegado a la cima, que tu familia ha logrado paz y tranquilidad permanente y que todo está color de rosas, no te olvides de profundizar tu fe y orar para darle gracias a Dios por todo lo que te ha dado, aunque muchas veces no te lo merezcas.
Cuando sientas que el mundo se te derrumba, cuando te llenas de temor por el presente y de pavor por el futuro, no pierdas la fe ni dejes de orar, busca el amor de Dios que siempre está ahí a tu lado, porque como dice 1era de Juan 4:18 “el perfecto amor echa fuera todo temor”.

Nunca pierdas la fe ni dejes de orar. Nunca te olvides que Dios esta contigo y no hay problema grande sino un Dios más grande que cualquier problema.

Confía en Dios por siempre. Ten presente que todo nubarrón momentáneo dará paso a un cielo hermoso, azul, cristalino y lleno de vidas bendecidas, familias fortalecidas en la fe y milagros caminando por doquier en sus corazones.

En todo momento  hay que tener fe y no cansarnos de orar. Y seguir el consejo que le dio Jesús a Jairo en Marcos 5:36: “No temas, cree solamente”.

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