Sustituir un líder antes de cerrar su ciclo
Por JOSÉ NÚÑEZ
Como todo lo que posee vida tiene unas etapas inherentes irreversibles que son inevitables, es decir; nacer, crecer, desarrollarse y morir. Ahí se da la única y real igualdad entre los seres vivientes: la muerte, ésta es innegociable y un hecho totalmente democrático.
Evidentemente, en este devenir del desarrollo de cualquier ser viviente, especialmente, del homo sapiens, o sea, del hombre que piensa, jugamos diferentes roles, por lo que estos comentarios los vamos a circunscribir al escenario político nacional, exclusivamente, al forcejeo ya dilatado que lamentablemente vive el partido de Juan Bosch.
Es un hecho admitido, que generalmente los líderes tienen un ciclo histórico, el cual puede ser de corto, mediano o muy extenso en el tiempo. Aunque lo que muchos argumentan, es que cuando éste se trata de cortar o se corta antes de perimir, el desenlace tiene varias opciones y consecuencias que muchas veces son incontrolables por los actores.
El cortar o tratar de cerrarle el paso a un líder político, fundamentalmente cuando no ha concluido su fase histórica, lo que quiere decir que conserva fuerzas, poder y popularidad, las cuales son de diferentes magnitudes, y al éstas verse amenazadas con ser extirpadas o menospreciadas, a través de su jefe político, los choques son inevitables.
Y, nunca los choques internos son buenos, aquí no hay vencidos ni vencedores, ya que involucran de una forma u otra muchas variables y detalles, que si no son vilezas, coquetean con éstas.
Entonces, los costos políticos de cerrar el paso ex antes de estar en retiro a un líder en un partido político son los siguientes, haciendo la observación, que a mayor fuerza del liderazgo que se pretenda doblegar, más intensos, extensos y duraderos son los efectos nocivos a la institución que lo viva.
En este contexto, el primer costo político; la institucionalidad de la organización se reciente al igual que muchos de sus integrantes. Luego viene la desconfianza entre los mismos compañeros de partido, otros se envilecen, siguiéndoles la falta de credibilidad entre sus electores y las salidas de miembros y amigos a otras organizaciones de la competencia.
Todo esto refleja la inminente fragmentación del partido, ya sea que esté en el poder o fuera del mismo.
Si la organización envuelta en el conflicto está fuera del poder del Estado, su premio es, que no podrá soñar con administrar las cosas públicas hasta que no resuelva su situación.
Cuando se entra en este trance de división, el que está en el poder, casi siempre sale de éste, y, luego fuera del mismo, por sus incomprensiones, torpezas y ambiciones, lo que les viene es un verdadero infierno.
En conclusión, el costo de intentar renovar un liderazgo antes de este cerrar su ciclo, máxime cuando se le empoderó, proyectó y ensalzó; el precio que se paga de tal acción, es simplemente entregar el poder; de paso, los efectos nocivos que se viven inmediatamente, solo el todopoderoso está en capacidad de saberlo.
A todo esto se está exponiendo el Partido de la Liberación Dominicana, con el trato que se le quiere o se comenzó a implementar hacia su presidente, el doctor Leonel Fernández Reyna.