Special report: Trujillo, ¿caimán o kind man?
Historias y anécdotas que provocaron risas, lágrimas y aplausos fueron contadas por tres médicos de largo ejercicio en una tertulia celebrada en esta capital denominada “Cátedra de los maestros de la cardiología”.
Los doctores Luis José Soto Martínez, Pedro Marmolejos y Nelson Báez Noyer hicieron un apretado recuento de su ejercicio profesional ante decenas de colegas congregados en el mini auditorio de Laboratorios Rowe por convocatoria de la Sociedad Dominicana de Cardiología, que preside el doctor Donaldo Collado..
Al revelar el medio ambiente en que nacieron y crecieron, los motivos `que los estimularon a interesarse en la medicina y los escollos que superaron para titularse profesionalmente, expusieron una serie de vivencias que dieron colorido a la actividad, organizada por el periodista José Pimentel Muñoz.
Soto Martínez, quien con 87 años de edad es el de más edad, precisó que nació en 1929 en San José de Ocoa, que entonces era una aldea que no tenía médicos y que solo recibía los sábados a dos galenos provenientes de Baní que se pasaban el día en consultas.
Contó que se interesó en la medicina porque a un hermano le diagnosticaron un “soplo cardíaco” y él, con ocho o nueve años de edad, le prometió a su madre estudiar medicina “para saber lo que tiene mi hermanito”.
Era una época muy difícil y en Ocoa solo había dos vehículos que transportaban fuera del pueblo: uno que hacia el correo de Ocoa a Baní y otro que transportaba personas de Ocoa a la Capital. Y había dos camiones que sacaban la producción de café y regresaban con mercancías que en Ocoa se necesitaban. “Un viaje en las décadas del treinta y el 40 de Ocoa a la capital era una odisea”, afirmó.
Apuntó que en Ocoa los bachilleres se podían contar con los dedos de la mano, los maestros eran importados de la Capital y no había escuela secundaria, por lo que él vino a la capital a hacerse bachiller.
Como estudiante de medicina en la Universidad de Santo Domingo, hizo práctica en el hospital Salvador B. Gautier, donde los doctores Manuel Tejada Florentino y Fernández Caminero lo estimularon a hacerse cardiólogo. Se graduó de médico en 1952 y se fue a España a especializarse en cardiología en el Instituto Jiménez Díaz, de Madrid, donde obtuvo el título en 1954.
TRUJILLO
Estando en España presenció un hecho muy jocoso en ocasión de la visita del Generalísimo Rafael L. Trujillo y lo recuerda como una de sus anécdotas inolvidables, que además lo han hecho descartar que existan “visitas sorpresas” de los presidentes.
“La Embajada dominicana estaba ubicada en la calle Serrano esquina Hermosilla, en el centro de Madrid, y ahí íbamos un sábado sí y uno no, porque los periódicos dominicanos llegaban una vez al mes y los jóvenes íbamos a leerlos. Cuando Trujillo fue a España previamente llegó una avanzada. Por eso cuando a mi me dicen que un Presidente hace una visita sorpresa, yo no se lo creo porque tengo la experiencia de cuando Trujillo fue a España y no fue de sorpresa. Fue una avanzada a estudiar el terreno y a nosotros nos tocó uno de esos días que fuimos a la Embajada por los periódicos, que un miembro de la avanzada estuviera ahí”, explicó.
Agregó que “frente a la Embajada en Serrano esquina Hermosilla había un sitio donde vendían cerveza y los muchachos después de leer los periódicos cruzábamos a beber cerveza y el emisario de Trujillo se fue con nosotros. En el grupo había un hijo de Julio Ortega Frier, quien había sido rector de la Universidad de Santo Domingo. Se llamaba Virgilio Ortega, y entonces llegamos al lugar y comenzamos a beber cerveza. De repente a Virgilio se le ocurre decir: ‘amigos mañana llega el Caimán’. Una expresión despectiva de Trujillo. Pero inmediatamente se da cuenta de que todos los que estamos ahí no somos estudiantes y que hay un emisario de Trujillo. Y Virgilio se puso de pié y dijo: ‘sí, mis queridos amigos, mañana llega el kind man, el hombre bondadoso, el benefactor de la patria’. Así que todos brindamos entonces por el hombre bondadoso”. Hábilmente Ortega tornó el término en español caimán despreciativo de Trujillo, en una expresión en inglés que lo elogiaba.
Soto Martínez contó que de España fue a Nueva York donde estuvo en dos hospitales y regresó regresó al país después de 1961, participando más tarde junto al doctor Marcelino Vélez Santana en la estructuración a nivel nacional de la Asociación Médica Dominicana.
COCONETTE CON GUINEO
El doctor Marmolejos, nacido en Santiago en 1938, pero quien se considera de Nagua porque vivió allí junto a su familia desde los nueve meses de edad, reveló que desde pequeño tuvo la inquietud de ser médico porque una vez fue un médico a su casa con estetoscopio al cuello, a examinar a su padre.
Contó que se hizo bachiller en Nagua en una época en que era mensajero de la Tesorería Municipal, ganando 15 pesos mensuales, y al propio tiempo músico de la banda municipal, devengando un salario de 4 pesos con 50 centavos al mes. Fue a duras penas que logró reunir los 150 pesos que se exigía en la década del 50 para la inscripción en la Universidad de Santo Domingo, a donde vino a estudiar.
Apuntó que en el segundo año de medicina tuvo la oportunidad de trasladarse a San Cristóbal al hospital Juan Pablo Pina, al que definió como el mejor del país en esa época para estudiar medicina porque allí estaban los mejores médicos. Permaneció allí desde 1957 hasta que se graduó en 1962.
Tuvo la oportunidad de servir de ayudante del doctor Héctor Mateo, quien era jefe de cardiología y recuerda que un grupo de los “practicantes” en el hospital venían en una guagüita a la universidad. “Cuando retornábamos a San Cristóbal a las 10 de la noche, lo que encontrábamos en el comedor del hospital eran trozos de plátanos más duros que una roca y eso había que comérselo. Pero en el frente había un colmado que nos fiaba. Nosotros ganábamos como practicantes 98 pesos mensuales y cenábamos guineo con coconete”, destacó Marmolejos.
“En 1962 fui a hacer mi pasantía a Bani y el prurito de ser cardiólogo no se me quitaba, por lo que fui a parar a Venezuela y Nueva York, donde no pude radicarse y pasé más crujía que un forro de catre”, confesó.
Volvió a Baní y allí el doctor Guarocuya Batista de Villar, en ese momento uno de los cardiólogos más reputados, le invitó a irse a la capital a estudiar cardiología en el Instituto Dominicano de Cardiología (IDC), que tenía poco de fundado y funcionaba en el hospital Francisco Moscoso Puello. Perteneció a la promoción de 1967-1969.
Marmolejos laboró por varias en el IDC, fue profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo durante veintitrés años y fue el primer médico dominicano que estudió ecocardiografía en Puerto Rico.
BAEZ NOYER
Báez Noyer, el más locuaz de los tres expositores en la tertulia -auspiciada por Laboratorios Rowe, cuyo gerente general Miguel Popa ofreció un brindis- nació en Valdesia, Baní, en 1947 en el área actualmente ocupada por el agua de la presa del mismo nombre, nutrida por el río Nizao, que antes era muy caudaloso.
Estudió medicina acicateado por el contacto con la naturaleza en su campo natal y por las diferentes y sensibles enfermedades de los miembros de su familia: abuelos, padres y tíos, quienes murieron de diabetes y problemas cardíacos. Además, su hermano mayor tiene cardiopatía hipertrófica y tiene tres “stents” coronarios. Su otro hermano fue operado de cuatro “bypass” coronarios. Su hermano menor fue operado del corazón y su hermana es hipertensa.
Báez Noyer se graduó de médico en 1975 y de cardiólogo en 1980. A poco de hacerse cardiólogo se trasladó a Santiago, donde ha tenido una carrera muy diversa. Pero ha tenido eventos cardíacos en el 2007 y en el 2015 (obstrucciones arteriales que han colocación de colocación de stent y puesto en evidencia que también los médicos sufren afecciones de la salud).