¿Somos todos bipolares consumidores?

La República Dominicana suele atravesar períodos de euforia consumista, para luego caer en etapas depresivas, acompañadas muchas veces por violencia.  El ciclo se repite una y otra vez desde hace algunas décadas y se ha convertido en una enfermedad para la cual todavía no hemos encontrado la cura.El ánimo de la Navidad, doble sueldo, regalos y el fin de año encuentran a la sociedad en un pico de excitación.
El consumo vuela y las personas entran y salen de los supermercados y shoppings cargadas de bolsas con compras y antojos. Se trata de una franja de la sociedad, no todos, es cierto.  Sin embargo,  los niveles de gasto privado se han incrementado a niveles que resultaban fuera de lo creíble hace sólo unos años  y aunque los precios de los combustibles en el país han experimentado rebajas, de un 20%, no se percibe  una disminución de los precios.
El que compro caro quiere vender caro y como hay mas circulante, dicen,  «Si lo quieres lo pagas, sino vine otro y lo compra». Es la mala fe del comerciante.El desastroso sistema de distribución de la renta nacional, toqueteado por los oligopolios y amigos de los jefes, sigue sin ser un reflejo adecuado de los niveles de competitividad y de esfuerzo de los individuos, pero es innegable que hay más dinero en los bolsillos de los consumidores.
La R.D. ha vivido ya experiencias similares. Estallidos de euforia que se traducían en un boom del consumo y en un frenesí que alcanzaba su clímax justamente en los alrededores de las fiestas y de las vacaciones.
Como típico país bipolar, al cabo de un tiempo –y como consecuencia de las fallas estructurales del sistema económico que tornaban efímeras las recuperaciones– se volvía a caer en una depresión propia de los enfermos.  En R.D. es siempre después de Navidad. Se espera baje el dólar y de eso nada. Gastemos, que después viene la resaca.Me dijo el Dr. Reyes Nouel, una vez, que el país debería ser recetado con una enorme dosis de litio, medicina para bipolares, por eso la característica de la bipolaridad en R.D., ha sido el efecto anestésico de las bonanzas que suceden.
Cuando ese flujo se aquieta, el país no se detiene a pensar por qué ocurrió el fin de las vacas gordas.  Generalmente encuentran un chivo expiatorio adecuado, reparten culpas exteriores y apela a la bondad de la naturaleza para apostar a una recuperación.Unas extraordinarias condiciones exteriores disimularon los dislates de una administración de revanchismos y el país se recuperó, como el Ave Fénix.Si no fuera por remesas, mineria, inversión extranjera, súper lavado en la isla trampolín que es Quisqueya, y millones de préstamos recibidos; el PIB no creciera, o mejor dicho,  sin el juego econométrico e interpretación de índices estadísticos de nuestros economistas de escritorios, no pudiéramos ser la nación más prospera del Caribe y cuidado sino de América, que  venimos reportando en prensa.Crecemos a tasas Chinas y hay mucho dinero y préstamos, en la calle,  segun los de arriba, por eso podemos gastar más y cobrar más impuestos, es el razonamiento de escritorio.

El otro gran drama nacional –el “fashionismo del allante”– debería ser resuelto de algún modo.

Todos queremos lo mejor aunque nos endeudemos hasta el tuétano.

El estímulo al pensamiento realmente diferente tendría que tener un lugar en la R.D. que todo lo etiqueta y todo lo embarra. Si nada de esto hacemos, es muy posible que sólo dependamos del milagro exterior.

Y si ese milagro exterior se detuviera o frenara su envión en coincidencia con el agotamiento de un modelo interno maniatado y antojadizo, es muy posible que, de nuevo, caigamos en la fase depresiva de la bipolaridad.

Nuestra medicina debe ser el sentido común, la libertad, la confianza en la inversión, la vigencia del derecho y la independencia y honestidad de la Justicia.

Si no tomamos esa dosis y seguimos practicando, la agresión, la desconfianza, la obsecuencia y la estrechez de miras a  VISIÓN futura del Estado, es muy posible que a la euforia de hoy siga un período de angustia.

Dicen los especialistas que el enfermo bipolar que conoce su enfermedad y no está bien medicado puede determinar casi con precisión horaria cuando se deprimirá; a qué hora terminará su euforia y empezará su depresión. Intentemos una mirada interior que nos permita ver con anticipación el fin de la euforia.

Quizás, si llegamos a ese lugar con antelación, podamos mantener en pie gran parte de lo bueno, eliminar los errores y transformar la bipolaridad en una estabilidad emocional fructífera que nos acerque a las vivencias normales de los países normales.

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