Somos lo que hablamos

 

 

El jueves 14 de abril,  tuvo efecto el acto de lanzamiento del Diccionario fraseológico del español dominicano.  En esa actividad, realizada en la sede de la Academia Dominicana de la Lengua,  pronunciaron enjundiosas disertaciones los lingüistas  Bruno Rosario Candelier, director de la Academia; Irene Pérez Guerra, miembro de número, y Roberto Guzmán, miembro correspondiente, quienes a su vez  han sido los redactores del libro.

Me  temo que  al  hablar sobre  esta publicación   no haga yo otra cosa que  llover sobre mojado, que es similar a echarle manteca a carne gorda.  Pero pensándolo bien,  no puede uno así por así, dejarse ahogar  en un vaso de agua, de manera que  es mejor tirar pa’ alante.

La convicción más firme que sustento sobre  el Diccionario fraseológico  es que éste puede servir como espejo para que los dominicanos apreciemos un filón fundamental de nuestra identidad,  pues  ya se ha dicho que somos lo que hablamos.

De igual modo,   para las personas procedentes de otras latitudes   que quieran asomar a nuestra conciencia  para identificar palpitaciones  espirituales y   conocernos como conglomerado humano, esta es una obra imprescindible.

La lengua solventa a los seres  humanos sus necesidades de comunicación.  Mediante este valioso instrumento,  expresamos deseos, sentimientos, o requerimientos; juzgamos, informamos, declaramos, congratulamos o convencemos, gracias a la lengua.

Pero no solo eso, sino  que por la lengua puede el ser humano expresarse a sí mismo, ya no solo  pedir agua o comida, anunciar que se marcha o decir su nombre, sino justamente mostrar la persona lo que es, verter sus interioridades, denotar  si es egoísta o generoso, si es creyente o incrédulo, si es ignorante o ilustrado, si es resuelto o timorato, en fin…

De ahí lo ajustada de la sentencia: “¡Raza de víboras! ¿Cómo podéis vosotros decir cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mt. 12,34-35).

Si la facultad del habla nos diferencia de otros seres y de las cosas, el habla  particular nos  permite expresarnos, en primer término  como individuos, y en segunda instancia como pueblo o comarca.

Un elemento de  primera importancia para esa expresión es la fraseología, de manera que para la búsqueda de la expresión colectiva, nada más indicado  que hurgar en el repertorio de locuciones, frases, giros y  adagios de los que emplean los hablantes dominicanos.

Los “frasemas”, como llaman  los lingüistas a estas expresiones,  resuelven al hablante  escaso de vocabulario la necesidad de emitir un juicio, sobre todo para aquel a quien no le germinan las ideas y se le escapan las palabras. Las frases  guardan estrecha relación con la ley del menor esfuerzo,  pero  con la particularidad de que ofrecen al hablante la oportunidad de alcanzar una salida airosa en su intento de expresión.

Hay frases para cada situación. Y fungen de auxiliares del pensamiento y de la comunicación.  Muchas  veces  pueden servir de  muletas a discapacitados verbales que logran sacar a flote  un pensamiento, apoyados sobre este modo de hablar.

No hay dudas de que  resulta más cómodo  hablar con una frase hecha que detenerse a inventarla.  ¿De qué modo podría  mejor articular su pensamiento un hombre de vida llana y elemental que quiera aconsejar a su hijo respecto de la conveniencia de guardar silencio frente a determinada situación?  Simple, le dirá: “Mi hijo, en boca callada no entran moscas”.

Otro hombre que guarde menos aprecio por el muchacho y quizá vinculado a la causa que éste ha criticado,  lo dirá de otro modo: “Por la boca muere el peje”.  Lo cual, obviamente, envuelve una amenaza.

Pienso que el Diccionario fraseológico del español dominicano, más que un catálogo de expresiones, representa una auténtica  descripción de la idiosincrasia dominicana, formulada   mediante estos recursos lingüísticos de cuyo empleo no es ajeno ningún sector social, sin importar, incluso, su nivel de lengua.

BALAGUER

Por ejemplo, Joaquín Balaguer, político y escritor que fuera  paradigma  de hablante culto, se valió de este  medio para acentuar en la mente de las masas, no precisamente cultas,  su plan reeleccionista. Dijo alguna vez: “No es conveniente cambiar de caballo cuando se está vadeando un río”.  Con esta frase dejaba de lado todo el armazón retórico que la acompañaba. Aun más, como el verbo “vadear” no es de uso común en el habla dominicana,  la gente lo tradujo a “pasar” y el lema devino en “No es conveniente cambiar de caballo cuando se está pasando un río”.

Y siguiendo con Balaguer, ese hombre de fina estampa, en conversación con la prensa, empleó  la locución verbal  “hacer pupú fuera del cajón” para rechazar, con sobrada vehemencia,  un acto de un adversario político.

Muchas frases y adagios nos han llegado de otros ámbitos (“Árbol que nace torcido nunca sus ramas endereza”), pero en locuciones y giros “ay, mamá”, ahí sí hay dominicanidad.

La autenticidad, la fidelidad   a un sentir, a una peculiar forma de ser que se expresa a través del habla, encuentra  ajustada ilustración en la anécdota, quizá producto del imaginario colectivo, según la cual un inversionista extranjero se acercó a un empresario dominicano y al cuestionarlo  sobre la marcha de los negocios, éste respondió: “En este momento, la cosa está floja”. Por el contexto, el forastero dedujo  que los negocios no iban bien.

En visita a otro empresario, salió a relucir el mismo tema. El dominicano explicó que “la cosa está muy apretada”. El visitante estuvo a punto de creer que para éste los negocios estaban bien, pues “apretada” es antónimo de “floja”. Pero qué va,  para ambos, en su respectiva circunstancia,  “estar flojo” y “estar apretado” daba lo mismo.

Estos hechos me facilitan concordar, como al efecto concuerdo,  con Bruno Rosario Candelier, quien en el prólogo del Diccionario, escribe lo siguiente:

“El campo de la fraseología constituye una singular faceta de la peculiaridad idiomática de nuestra lengua ya que el cultivo y la creación de expresiones idiomáticas revelan aspectos entrañables del genio lingüístico  de nuestros hablantes”.

PAPEL DE LA FRASEOLOGIA

Se ha hablado suficientemente  acerca del papel del lenguaje en la formación de la conciencia humana, y  a propósito observo  que en la fraseología  tiene el hombre   una vía cómoda para emitir juicios, declarar deseos o dictar sentencias y sobre todo para revelar quién es, vale decir  expresarse a sí mismo.

“La lengua no sirve solamente al hombre para expresar alguna cosa, sino también para expresarse a sí mismo”.  La afirmación corresponde al filólogo alemán Georg Von Gabelentz  (1840-1893), citado por Pedro Salinas.

Me parece que el Diccionario fraseológico,  obra de la Academia Dominicana de la Lengua, publicado con el apreciable auspicio de la Fundación Guzmán Ariza, significa una excelente contribución al robustecimiento de la conciencia del ser dominicano.

La fraseología  sirve de  auxilio para el pensamiento e implica la concepción de una colectividad acerca del mundo, de la sociedad, de la moral, de la divinidad y de todo  otro elemento de la cosmovisión  que incide sobre la conciencia social y que se  expone mediante el lenguaje.

Este libro  constituye  un  recio monumento a la cultura dominicana, transportada a través de su vehículo más eficaz, que es la lengua.

(Palabras del escritor Rafael Peralta Romero en el coloquio sobre el Diccionario fraseológico del español dominicano, efectuado en Santo Cerro, La Vega, organizado por el Ateneo Insular)

jpm

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