Sigmund Freud, y como telón de fondo: su fama y el fascismo

No hay forma de descifrar el por qué la cara reflexiva-axiológica de nuestra intelectualidad se debate-exhibe hoy, en uno –respetable-, que apela a una prédica cívica-política-histórica de la patria ya en desuso: (aunque no por ello, deje de ser oportuna y definitoria de nuestro amenazado futuro histórico-geográfico-cultural) el patriotismo, y en otro –digno de mejor ocupación política-literaria-, que se desvive en una fijación-descalificación maniquea para ocultar, con cara de pendejo, una apuesta política-electoral (en desintegración-fragmentación irrevocable) que todos sabemos profesa y aupa. Mientras Pablo Iglesias (el de Podemois y su ensayo: Disputar la Democracia) nos recita el exacto estado histórico-actual de nuestra democracia embridaría-deficitaria “…es indudable que en la mayor parte de los casos la llamada dictadura del pueblo encarnado por el proletariado se convirtió en el gobierno de un partido y finalmente en el gobierno de las élites de ese partido [en nuestro caso, la vía electoral con nuestros partidos tradicionales de actores protagónicos, con sus matices, y en apretada síntesis, acaso, ¿no ha significado lo mismo?], prestas a entregarse al mejor comprador como demostraron buena parte de las biografías de los burócratas del Este reconvertidos en prósperos hombres de negocios y lideres de las transiciones a sistemas ultraliberales…”.
 
Por ese ir a la reversa (que tan bien radiografió-cantó Juan Luis Guerra) de la política y de la historia, se produjo una caricatura-relajo de 15M que quiso ser Primavera Árabe en medio de una resaca-derrota post electoral (tele-dirigida) que intentó desconocer-deslegitimar un proceso-certamen electoral (mayo-2012) que no fue impugnado en ningún colegio del mapa electoral nacional. Más sin embargo, e inocente de la jugada, imberbes e “izquierda burra” –sin propuestas reivindicativas ni plan alguno, y sólo con consignas-insultos- pretendieron tomar la luna por asalto e izar bandera, para sus líderes intelectuales-políticos mediáticos bien agazapados –que digo, ¡escondidos!- en sus madrigueras de escritorio: la cátedra, la literatura de nostalgia, un partido jurásico y un periodismo político-light que a nadie engaña ni aglutina.
 
Si el anterior caos-paralelismo sociopolítico-histórico-intelectual no es digno de la atención del psicoanálisis de Freud –con vigencia o no, entonces, ¿qué diablo podrá explicar esta yuxtaposición de máscaras y de luchas sociales perdidas en el vertedero de nuestra historia?
 
Lógicamente, al padre del psicoanálisis le tocó vivir en el contexto histórico-filosófico de la transición de dos mundos: el que la ilustración sepultó, y el que él mismo puso pata arriba: al hombre ante sus miedos, instintos, tabúes, taras y prejuicios…, y esa hazaña científica-filosófica-sociológica la llevó a cabo, sin quedar exento de ser catalogado, en líneas contradictorias y opuestas que iban, según Enrique Sarasa Bara, autor del libro-biografía “Sigmund Freud”, “…de libertador de la cárcel moral del hombre, de genio iluminado y de médico que encontró la vía para la curación de los males del alma; pero también se le ha considerado, con igual intensidad, un embaucador que tergiverso las pruebas y los resultados de sus historiales clínicos, que incluso plagio algunas de las ideas de sus mejores discípulos y que construyó una gran mentira basada en la propaganda y en la difamación de sus  adversarios” (“Sigmund Freud”, P. 6, op. cit.).
 
Ahora bien, ¿cómo superarnos y elevarnos a otro estadio de democracia mas representativa y justa? ¿Cómo sentar las bases para sancionar justamente la corrupción pública y privada, y hacer posible gobiernos (central-municipal) transparentes y fiscalizables a la luz ciudadana? O Definitivamente, ¿cómo dejar atrás, de una vez y por todas, las falencias sociopolíticas-institucionales que nos retrotraen y nos zarandean desde el año 1961 en que ajusticiamos al sátrapa e iniciamos el vuelo hacia la libertad y la democracia, no sin contratiempos ni traumas cástrense-policíacos como aquel bonapartismo sanguinario que se instauró a pocos años después del golpe de Estado aJuan Bosch, de Manaclas y de aquella gesta patriótica de abril de 1965?
 
Tal vez, quien sabe, unas modestas conquistas (conjuro del analfabetismo, tandas extendidas, veedurías públicas, el 911, y el 4% para educación) podrían indicarnos otros senderos, o mínimo, otra forma aceptable de aproximación a un nuevo ideal gradual que, de toda forma, no deja garantía de que podrá perdurar mientras no pongamos reglas a la vorágine de un sistema de partidos políticos cuyos actores protagónicos, de todos los colores, se las ingenian para posponer pírricas reformas políticas-electorales sin sospechar que agonizan y que sus días –dado su avanzado estado de  anquilosamiento colectivo- están contados. Y todo, ¡digámoslo de una vez!, porque sus jerarquías (y otros poderes fácticos: una mezcla de oligarquía política-empresarial añeja-nueva) todavía no terminan de saciar la fase primaria de su “acumulación originaria” rápida y espontánea que le permita el relevo-perpetuidad de un histórico nepotismo, pero sobre todo, elabsolutismo-conservadurismo hegemónico de esos “aparatos” políticos como correctamente los definió Narcisazo.
 
Quizás, un momento crucial y aleccionador para nuestra realidad actual, podría ser el hurgar en la pre-figuración del fascismo como fenómeno socio-político de excepción y de cómo lo asumió Sigmund Freud en su mundo de contemplación-nacionalización científica absoluta; ello, tal vez, nos aproxime a esta indiferencia nacional en que solo dos intelectuales -diametralmente bifurcados- se atreven a desnudarse en público hoy día: uno –repito-, apelando al rescate y salvación de la patria víctima de una conjura internacional –tal cual viene denunciando y que no es nueva- que cuenta, inefablemente, con el auspicio rentable de unos caballos de Troya nacionales bien enquistados en oligopolios periodísticos, en un canto de la sábana del poder, en agencias extranjeras y libelos político-periodísticos; y el otro, atrapado en una fijación política-personal que quiere disfrazar de cruzada cívica-ciudadana para dizque adecentar la vida pública, cuando todo el mundo sabe que su puja y apuesta política-electoral está indisolublemente ligada a un instinto-liderazgo al que grita y ruega le seda el paso al que entró a la selva pero que no sabe por dónde salir. Y ese extraviado, para empezar, ya no tiene partido (o el ventorrillo que prestó), y si se pasa de alegre y contento, en la refriega y la cultura del “dame lo mío”, se quedará –obviando el antecedente Peynado- en la orfandad económica.
 
Pero, ¿cuál era la atmósfera socio-económica y política universal que incubó al fascismo y sus engendros demenciales conspicuos: Mussolini y Hitler?  Quizá baste este breve esbozo panorámico, para ubicar, en el momento actual nacional, el posible aspirante que se asoma –justamente, entre las dos amenazas, sin dejar de ser él la tercera posible- bajo canto de sirena y de una aureola intelectual que disfraza sus garras de largo aliento, leamos:
 
“…Afínales de la década de 1920 la situación era insostenible para el grueso de la población. La inflación estaba acabando con los ahorros de los ciudadanos; en las calles, comunistas y nacionalistas se enzarzaban en violentos combates; el paro, que en 1932 alcanzaba los seis millones de desempleados, crecía a ritmo vertiginoso; y ninguna medida parecía capaz de acabar con el hondo pesimismo de la sociedad alemana. En medio de la confusión y el caos, un partido que hasta entonces había sido minoritario, el NSDAP de Adolf Hitler, supo hacerse, gracias a su programa nacionalista, antisemita y critico con el sistema de gobierno, con el apoyo de las masas y de las elites terratenientes. Las promesas de una segura recuperación económica, unida a los temores causados por el ascenso del KPD (el partido comunista alemán), que facilitaron el apoyo de los sectores mas poderosos y dotados económicamente, permitirían que Hitler ascendiera rápidamente hasta lo mas alto del poder” (P. 159, op. cit.).
 
Y no estamos hablando del desafío-match, en su momento (2009), Vargas Llosa versusHugo Chávez, que tan bien hubiera hecho a toda Latinoamérica, sino, del que se aproxima sigiloso envuelto en libros-ensayos, cantos patrios y cuentos de Caperucita roja, escudado en un obtuso que ya se alzó con una reliquia-siglas.  Reliquia-siglas que ya se esfumó, pero puede ser el estribo del jinete para dar, finalmente, el zarpazo y repetir el maldito ciclo histórico de nuestras noches más oscuras y tenebrosas…
 
El único escape posible frente a la doble amenaza –la disolución como nación y la barrida del actual sistema de partidos políticos (si no, miremos el caso de Venezuela, de Ecuador y de Bolivia, y preguntémonos ¿qué quedo de esos obsoletos “aparatos” políticos?: COPEI, Acción Democrática, PLR, PC, PSE, MPD, MNR, MIR, ADN, etc., ¡nada!?- que nos acecha es: accionar, sin demora, dos torniquetes: una política de Estado firme y resuelta que haga colapsar la conjura internacional cierta y real de la disolución, y sentar el precedente histórico de una ética pública, no de declaración, sino de fiscalización ciudadana y cuyo soporte técnico-jurídico-constitucional sea un Tribunal Supremo, Autónomo e Independiente. A propósito, el Dr. Ramón Antonio (Negro) Veras, bien podría ser el presidente-juez ético-institucional que lo presida. Él se encargaría también de formar el equipo de restantes jueces probos e incorruptibles.
 
Sin embargo y a pesar de cierto triunfalismo electoral de algunos, no estamos exentos –de seguir apostando “al menos malo”; pero que pospone y pospone- de que al igual que el padre del psicoanálisis observemos, absortos y perplejos, como “Al día siguiente, Hitler hizo su entrada triunfal en Viena…”; y con ello, “Muchos de personajes que habían criticado a Hitler fueron sometidos a vejaciones públicas que, en muchos casos, acabaron en ejecuciones públicas que fueron secundadas por los ciudadanos vieneses. Algunos intelectuales, como el escritor Egon Friedell, se suicidaron para huir de la represión nazi” (p. 164, op. cit.).
 
Y que encima nos obliguen –como a Freud- a firmar la siguiente declaración:
 
“Yo, profesor Freud, confirmo por la presente que después del Anschluss de Austria al Reich de Alemania, he sido tratado por las autoridades germanas, y particularmente por la Gestapo, con todo respeto y la consideración debidos a mi reputación científica; que he podido vivir y trabajar en completa libertad, así como proseguir mis actividades en todas las formas que deseara; que recibí pleno apoyo de todos los que tuvieron intervención en este respeto, y que no tengo el mas mínimo motivo de queja” (P. 167, op. cit.).
 
“Poco después, Freud comentaría que había incluido en el papel una frase de sutil ironía: “Puedo recomendar a la Gestapo a cualquiera”. Sin embargo, el valiente acto parece formar parte de la leyenda que acompañó al profesor. Cuando décadas después se encontró el papel original donde Freud había depositado su firma, se descubrió que la atrevida frase no figuraba por ninguna parte” (P. 167, op. cit.).
 
Mentira o invento –la frase- de Freud, ojalá que no nos toque firmar –o inventar- nada, ni tampoco asistir a la entrada triunfal de ningún Hitler prefigurado…     
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