Ser un buen padre es una patente de triunfador: es compendiar una serie de atributos respetables
Este domingo hemos celebrado el Día de los Padres en el país. Esta es una razón muy válida para reflexionar en este «conversatorio» sobre las funciones de esa responsabilidad, la de ser ejemplo y dirección en la crianza de nuestros hijos. Tan pronto llegamos a ese rol por mandato de la ley natural y las leyes del hombre, asumimos el compromiso mayor de nuestra propia y exclusiva responsabilidad para darle cumplimiento a tan alta función social.
Es el momento de hacer frente a la vida valiéndonos por nosotros mismos, con el compromiso de formar un hogar y hacer familia. Entonces hacemos uso de derechos que antes ejercían nuestros padres en nuestro nombre y representación, es decir que se nos imponen una serie de deberes a cumplir en el escenario amplio de la paternidad. Aquí debemos hacer un despliegue de inteligencia, obligaciones de exigencias diarias, capacidad de convivencia y de luchar por convertirnos en ejemplo a seguir por nuestra descendencia.
Es salir del muelle y tranquilo reposo del hogar, para entrar en las actividades de un gran encargo. Es trabajar con dignidad para producir el sustento propio y el de la familia. Es acción sin desmayo, luchando día a día con toda la energía física y mental para procurarse una familia ejemplar. Que mañana sean nuestros hijos fuente de orgullo para esos que somos padres. Por consiguiente, esa oportunidad de ser padre, es la encrucijada que nos brinda el destino para formar ciudadanos ejemplares para que ellos sean útiles a la humanidad, en un sincero esfuerzo de luminosidad.
En definitiva, examinado el rol de padre vemos que hoy más que nunca en esta convulsa sociedad donde los valores se hacen cada vez más escasos, es un gran desafío al que debemos enfrentarnos los padres con las armas: del ejemplo, la educación, el trabajo y la moralidad, para tratar de armonizar en forma idónea con el paradigma diario y la adecuada dirección de nuestros herederos, procurando siempre los sagrados intereses comunes de llevar muy orgullosamente a nuestra progenie a ser ejemplos en esta colectividad, el que los hijos sean hombres y mujeres de bien, este es el mayor y el más gratificante regalo que puede recibir en su día un padre, pues esa acción paternal solo acaba con la muerte.
Bien sabemos que cuando la moralidad ordena las acciones de un individuo, es porque la rectitud de la vida lo acompaña, revestido de los fines más elevados de vida, como lo es el correcto cumplimiento de los deberes familiares y sociales.
La moral no es innata, se adquiere con la educación, la que en gran medida es responsabilidad del padre. Ese otro padre, el ligero, el irresponsable, el que abandona, ese que solo forja influencias deplorables, generando hogares disfuncionales tan común hoy día, es en gran medida responsable del descalabro moral que estamos viviendo.
Es decir, que ser un buen padre es una patente de triunfador, es compendiar una serie de atributos respetables.
Pero no solo para el aprecio muy personal del ejecutante, sino por las luces de virtud que irradiará más tarde su progenie en toda la sociedad. Tuve la gran dicha de tener un padre muy excepcional, don José, quien ya habita los espacios siderales.
Mis herederos ya me han dado el mejor regalo de padre. Mis tres «bondades bellas e inteligentes»: Carolina, Omar y Melisa, son hijos muy ejemplares y me han proporcionado tres nietos, de los que yo quisiera convertirme en su preceptor, para estar todo el tiempo a su lado. En conclusión, por ellos, soy un padre muy feliz. Un feliz día de los papás.
En nuestro día los padres no tenemos tanta propaganda, ni tantos especiales en las tiendas, pero nos queda la inmensa satisfacción del deber cumplido y de haber sembrado en muy buen terreno. ¡Un abrazo fraterno a todos los padres dominicanos!
excelente trabajo
excelente