Señor Procurador: el tiempo pasa… la verdad huye

imagen
El AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo

El viernes 16 de diciembre de 2016 el mundo conoció detalles del escándalo de corrupción de mayor impacto en la historia de Latino América. Los medios noticiosos reseñaban los sobornos multimillonarios de la constructora Odebrecht. De inmediato, en casi todos los países envueltos se aceleraron medidas para investigar y detener a los involucrados. Con la excepción de República Dominicana, donde los carros del ministerio público parecen carecer de neumáticos para ponerse en movimiento.

 

El mejor aliado del crimen es el tiempo. Cuando los relojes de los persecutores (fiscales) se atrasan, las huellas se borran, los indicios se disipan y las evidencias llegan a la justicia tan débiles que, los jueces terminan poniendo a los procesados en libertad por “insuficiencia de pruebas”.  Por lo tanto, como decía el criminólogo francés Edmond Locard, “el tiempo que pasa es la verdad que huye”.

 

Un verdadero investigador, un persecutor responsable, sabe este principio fundamental de la criminalística, sin ser un Sherlock Holmes, aquel detective genial creado por el escritor Arthur Conan Doyle. Si el investigador no aplica los procedimientos técnicos y científicos a su caso, es porque sus intereses particulares los llevan a hacer todo lo contrario. Es decir, retrasa, camina lento y con demora para darle paso a que el polvo de la prueba se lo lleve el tiempo y el viento.

 

La impunidad es hija del tiempo estancado, del avieso propósito de que la indagación de los hechos sea un cuentagotas, un típico suero de miel de abeja. O dicho de otra manera: el mejor aliado de la empresa Odebrecht es el Procurador, quien con su reloj sin cuerda ni batería ha detenido el tiempo para beneficio de esta corrupta corporación. De hecho, el Procurador actúa como si fuera otro sobornado de Odebrecht, porque el tiempo detenido a favor del crimen es en esencia otra forma de soborno. Más sutil, menos escandaloso y más disimulado, pero soborno igualmente indignante.

 

El pueblo aprecia en silencio dos Procuradurías en su forma aberrante de actuar: la Procuraduría de los pobres y la Procuraduría de los funcionarios enriquecidos con dinero mal habido.  La primera, marcha como los entierros de los indigentes: rápido, sin descanso ni suspiro, porque hay que depositar (tirar) sin tardanza la caja en el cementerio. La segunda, se desplaza como las procesiones mortuorias de los millonarios: lentamente, sin prisa, con la calma que el castigo logra llegar –si es que llega- a los culpables cuando tienen mucho dinero.

 

Tranquilo señor Procurador, tómese su tiempo, sabemos sus compromisos. Puede continuar en cámara lenta. Mas le recordamos  que la verdad es como el colcho, por más que se trate de esconder en las profundidades termina saliendo a la superficie flotando. A veces una nube puede tapar a otra mientras se desplazan repletas de humedad en lo alto, pero súbitamente, un rayo rompe toda la complicidad de la atmósfera y millones y millones de gotas se desploman sobre un suelo sediento de lluvia, como si fuera un pueblo igualmente sediento de justicia.

 

Tómese su tiempo señor Procurador. Nada de allanamientos a los implicados ni embargos de cuentas para evitar que terminen gastando el dinero recibido, como es costumbre actuar en expedientes de esta naturaleza. Nada de impedimentos de salida, como tampoco medidas de coerción. Lo comprendemos señor Procurador.

 

Pero no debe pasar por alto que hoy las marchas son verdes, pero la sociedad que reclama el fin de la corrupción y la impunidad, madurará en espera de que usted termine de poner en marcha la espada de la justicia. Y si al final lo que se esconde es otra burla al pueblo, la ira verde también madurará en manifestaciones indetenibles de protestas.

 

La historia universal reseña un acontecimiento que debe servir de ejemplo a los gobernantes, para que puedan apreciar de lo que es capaz de hacer un pueblo hastiado de abusos y corrupción: “En en la mañana del 14 de julio de 1789, el rey Luis XVI de Francia, dormía plácidamente cuando vino a despertarlo un criado del Palacio de Versalles.

 

En ese mismo instante, varios miles de ciudadanos armados disparaban fusiles, mosquetes y cañones hacia la odiada prisión de la Bastilla y toda la ciudad de Paris estaba convulsionada.  El empleado del palacio informó al Rey del asalto a la Bastilla y entonces Luis XVI le preguntó: ¿Es una revuelta? (C’ est une revolte?,  a lo que el sirviente le respondió: No, es una revolución”.

JPM

ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
5 Comments
Nuevos
Viejos Mas votados
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios