San Cristóbal cuando Trujillo

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EL AUTOR es historiador y comunicador. Reside en Nueva York.

Para escribir la historia se requiere presentar los hechos tal como ocurrieron. El cronista debe apartarse de las pasiones y los prejuicios. Un buen historiador se coloca dentro del plano de lo imparcial para exponer su análisis y toma en consideración a las fuerzas que motivan los eventos que narra y las circunstancias que forjan los personajes que dominan el escenario sometido a escrutinio.

En lo personal no soy partidario de métodos dictatoriales de ninguna índole, pero el sentido objetividad impone que las cosas sean dichas sin distorsiones.

Les cuento que como gran parte de mi niñez transcurrió en la ciudad de San Cristóbal, aprendí que era un pueblo que hasta el 1930 se había mantenido como una aldea igual que los demás del país, pero que fue favorecido a una condición de prosperidad por el régimen de un nativo de aquel lugar.
En 1954 mi familia se trasladó a esa comarca siendo mi padre cabo del Ejército Nacional; al llegar a San Cristóbal se notaba que había experimentado logros en dos décadas que contrastaban con otras ciudades que lucían detenidas en el tiempo.
AVANCES
La actividad industrial proveía empleos a miles de dominicanos y centenares de extranjeros en áreas que iban desde obreros, técnicos, administradores, maestros, profesionales, artesanos y académicos.

En el campo de la educación, a mi llegada existía el complejo del Instituto Politécnico Loyola, la Escuela de Formación Naval, el Instituto Preparatorio de Menores (Reformatorio) y una escuela de música impresionante.

El hospital Juan Pablo Pina estaba equipado para satisfacer las necesidades de la población, había sucursales bancarias, dos mercados públicos, colegios privados, una casa de empeño (Monte de Piedad), emisora radial, un hotel de primera, tiendas, almacenes, cines, fondas, restaurantes.

En conclusión, San Cristóbal representaba el avance que no tuvo ningún pueblo desde que fue creada la República.

Hotel San Cristóbal.

Entre las factorías levantadas en la provincia había ingenios azucareros y allí operaban la Industria Nacional del Vidrio, la Armería, la fábrica de Ropas  y Tejidos Dominicanos, la Licorera Altagracia, la Hacienda Fundación, en fin, el desarrollo se  debía a las iniciativas de Trujillo.

Nuestra primera morada fue una pequeña casa de alquiler en la calle general Leger casi esquina Dr. Brioso. Al  lado nuestro vivía el comerciante banilejo Luis Guerrero, su esposa Doña Nena y tres hijos. Luego nos mudamos a Villa Valdez en la calle 9 # 4 en otra casa de alquiler,. Allí fueron nuestros vecinos los esposos Porfirio Yen-Juana Seijas y su familia.

El comerciante Luis Guerrero era persona de poco hablar y con su compañera ama de casa tenían un almacén de provisiones al lado del viejo mercado público  de la calle Padre Ayala que competía con la Casa Araujo, el proveedor de mayor pujanza en San Cristóbal en ese entonces.

En cambio, Porfirio Yen trabajaba en la Armería y Juana Seijas era una ama de casa y madre ejemplar, cuya solidaridad con sus vecinos comparaba con el legado de la madre Teresa de Calcuta. El día que falleció Juana Seijas sentí su partida como si se tratara de un miembro de mi propia familia.

La limpieza de la ciudad era impecable y el diario vivir organizado. El  movimiento económico y vehicular era notorio y por su centro cruzaba el transporte hacia la región Sur.

Por las calles se movían con elegancia gran cantidad de coches tirados por caballos, en cuyos carruajes los niños hacíamos travesuras colgándonos en la parte de atrás. Los cocheros para evitar las travesuras infantiles engrasaban las barras traseras de hierro. Por lo general los coches se alineaban en torno al parque municipal.

En la entrada principal había un puente sobre el rio Nigua (hoy virtualmente seco) seguido por una rotonda  dentro de la cual sobresalía la estatua ecuestre del generalísimo, que fue derribada cuando la familia Trujillo partió hacia el exilio en 1961.

El río Nigua tenía un cauce que nos permitía bañarnos, pescar tilapias, camarones, guabinas y dajaos; a veces había que salir huyendo a las persecuciones de los vigilantes de las propiedades del Jefe.

Iglesia católica de San Cristóbal

Bajo aquel ambiente de progreso, San Cristóbal tenía cosas dignas de recordar; los miércoles, por ejemplo, se verificaba gran movimiento en la actividad comercial. Ese día el ayuntamiento lo había declarado “día de plaza” y al mercado público llegaban centenares de campesinos con productos para la venta. Era grandioso ver frutas de todo tipo. Por el entorno del mercado se esparcía el olor a mangos, cajuiles, piñas, jobos, manzanas de oro, abundancia de víveres de toda variedad, carnes, pollos criollos, chivos, puercos, en fin, el día de plaza se convertía en un jolgorio que impulsaba la economía local.

Otra cosa que me llamaba la atención era la ubicación de la piscina del hotel San Cristóbal. Nunca entendí por qué la construyeron fuera del solar donde se erigió la estructura del hotel. Las piscinas por lo regular están  al lado del edificio de hospedaje; para usarla los huéspedes tenían que cruzar una amplia avenida, lo que ponía en riesgo su seguridad, dada la intensidad del tránsito que generaba la ruta hacia los pueblos de la zona sur.

DEGRADACION ACTUAL

Si hacemos una comparación del San Cristóbal de ayer con lo que se observa hoy, en esa ciudad es notoria la degradación. Una vergüenza para los políticos de la post dictadura que se hacen llamar demócratas y servidores públicos.  Me parece que han fallado, primero por no haber sido capaces de preservar el orden, la industria y estructuras que encontraron y que bien o mal fue obra de un dictador cuyo afán de poder y acumulación no tenía límites.

Existe un contraste entre lo que fue San Cristóbal hasta 1961 y lo que es ahora. La depresión moral y material de ese noble pueblo es visible. Nuestra sociedad es una mina de frustraciones que se basa en la falsa aplicación de un sistema de unas libertades que lejos de proveer felicidad colectiva, mutila la posibilidad de vivir con dignidad, algo que como San Cristóbal merecen todos los pueblos de la República Dominicana.

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LUIS ESTEVEZ
LUIS ESTEVEZ
6 Años hace

no soy de san cristobal,y naci despues de la era,y leyendo las historia de rep dom,me gusta la historia que cuentan de antes, que la de ahora, sera que me estoy volviendo admirador de trujillo, o de la cosa bien hecha,como ya perdimos a rep dom por un tiguere manipulador de que todo esta bien, pero para el y su pandilla, ahora segun la historia contada, VIVA TRUJILLO CARAJO

juan perez
juan perez
6 Años hace

La cercanía de la Capital dificulta la creación de grandes infraestructuras comerciales en San Cristóbal, pues el sancristobalence para muchas actividades como compras y diversión, se vale de la Capital. Sin embargo, San Cristóbal es el tercer gran centro poblacional de RD, es donde se concentra más gente, después la Capital y Santiago, y eso los políticos lo saben muy bien, por eso en campañas electorales, los candidatos visitan permanentemente la Provincia con demagógicas ofertas buscando votos desesperadamente, pero luego «desaparecen», como por arte de magia. En la post-dictadura, a San Cristóbal no le ha faltado gente en el poder… Leer mas »

aalinareyes
aalinareyes
6 Años hace

Es chocante ver el San Cristobal de la Era de Trujillo y el chiquero en que se ha convertido esta ciudad. Viva Trujillo!

Dalton
Dalton
6 Años hace

Soñar No cuesta nada y usted me puso a soñar con este escrito, pero al despertar me pudo dar un «heart attack» al ver la realidad de nuestro San Cristobal. La incapacidad acumulada de administradores, gobernantes y legisladores de este pueblo lo han sumergido en una olla de cascara de viveres hirviendo que solo sirve para puercos. Es tan parpable que solo elegimos por orden de un comite politico abstracto y fantasma a nuestros legisladores estatales y municipales que exhiben solo su jerarquia y abolengo y solo tratan de quedar bien con el ciudadano con falsas esperanzas o mentiras. Nos… Leer mas »