San Carlos hace fiestas en NY
Muchos sancarlinos (barrio San Carlos, capital de RD), se dan cita en el parque Wallenberg Playground
calle 189 W y Avenida Ámsterdam, para acondicionar aquellos recuerdos de infancia y zambullirse entre amigos de antaño a saborear y compartir su propia nostalgia. Como rompecabezas se organiza el pasado y no muchas cosas buenas se pueden contar sin sabor agridulce.
Bajo un cálido verano se depositan poco a poco, con abundante reserva de historias más que los años que poseen, para discutir y organizar cosas pasadas portadoras de su propia identidad juvenil. Recuerdos acumulados en el diccionario del viento, que como partícula de la memoria se analizan y se envuelven en la nostálgica película del tiempo, como ese rollito que revelamos en los momentos sorpresa de dificultades personales.
Muchos sancarlinos se les ve cansados por el peso de los recuerdos porque en ellos no hay años, estos han sido amarrados a la experiencia para que hiedan menos. Estos muchachos se comportan entre sí como hermanos, amigos de antaño tal vez de la misma pandilla o grupo de izquierda, visionario repletos de aquellas ilusiones casi infantiles que nos arrastraron a la felonía de ser simpatizante del Che, Fidel, vestir de verde y medias rojas, escuchar los guaraguao, o haber asistido al concierto 7 Días con el pueblo: esos eran de los pecados que solíamos cometer y que eran considerados felonía. ¡Oh tiempos aquellos!
Todavía disfrutamos los viajes a Guibia, donde compartíamos los olores a cloaca de ciudad y las informaciones telegráficas después de ser despedidas por los sanitarios públicos. No importa, lo que si disfrutábamos era el conseguir algunos mangos en el trayecto y así no dejar espacio para los paracitos.
Resulta ser que soy de Villa Con, hermano de crianza de San Carlos, dos barrios donde la cultura se afinco de forma artificial, evoco su propio ritmo y satisfizo el valioso concepto de la hermandad de la gente para convivir y compartir. (La geografía barrial nos permitió ser hermanos y complementar razones inmaduras para sobrevivir). Nunca hubo rivalidad entre ambos barrios, solo un concurso majestuoso de la solidaridad barrial que todavía recordamos. Compartimos recuerdos familiares del Don Bosco, la tragedia de Miniño y el agonizante sonido de los Cepillos llenos de ojos y de calieses que asechaban en la oscuridad. Muchos de nuestros amigos jóvenes fueron perseguidos y encarcelados sus sueños tronchados y amarrados en un rincón de caja fuerte donde nadie tocaba ni mencionaba. La tiranía que fue nuestro protector, nos manejó como la pata de su ciempiés con ritmo y precisión constante. Mientras San Carlos nos abrigo con la educación de las escuelas Chile y Brasil, nosotros en Villa con los acomodamos en la secundaria Juan Pablo Duarte.
Quien no recuerda a Pichón de Burro-, hediondo a gas. Barajita, el capitán, con su famoso bastón y el Maco en la calle el Conde; todos estos personajes fueron fruto de la desvergüenza política de esos tiempos que aprendieron a criticar con su personaje excéntrico y burlón; apostaron además, por ser el folklor de la juventud de esos barrios y vimos en ellos nuestro propio fantasma.
Con todo y eso fuimos felices a media: los que sobrevivimos y aún estamos aquí bajo la sorpresa de un mismo destino y esperanza tenemos un pie aquí y otro no se sabe.
Por favor no dejemos que Danilo, Leonel, Hipólito o Abinader sean los que tejan nuestras pretensiones de futuro familiar o destino, la patria nos necesita a todos. ¡Subiendo la loma, nadie se cansa! ¡Seguimos!