Robert Mugabe, la caída del héroe convertido en caudillo

POR CRUGER MARIANO

Robert Mugabe, el ahora ex presidente de Zimbabue, es célebre por varias cosas. Entre ellas está el haber sido el presidente actual más longevo del mundo (tiene 93 años) y el de haber estado en el poder desde hace 37 años en esta nación.

Calificado de dictador por unos y de un caudillo de la vieja escuela por otros, Mugabe pudo a través de los años sortear diversas situaciones para mantenerse en el poder por tanto tiempo. Es por esto que su estrepitosa caída a finales del 2017 no deja de sorprender a más de uno.

Tras una serie de hechos inesperados (entre ellos la toma del poder por parte del ejército y el ser expulsado de su partido) Robert Mugabe presentó su renuncia luego de 37 años en el poder en esta nación africana. Su inesperada salida crea una nueva etapa para una nación que se enfrenta a una enorme crisis económica en la cual se estima existe un desempleo de más de un 80 por ciento y una tercera parte de sus habitantes han dejado el país.

A pesar de esto, su régimen de 37 años tiene un lado mucho más oscuro que su mal manejo de la economía. El mismo desarrolló de un sistema de espionaje y control de la población a través de la organización central de inteligencia, a la cual se acusa de la desaparición y tortura de cientos de opositores a su régimen.

Su ascenso al poder fue igual de controversial que su largo y longevo mandato. Tras liderar una guerra irregular contra el gobierno de minoría blanca que gobernaba en ese momento la desaparecida Rodesia, logro instaurar una república socialista con un sistema de partido único.

Como paso posterior, Mugabe se concentró en acabar con el poder de la minoría blanca del país, expulsándolos del congreso, confiscando sus posesiones de manera violenta y luego asignándola a generales, aliados políticos y cercanos colaboradores.

A mediados de noviembre de este año, las agencias internacionales difundieron lo que parecía ser un golpe de estado en contra del anciano gobernante de 93 años. Recluido en su casa y en medio de la confusión que rondaba este hecho sin precedentes, su poder se fue apagando así como se fue apagando en el pueblo de Zimbabue la esperanza de que su libertador, aquel que lucho férreamente contra el colonialismo en la antigua Rodesia, fuera el Nelson Mandela de este país.

La incertidumbre sobre su sucesión no duró mucho. Emmerson Mnangagwa, el destituido ex vicepresidente cercano colaborador de Mugabe y quien provenía de la facción de los veteranos de guerra del país, juró como presidente provisional del país esta semana.

Con un discurso frente a más de 60 mil personas apelando a la unidad nacional, la reconstrucción del país y un reconocimiento a Mugabe como “padre de la nación”,  la nueva democracia la cual declaró hace unos días podría  verse empañada por la cacería de brujas y lucha entre facciones desatada luego de los acontecimientos de mediados de noviembre.

La salida de Mugabe, en una jugada política al estilo de “House of Cards”, termina con el mandato despótico, tiránico y caudillista que durante 37 años gobernó esta nación. 

El futuro de este país no está nada claro, con una economía destruida, una población sumida en la pobreza y el advenimiento de una crisis política al doblar la esquina. La situación podría ponerse aún más dura para los zimbabuenses y podría incrementar la inestabilidad del ya agitado continente Africano.

JPM