Rescatemos los atabales en la frontera
Aníbal Jiménez es el único ejemplar viviente de una especie en extinción. En sí mismo, en el coraje de su raza y en el impresionante simbolismo de los dos instrumentos musicales que le acompañan a troche y moche desde hace décadas por caminos y veredas y como figura señera de incontables jolgorios y otros eventos sociales y religiosos, se constituye en el representante más genuino de una generación de virtuosos exponentes del género de los Palos o Atabales, forjados en un rinconcito de la patria enclavado en la frontera, quienes, además de llevar alegría, esperanza y espiritualidad a la gente de esos lares, supieron mantener en alto la defensa de la dominicanidad, más que muchos falsos neo-nacionalistas y patrioteros de ayer y de hoy.
El ineludible proceso de desarrollo de la humanidad y el tránsito hacia nuevas etapas de la existencia, se llevó de este mundo a Manuel y Ercilio Reyes así como a otros tantos ejecutantes del genero folklórico por excelencia en esos campos de gloria fronterizos ubicados en los linderos de la provincia Dajabón y habitados por gente alegre y trabajadora. Y también díscola y aguerrida, cuando hay que serlo!
Con cada amargo aldabonazo y aquejado por demás de múltiples achaques, Aníbal Jiménez se fue quedando solo, colocado de frente ante el inminente e indefectible encuentro con la parca.
Parecería que la sociedad moderna, con la profusión de nuevos ritmos musicales, su carga de fusiones y las tentadoras ofertas tecnológicas que desestiman la originalidad y están adornadas con el brillo y el oropel que acompaña a la fantasía, ha decretado la desaparición de los palos o atabales fronterizos, junto a la partida final o la imposibilidad física de Aníbal para arrancar sonidos vibrantes al cuero templado de los chivos o a la dura corteza de aguacate con que están confeccionados sus añejos instrumentos.
Sin embargo, en el brillo de los ojos de un ejército de mozalbetes del caserío en donde el percusionista desenvuelve su existencia, centellea la esperanza de abrevar en la vasta experiencia de éste intérprete de nuestro ritmo folklórico por excelencia, arrebatándole, de paso, al curso del destino, la amarga posibilidad de que se pierda el goce, el cosquilleo en los pies, el ardiente tropel de la sangre en las venas y la profunda espiritualidad que de continuo envuelve estas manifestaciones autóctonas de nuestros campos.
Antes de que Aníbal se vaya debemos hacer un esfuerzo supremo para dejar establecido en la distante comunidad de Pueblo Nuevo, en Capotillo, provincia Dajabón, el relevo generacional que pueda, en lo adelante, seguir exponiendo la chispa y el simbolismo que, por razones propias del sincretismo cultural vigente en la zona limítrofe, adquiere características que le hacen ser muy diferente y original en relación a la manera en que se expresa el género de los palos o atabales en otros puntos del país.
Las instancias culturales de Dajabón, junto a organizaciones comunitarias, intelectuales y personalidades identificadas con el rescate de nuestras raíces y la defensa de la identidad nacional, se encuentran enfrascadas en el diseño de un planteamiento que garantice la puesta en vigor de un amplio proyecto que permita, a mediano plazo, el logro del rescate de la música de los palos en esta parte de la frontera.
Con el entrenamiento adecuado y la chispa y el dinamismo de ese pujante ejército de relevo compuesto por niños ansiosos por aprender a ejecutar este ritmo que simboliza la alegría y esperanza entre sus mayores, volverá a encenderse de nuevo el fulgor en los ojillos vivaraces de Aníbal y de seguro que, cual que sea la suerte que el destino le depare, emprenderá con valor y entereza la ruta, convencido de que su paso por estos lares no fue en vano.
Que así sea!