Réquiem por Haití
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Réquiem por María Soledad, es la más reciente novela del reconocido poeta y novelista Ernest Pepin, (Lamentín, Guadalupe, 1950) quien –entre otros galardones- ha obtenido el Premio Casa de las Américas en dos oportunidades y es autor de unos veinticinco libros. Esta edición en español de la novela, traducida amorosamente por Lourdes Arencibia, precede a su edición francesa, un lujo que la Editorial Arte y Literatura comparte con sus lectores. Pepin es también un excelente promotor de las letras guadalupeñas, cuya labor recorre la geografía cultural del Caribe, sus figuras y acontecimientos más importantes, así como la situación de las clases más desposeídas y los temas más silenciados por los mercaderes de la información. Justamente esta novela expresa una contundente solidaridad con la nación haitiana, ajena a muchos autores caribeños para quienes la palabra Haití es como una maldición que pende sobre sus destinos y les persigue hasta en las sombras.
Réquiem por María Soledad fue escrita poco antes del terremoto ocurrido en el año 2010 y, aunque lo anunciaba, no logró superarlo, pues la realidad llegó a un extremo que la imaginación no alcanza. Es una novela de ambientes, personajes y situaciones trágicas que se explayan en una intensidad lírica bien sostenida a través de sus ciento cincuenta páginas. Es un texto poético que reescribe la podredumbre contemporánea, intentando más que el consuelo, la vindicación de las almas y cuerpos caídos, escritura que busca levantar la mirada, tender la mano solidaria y el camino de la dignidad y lo porvenir en el Haití contemporáneo.
Esta novela es un grito de alerta para evitar que siga despedazándose ese país tan valeroso en la historia, tan frágil en el presente y tan necesario en el futuro. Pepin ofrece una mirada reflexiva sobre Haití, destacando los sujetos más desclasados y maltratados; solo falta decir que se trata de una novela sobre mujeres: viejas, adolecentes y niñas en cuya piel se dibuja el mapa del sufrimiento histórico y el dolor actual en una nación destazada por nuevas formas de colonización. “Réquiem por María Soledad” describe una nación donde las mujeres constituyen las arterias principales que alimentan a un corazón exhausto por la Historia, pero no totalmente vencido. Son mujeres marginadas, pero no calladas por la violencia; sino angustiadas por la maternidad, el hambre y, sobretodo, por la felicidad que no saben si alguna vez tocará a sus hijas e hijos.
Pepin ha escrito una novela sobre el futuro, es decir sobre la niñez y adolescencia en Haití y sobre el lugar que, particularmente las niñas ocupan en el imaginario social, religioso y político de este país. Otras obras de este autor se han dedicado al lector juvenil, como ese manifiesto que es la Carta a la Juventud que años atrás lanzara Pepin, en dialogo con las nuevas generaciones caribeñas. Sin embargo, la historia de “Réquiem por María Soledad” está contada con una visión diferente, pues se requiere madurez para describir el dolor y la muerte como hechos cotidianos, en medio de una supuesta paz donde la impunidad crece sin más límite que la propia violencia. Que Pepin haya seleccionado una adolescente para atravesar esta galería de podredumbre no es un simple símbolo, pues ocurre en la actual realidad de Saint Domingue, y aquí el autor agrega un significado mayor al reflejar cómo es vejada la infancia, quebrando, desde la fragilidad física y psíquica de una niña, las posibilidades del futuro.
Nos cuenta la historia de tres mujeres cual si fuera una sola historia del horror: Regina, la adolescente, María Soledad, la madre y Haití, la nación y, a su vez, la zona de silencio sobre la cual estas vidas van a sobrevivir o al menos, intentan.Réquiem por María Soledad es la historia de un secuestro: crimen convertido en un hecho cotidiano en las calles haitianas. En aquel entorno empobrecido, el posible rescate es la conversión en dinero del sufrimiento familiar, la planificación de un dolor que se expande por el barrio, las iglesias, las calles y la ciudad toda. Así se desatan las violaciones de todo derecho civil, político y humano.
En nombre de un machismo abrumador, politizado y manipulado por fuerzas tradicionalistas y conservadoras que, en la nación haitiana se reproducen sin cesar con la ayuda de la indiferencia externa, la violencia ha trazado en esta sociedad el itinerario de una extraña ley que castiga a los más pobres, los más oscuros y por supuesto, a las mujeres, quienes multiplican el sufrimiento en la misma medida de su pobreza y la oscuridad de su piel. La casi adolescente Regina es secuestrada por ser una mulata muy clara, lo que en Cuba llamaríamos una jabá: hija de un blanco con una negra haitiana joven, bella y desafortunada llamada María Soledad… Los delincuentes, creyendo adivinar alguna presencia blanca en la familia, posiblemente rica, la detienen a pleno día a la salida de la escuela y la condenan a la sordidez de un lugar y un trato inmerecidos.
La novela se desarrolla en tres planos diferentes. Primero el plano de la angustia histórica, de la realidad más desnuda y actuante de la paupérrima vida de los haitianos. Aquí aparecen grandes planos de la ciudad de Puerto Príncipe que van a cerrarse sobre la miseria y la desesperanza. Puerto Príncipe es la ciudad donde se cuenta la mitad de esta historia que acontece entre la propia ciudad capital y Paulette, un asentamiento rural donde las pequeñas vidas tienen lugar, apretándose un poco más allá del margen de la pobreza. Las descripciones que ofrece Pepin sobre el campo haitiano describen un proceso de dependencia económica y descomposición social de paisajes, tierras y poblaciones enteras, provocado por las “generosas” inversiones norteamericanas en Haití y también por la manera en que muchas ONG y organismos internacionales hacen de ese país un espacio de permanente empobrecimiento. Lo más terrible resulta saber que tales recursos apenas son distribuidos a la mayoría de la población y suelen convertirse en ganancias simbólicas y materiales para dichos inversores y agentes de la caridad internacional.
Esta novela también habla del abandono no solo histórico, sino del presente que han ejercido sobre el campo y la ciudad las leyes metropolitanas, hoy reproducidas por un poder imperial omnipresente que mira con indiferencia a sus habitantes. Y también se dice que ha sido Puerto Príncipe una ciudad abandonada por los propios haitianos, victimas de sucesivos exilios. En un momento sobrecogedor de la novela Pepin advierte:
“Puerto Príncipe se desgañita para dar los buenos días a las demás orillas. Siempre hay un pedazo de Haití en algún sitio. Un rompecabezas gigante que el exilio ha construido. Hay quienes se levantan para ceder su sueño. En esta ciudad se trabaja, se batalla, se ametralla. La farmacia no puede… El hospital tampoco… Las lluvias no llueven, destruyen y matan. Los muertos velan sobre los vivos. El Creole se echa a volar. ¿Qué es Puerto Príncipe? La flor de las miserias”-10
El segundo plano de la novela trabaja la dimensión poética, a través de metáforas y símbolos que nos hacen descubrir otra ciudad y otro país, quizás posible entre los sueños o en el porvenir. Ernest Pepin como todo poeta siente una gran preocupación por el lenguaje y también por la oralidad, de modo que la palabra escrita y la palabra hablada establecen una dualidad en su discurso narrativo. El narrador que nos cuenta “Réquiem por María Soledad”, es una voz que describe, indaga y evalúa, preocupada por el destino de los personajes y coincide con ellos, finalmente, en que no alcanzan las palabras para entender una realidad tan violenta…
El narrador hace el viaje desde Puerto Príncipe hasta Paulette, que es también un viaje a las raíces de la historia de María Soledad, de su hija Regina y de Fanfán, fiel esposo y orgulloso padrastro que sufre sin saber las duras consecuencias que el machismo ha logrado instaurar en el alma de una nación lacerada una y otra vez. Aquí el discurso poético se lanza a la búsqueda de explicaciones donde lo sobrenatural emerge, como sucede en aquel pasaje donde se reúnen todos los perros de Puerto Príncipe en una gran asamblea y deciden el destino de la adolescente, pero también de una nación, cuyos hombres no han podido salvar. Hay aquí una reflexión sobre la historia, la religiosidad y el presente; en un triangulo de interrogantes donde, como ocurre en otros capítulos de la historia haitiana, solo la magia responde:
“Nosotros los perros, cuando supimos de esta canallada, nos reunimos para debatir y hallar una solución. Si los hombres se muestran incapaces de resolver sus problemas, nos corresponde hacerlo en su lugar. Nos hemos reunido una noche de plenilunio en una encrucijada sagrada en las alturas de Pétionville. Allí estaban el general Granzo y los oficiales, entre los que cabía distinguir al ilustre Rabo Mocho. Tenía gran prestigio desde que anunció la muerte de François Duvalier a través de la ciencia adivinatoria de los ladridos.”
El tercer plano de esta novela describe con cierta crudeza el sótano de la sociedad haitiana; aquí se ubican las escenas más sórdidas, como aquellas en que Regina, tras el secuestro, sobrevive en una celda donde la acompaña una rata. Primero, es la tortura psíquica, días antes de ser físicamente maltratada y violada por unos ambiciosos matones, incapaces de superar el pantano de sus vidas. No contaré toda la historia, mucho menos el final, pero quiero advertir al lector que leerá pasajes bien sórdidos, así como otros de una gran fuerza poética.
Réquiem por María Soledad es una novela-acertijo sobre Haití, llena de interrogantes, guiños y demandas al futuro y, simultáneamente, un ejercicio poético lleno de ética y solidaridad con el presente; que revela otras dimensiones de la narrativa caribeña y otros puentes hacia la comprensión mejor de nuestras culturas e historias comunes.
Fuente: Laventana.casa.cult.cu/