Relatos de Baní: Los baños en la Piedra del Chivo
El río Baní, en su recorrido desde más arriba de El Recodo, mantenía un caudal de poco volumen, que nosotros los banilejos considerábamos como algo abundante. Su caudal en los tiempos de estiaje no superaba los 2 metros cúbicos por segundo. Eso era un acontecimiento para los banilejos, pues veían a su río con agua en todo su trayecto hasta el Mar Caribe.
El agua del río fluía durante casi todo el año. En la década de 1950, todavía no existían tantas depredaciones en la foresta de las lomas, por lo que era toda una atractiva y agradable visión del pequeño río. De esa manera podíamos disfrutar de un baño agradable en diversas partes del río bien definidas, que por su ubicación, los charcos se les había bautizados con diversos nombres.
Había, para esa década de 1950, numerosos charcos que eran el disfrute de los moradores de la población en especial de la juventud y los niños, que en las épocas de vacaciones de verano tenían casi una obligación ir al río a bañarnos. En el recorrido hacia el rio se maroteaba en las fincas que se debían cruzar, ubicadas a la vera de los caminos. Se cogían los mangos y otras frutas en sazón, la mayoría de las veces sin el consentimiento de los dueños de las fincas, que se enojaban por la acción depredadora de los adolescentes banilejos.
El caudal del río Bani se mantenía muy abundante hasta su encuentro con su afluente el arroyo Güera, ya que en las cercanías se encontraba la toma del acueducto que había sido construido en 1947. La empresa constructora fue la Lock Joint Pipe. La abundancia de ese caudal de aguas limpias constituía una atracción, ya que más arriba de la confluencia de los dos cursos de agua mencionados estaba el charco que se había bautizado como la Piedra del Chivo, adecuada para bañarse y en cuya base se había formado una poza de aguas tranquilas y no muy profundas. El agua circulaba sin remolinos y sin la perturbación de los rápidos que abundaban cuando el agua corría a través de las piedras del lecho del rio.
TRANSFORMACION
El baño de la Piedra del Chivo, hasta el primer año de la década de 1950, era el lugar preferido de las familias banilejas, que en alegres romerías iban a descansar y a disfrutar con sus hijos. Pero al establecerse en el Pueblo Arriba, que estaba cercano a la Piedra del Chivo, la zona de tolerancia para el accionar de las meretrices, todo se transformó socialmente. El sitio se convirtió en algo prohibido para quienes eran sus antiguos usufructuarios. Se le dejó al disfrute de los nuevos bañistas, que bien acompañados, disfrutaban plenamente del agua que fresca corría entre las rocas.
Con la creciente presencia de las llamadas mujeres de la vida alegre y sus acompañantes masculinos, la Piedra del Chivo se convirtió en el baño exclusivo de esas parejas que en grupos buscaban disfrutar de la vida plenamente. Era frecuente ver a las mujeres bañándose en ropa interior. En esa época los trajes de baño femeninos eran escasos al igual que los masculinos, pero el disfrute del baño era muy placentero.
Mi conocimiento de la Piedra del Chivo ocurrió en una fecha muy especial para el país, el 4 de agosto de 1946. Tenía tan solo siete años y era costumbre de mis padres ir los domingos a su finca de El Fundo, que estaba en la confluencia del rio Bani y el arroyo Güera. Allí papá tenía una finca sembrada de sábila, lechosas, mangos y un apiario. Ese día por la mañana alrededor de las diez, papá decidió que fuéramos a la Piedra del Chivo. Tan solo era cruzar el arroyo Güera, y no más lejos de un kilómetro estaba el bañadero.
Todavía la Piedra del Chivo no había sido arropada por las mujeres de vida alegre. Allí, en ese charco, disfruté de uno de los dos baños en toda mi vida. El segundo y último fue en 1956.
Al filo del mediodía regresamos a la finca donde ya mamá tenía preparado el almuerzo. Al estar en el reposo del almuerzo, era casi la una de la tarde, cuando ocurrió el terrible terremoto que sacudió a la isla de mala manera. El seísmo alcanzó una magnitud increíble de 8 en la escala de Richter, ocasionando destrozos en numerosas poblaciones dominicanas y el pánico y el temor se apoderó de toda la población. El tsunami en la bahía Escocesa experimentó olas de una altura de unos 45 metros y le arrancó la vida a una dos mil personas.
Al terminar nuestros estudios secundarios en junio de 1956 en el liceo público, algunos de la promoción de bachilleres íbamos a continuar los cursos universitarios. Otros ingresarían al magisterio. Y otros continuarían el comercio en su pueblo y algunos iban a ingresar a la academia militar Batalla de Las Carreras.
A la academia ingresaron Píndaro Peña Perelló, Rudecindo Pimentel Castro y Diego Velázquez Báez. Entre los compañeros que nos matriculamos en la Universidad de Santo Domingo nos encontrábamos Albatros Velázquez Pimentel, José Altagracia Brea, Ariosto Ortiz Ramírez, Boris Abreu, Víctor Troncoso y Sergio Germán.
Algunas de las compañeras que se graduaron de bachiller junto a nosotros, pero no pudieron ir a la universidad, se dedicaron de ahí en adelante, y con gran reconocimiento de los banilejos, al magisterio. se encontraban Bethania Cabral, Santa Oliva Guerrero, Marina Betancourt, Amparo Pimentel, Tarara García y Celia Maríñez
Del grupo de estudiantes que habíamos finalizado los estudios secundarios, para festejar ese acontecimiento, algunos nos fuimos, en una tarde de verano, a la Piedra del Chivo. Allí sabíamos lo que nos esperaba en ese baño por la presencia femenina de las residentes en la zona de tolerancia, que algunos de los compañeros ya conocían de esos encuentros.
UNA MUERTE
En aquel entonces de tantos tabúes morales existentes, era romper los esquemas de una moral muy tímida y amoldada a la situación política existente que para esos tiempos le había arrancado la vida a un prestante y querido abogado banilejo de verbo encendido y cautivador.
En esa década de 1950 nos impactó el caso del doctor Félix Peguero Lora, quien fuera encontrado muerto el 6 de febrero de 1954 en un sendero que conducía a la comunidad de Nizao. Esto sacudió y conmovió al pueblo de Bani de mala manera. En silencio supimos respetar el dolor de los familiares y el origen de la tragedia. Era un secreto a voces de quienes habían sido los instigadores bajo el manto encubridor de la ignominia que arropaba la libertad de los dominicanos.
ACTUALIDAD
Ya no existe la Piedra del Chivo. Fue borrada por la gran creciente que experimentó el rio Bani al paso del huracán David en 1979. Tan solo quedan los recuerdos de cuando el rio Bani tenía un apreciable caudal para el tamaño de su cuenca, pero con la deforestación y el agua que se extraía para el acueducto original de Bani y uso agrícola todo se agotó.
Ahora es un cauce seco casi todo el año, pero todos añoramos el cauce de los recuerdos de ver el agua cristalina circulando por el lecho pedregoso del cauce. Esto provocaba un agradable sonido para nuestros oídos juveniles de un agua corriendo libre hacia el mar. Para muchos, ahora en una etapa avanzada de la vida, solo quedan los recuerdos de lo bien que se sentía al sumergirse hasta la cintura en las aguas de ese charco.
Aguas abajo de la Piedra del Chivo existían numerosos charcos que eran aprovechados por la juventud y que por sus nombres eran muy populares en la población de Bani, tales como el de Los Coquitos, el de Las Lajas, el de Jimmy, debajo del puente de la carretera y el de Mata Gorda. La corriente continua de agua en el río era cuando mantenía su caudal durante una buena parte del verano y en la temporada de lluvias, que para la región de Bani, sabíamos que era muy escazas.
JPM