Regidores barahoneros y desarrollo urbano

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Actualmente hay en nuestra querida Barahona un encendido debate luego de que la Sala Capitular aprobara la instalación de una estación de combustible en plena Avenida Enriquillo, particularmente en la parte “de entrada” hacia esta emblemática vía tan querida y apreciada por los y las verdaderos barahoneros. Es bueno que sepamos que toda el área que forma esa parte de la Perla del Sur, siempre fue asiento de dinámicas actividades portuarias aduanales, asiento de compañías y empresas comisionistas. En las primeras décadas del siglo XX, numerosos hombres de negocios tenían instalados en estos terrenos sus almacenes con productos de exportación, junto a mercancías que habían importado. En las cercanías también estuvo ubicado el mercado municipal. Más anteriormente, hubo un cementerio. Años después (desde mediados de la década de los años treinta en adelante) las autoridades municipales en interés de recuperar y hermosear esa parte de la ciudad, construyó primero un paseo o Malecón de pocas cuadras, un balneario con un puentecito y una caseta. También recuperó, limpió e instaló el viejo cañón que rememora el combate entre patriotas barahoneros y las tropas españolas durante la Guerra de Restauración. Este paseo “Miramar” contemplaba la construcción de un parque infantil, el cual fue una realidad en los años cuarenta del siglo pasado. Un local escolar ideado muchos años atrás, fue construido en este lugar. También estaba la Comandancia de la Marina de Guerra. Las familias Mota y Coiscou poseían terrenos en esta parte de la ciudad, junto a otros dueños. Mediante compras, donaciones y permutas, se logró traspasar al Municipio parte del área para los fines señalados anteriormente. La Sala Capitular que durante los primeros 50 años del siglo pasado dirigió los destinos y el desarrollo urbano de la ciudad de Barahona, era extremadamente celosa en todo lo que se relacionara con el ornato y la seguridad de la comunidad. A tales fines, era cuidadosa con las autorizaciones para la instalación de estaciones de combustibles. En un principio, varios empresarios recibieron permisos para vender carburantes y algunos se ubicaron en la calle Jaime Mota en las cercanías del Parque Central. Sin embargo años después los concesionarios fueron “exhortados” a trasladar sus negocios a lugares donde no hubieran muchas viviendas, preferentemente en las afueras de la ciudad. La expansión económica experimentada por la ciudad de Barahona a partir de los años veinte del siglo pasado, aumentó el tamaño de la población, multiplicó el número de hogares, negocios, empresas, edificaciones públicas y de carácter recreativo y social. Este proceso impulsó el crecimiento urbano, a la vez que se diversificó el empleo en pequeñas fábricas, talleres, comercios y microempresas en general. La complejidad de tantas actividades interactuando simultáneamente aumentó los riesgos, razón por la cual se produjeron en ese período numerosos incendios. Ante esta situación, las autoridades municipales barahoneras de entonces legislaban celosamente en todo lo relacionado con el manejo y operación de materiales inflamables, obligando en una ocasión el ingenio Barahona a reubicar un almacén de combustibles, explosivos y sustancias que podían provocar incendios. También podemos citar que la Sala Capitular de nuestro Ayuntamiento en su Sesión del 18 de Noviembre de 1927, resolvió ordenar a The Barahona Woods Products (industria de la madera) que en la caldera de la fábrica colocara “una chimenea de 25 pies más de alto que los que usa actualmente, pues [el Ayuntamiento ] ha constatado en estos días parte de la ciudad envuelta en nubes de humo pesado y asfixiante”. El organismo municipal instruía también que se colocara en la salida una “tapa protectora de chispas y carbones”. Hace unos 60 años tenían estaciones de combustibles Jabib Asmar (en la salida de la ciudad); Melchor Fuentes (la que fue años después de Teseo Ramírez); Sopito Lagares (donde está ahora la compañía Expreso Barahona); Benjamín Toral (la ubicada cerca del puente del Río Birán y otra cerca del hospital Jaime Mota); Manuel Tezanos (en la calle Luis Del Monte un poco más arriba de la calle Duvergé). Había también otra empresa del ramo de combustibles en la calle 30 de Mayo cerca de la antigua casa de la familia Toral (actual biblioteca Municipal). El ingenio Barahona tenía instalaciones propias de combustibles para suplir sus necesidades. Si observamos a través de los años, podemos apreciar que nuestras autoridades municipales (Alcalde y Regidores) fueron muy inteligentes autorizando la instalación de estaciones de combustibles en las afuera de la ciudad, particularmente en sus salidas, política ésta que se mantuvo hasta esta reciente aprobación. La existencia de organismos “autónomos” que sueltan sus amarras, que se “independizan”de las colectividades que los eligen, no es nueva. Previendo esta posibilidad, tan temprano como el 1846 (en plena guerra de independencia) el Congreso Nacional mediante el Decreto No. 77 de fecha 15 de Mayo del citado año, estableció los mecanismos legales para el sometimiento de los alcaldes y los miembros de las Salas Capitulares. En el primer Considerando de dicho Decreto se precisaba que la garantía social [de la colectividad] requería que los funcionarios fueran responsables con sus actos y que por tanto en las Leyes relativas a cada rama o Corporación, debía contemplarse el modo de hacer efectiva dicha responsabilidad. De igual modo, en el segundo Considerando se destacaba que la Ley que creó los Ayuntamientos [la No.32 del 2 de Mayo de 1845] carecía de disposiciones relativas a la responsabilidad de las Corporaciones Municipales y sus integrantes. A partir de estas apreciaciones se establecieron los procedimientos para el sometimiento de los funcionarios edilicios y sus traducción a los organismos judiciales competentes, los cuales en caso de culpabilidad sólo podrían dictar “la suspensión temporal o la destitución de los inculpados, según la gravedad de la causa, sin perjuicio de las penas pecuniarias a que puedan ser condenados en razón de los perjuicios que hayan causado”. En otra parte del Decreto, había un dispositivo para aquellos que cometieran desfalcos o malversación de los fondos comunales, que al ser procesados por los tribunales “podrán ser condenados a las penas con que la Ley castiga el abuso de confianza”. Como podemos apreciar, hace 168 años ya se aplicaban mecanismos de corrección a posibles componendas y desafueros de nuestras salas capitulares. Es impensable que luego de décadas de lucha de los barahoneros para sacar las contaminantes instalaciones de Sal y Yeso; que se logró construir el Boulevar (a pesar de sus decenas de fallas); que se mejoró un poco la Avenida Enriquillo; que se redujo el movimiento de personas por el traslado del viejo Centro Universitario y que se remodeló el Parque Temático y la Plazoleta Caamaño Deñó, los beneficios de la plusvalía social urbana lograda, en lugar de ser aprovechada por todos los barahoneros, quedarían en manos de los propietarios de una estación de combustibles. Al igual que hace ya muchas décadas, esa parte de la ciudad ha recobrado la calma. No hay hogares ni colmadones. Tampoco bocinas chillonas. El lugar interconecta dos importantes vías y en el futuro, ambas serán vitales dentro de los programas de desarrollo vial de la Perla del Sur. Pensemos que no debe ser una ruidosa estación de combustible lo primero que deban ver los turistas de cruceros que nos visiten !!!! Rápidamente revisé las funciones de los Regidores en las leyes municipales de varios países de Latinoamérica y son bien claras sus atribuciones en materia de legislar en beneficio de las colectividades que los llevaron a esos puestos. A modo de ejemplo, seleccioné estos fragmentos de la Ley municipal del Perú: “Otra de las funciones importantes que esta ley otorga a los regidores, es la de mantener permanentemente comunicación con la organizaciones sociales y vecinales a fin de canalizar en el consejo municipal la solución de sus problemas y necesidades…….(lo que)les obliga convertirse en intercomunicadores validos de lo que el conjunto de familias de su territorio desea obtener”. Nuestros honorable Regidores conocen bien Barahona. Son Cuatriboliaos. Son Minosos. Les gusta la tilapia, San Rafael, el Mangú, el Yaniqueque y el pescado de Los patos. Beben con gusto el café de nuestras lomas. En fin, saben cómo es Barahona. Saben cómo piensan los y las barahoneras. Ahorrémonos situaciones enojosas. No añadamos nuevos inconvenientes a la larga lista de problemas que ya tenemos. Los integrantes de la Sala Capitular fueron elegidos por el pueblo de Barahona para que legislen en beneficio de los mejores intereses de la colectividad. Es la comunidad la que debe pautar el accionar de los regidores y no éstos los que le impongan “a la mala”decisiones contrarias al interés público. En la democracia no es justo que el criterio de un pequeño grupo de personas se imponga a la voluntad y el deseo de 100 mil barahoneros.

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