Reforma policial: alta prioridad

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La autora es Psicóloga Clínica. Reside en Santo Domingo

ALEXANDRA URBAEZ

Hoy en día nuestra sociedad vive uno de los momentos más aciagos y difíciles por los que pueden atravesar los habitantes de una nación, pues el alto índice de criminalidad que de manera cotidiana asalta todos los rincones de la familia dominicana, permite que el país encare un tremendo drama social, que ya se le salió de las manos a las autoridades del actual gobierno.

La violencia que nos arropa en todas sus manifestaciones, con sus desenlaces fatales muchas veces, nos ha llevado a cambiar totalmente  nuestra forma de vida, nuestro modus vivendi, nuestras costumbres, haciéndonos perder aquella forma seductora de solidaridad y de convivencia que otrora exhibíamos los dominicanos.

La desconfianza se ha apoderado de nuestra estructura como individuos y en consecuencia, la espontaneidad frente a los demás ha ido desapareciendo de nuestra cultura, provocando la pérdida de nuestro espíritu asociativo y cooperativo.

Nos sentimos en estos días más desprotegidos y más a merced del crimen y la delincuencia en todas sus espantosas expresiones porque ahora sucede que en la mayoría de los delitos y los crímenes que a diario se cometen en nuestras calles y avenidas son de la entera responsabilidad de desaprensivos miembros de la Policía Nacional, precisamente aquellos que están llamados a combatir la criminalidad y a proteger la sociedad de toda acción punible y contraria a las leyes y las buenas costumbres.

De un tiempo a esta parte las estadísticas nos demuestran que en el 60% de los ilícitos penales que se producen en el país, en cualquiera de sus manifestaciones, son cometidos por miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

La familia dominicana ve con horror como las personas que fueron investidas por instancias superiores para combatir el delito, para preservar y evitar la comisión de violaciones y quebrantamientos de la ley,  se convierten por el contrario en execrables verdugos de la población cometiendo los más  repugnantes atracos a bancos, segando vidas por doquier para lograr sus espurios propósitos delincuenciales.

La reforma policial es un asunto asaz prioritario y de fuerza mayor. El pueblo dominicano no puede seguir esperando que se haga realidad tan impostergable transformación. Los intereses espurios deben ser eclipsados y darle paso a esa gran impronta.

Ya llegó la hora de tomar el toro por los cuernos, como bien expresara el legislador responsable de introducir la pieza de la reforma en el Congreso Nacional.  El Presidente de la Republica, Lcdo. Danilo Medina está abocado a imponer una férrea decisión ejecutiva y hacer honor a una de sus frases de campaña de hacer lo que nunca se ha hecho, máxime cuando dicha reforma se ha estado barajando en las mesas congresuales por diez años sin lograr que finalmente se le ponga el cascabel al gato.

Estamos segura que la gran incidencia de la criminalidad imperante a todos los niveles, más cuando es cometida por los que están llamados a imponer el orden, está dañando la imagen y las realizaciones del primer ejecutivo de la nación. Por eso repetimos que el mandatario tiene que imponer su investidura y proceder ya por todos los medios a que se haga realidad la tan cacareada reforma policial.

Si esa reforma policial, tan añorada y necesaria, se hubiera operado años atrás, diseñada por profesionales expertos en la materia con un verdadero criterio profesional, técnico, pericial y selectivo, de seguro ahora estaríamos disfrutando de un cuerpo policial verdaderamente profesional, totalmente preventivo, con gran arraigo instruccional, que ofreciera confianza a la población y donde los valores académicos y educativos fueran incentivados con salarios justos y buenas compensaciones.

Estamos conscientes de que una reforma policial a gran escala, que abarque todos los estamentos policiales y que imponga la erradicación de las filas de la institución de todas aquellas lacras que hacen un daño irreparable a la misma, conlleva una gran elevación del presupuesto nacional, pero también la consideramos como una de las mejores inversiones que realizaría el Estado.

A la larga una profunda reforma policial redundará en luengos beneficios para el Estado y para la sociedad, que hoy en día tiene que arrinconarse horrorizada y ver con pena el estado de podredumbre que exhibe esa institución que aunque posee agentes y oficiales probos y responsables de sus atribuciones, son los menos y arrastran lamentablemente el fardo de las malas acciones y la pobre reputación de los demás miembros de la institución que con sus actos deleznables dañan la  imagen de la policía nacional.

El país está lleno de jóvenes desempleados que están capacitados para asumir un rol exitoso en las filas policiales, personas con una férrea instrucción académica,  profesionales especializados en muchas áreas del saber, especialmente en disciplinas tales como psicología, justicia criminal, criminología, investigación, delitos cibernéticos, etc., y que la institución realmente necesita.

Esos jóvenes pueden perfectamente ingresar a las filas de la policía después de ser sometidos a una profunda depuración y por supuesto, ofrecerles un salario digno de sus funciones y que evite que se corrompan porque el dinero que perciben apenas les permite cubrir una parte de sus obligaciones.

El pueblo dominicano aplaudiría  que el Presidente Danilo Medina y el Congreso Nacional con Cristina Lizardo a la cabeza, interpongan sus buenos oficios desde las investiduras que les adornan para que se someta a aprobación esa tan esperada reforma policial y comencemos a trillar el camino de la institucionalización real de nuestra Policía Nacional.

alfa050602@hotmail.com

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