Recuerdos de Juan Bosch

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EL AUTOR perteneció a la seguridad de Juan Bosch, es Ministro Consejero de la Embajada de RD en Berna Suiza.

“Hay que tener cuidado, hay una persona que viene al edificio a robarse la luz, debes mantenerte atento”. Esas fueron las primeras palabras que él me dirigió en primera persona. Lógicamente mi actitud fue la de duplicar mis esfuerzos en vigilancia, atención y observación. Pasadas unas horas y ya de regreso se dirigió a mí nuevamente y con una sonrisa dibujada en sus labios, me preguntó: “Has visto algo extraño; no vino el señor de la luz?”. Mi respuesta, sin dilatar, fue que no había visto ningún señor y que todo estaba en calma y controlado. Noté que los compañeros que acompañaban a Don Juan, también presentaban una sonrisa en su rostro y una vez el Presidente subió a su apartamento. Los compañeros me informaron que lo del señor y la luz, era una broma del Presidente. Y me comentaron que el Presidente solía bromear con los compañeros y con el paso del tiempo comprendí que lo hacía para humanizar el trato y evitar la mistificación. Así los compañeros perdían la tensión o el miedo que representaba estar frente a un hombre que impresionaba a conocidos y extraños. Alto, con la cabeza blanca y sus ojos claros, pero sobre todo por el prestigio y liderazgo que tenía en el partido. CARACTERISTICAS PERSONALES Lamentablemente vine a conocer tarde -quizás por mi juventud o por mi inmadurez- la magnitud del personaje y su obra. Era un ser humano cariñoso, romántico, conversador, agradable, buen padre y con un intenso amor por su familia, pero más por la patria. El Líder debía tener defectos y los tenía; no era Divino para no tenerlos, pero estos quedaban ocultos ante las bondades y virtudes que le adornaban. La naturaleza del trabajo que realizábamos, junto al Presidente, nos obligaba a mantener distancia y prudencia. No nos podíamos concentrar sólo en él, sino en el entorno. La discreción era necesaria y ante conversaciones que podíamos escuchar, situaciones que podíamos ver u oír, no teníamos derecho a opinar. Eramos ciegos, sordos y mudos. Hay acontecimientos o hechos que tanto yo como los demás compañeros que compartíamos responsabilidades, nos llevaremos a la tumba. No obstante hay algunos hechos vividos que pueden ser relatados e ilustran sobre la personalidad del presidente y líder, profesor Juan Bosch. ESCRITOR Una parte del trabajo que desarrollábamos se realizaba en el ante-despacho de la oficina de la Presidencia, ubicada en la César Nicolás Penson 60. Desde nuestra ubicación escuchábamos el sonido de la máquina de escribir, la cual hacía pausa cuando Don Juan se detenía (no de trabajar, sino de escribir), para buscar algún dato en su biblioteca. Lo que quiero significar es que aunque no estaba escribiendo, su mente seguía trabajando en el tema que escribía, así lo veíamos pasar frente a nosotros y era como si no existiera, y si lo llamaban no estaba, si algún miembro del Comité Político llamaba, nuestra respuesta era, el presidente está trabajando, usted quiere que lo interrumpa. Tanto los miembros del CP, como nosotros sabíamos que a Don Juan no le gustaba que lo interrumpieran cuando trabajaba, porque decía que la mente es como un motor que cuando se detiene se apaga y hay que volverlo a encender, y al escribir es como empezar desde el principio, porque la hilaridad de lo que se hacía se perdía. Cuando esto sucedía, Don Juan cambiaba de color y las orejas se le ponían rojas. Ya sabíamos que estaba enfadado, y nunca en esa situación de enfado, nos humilló o mal habló, siempre explicaba razonablemente por que no debían de interrumpirle. AUSTERO Juan Bosch vivió con una actuación coherente entre lo que decía y hacía. Recuerdo que durante las elecciones del 1990, los compañeros de New York hicieron una actividad financiera para recaudar fondos para comprarle un carro al líder. La actividad fue un éxito, el carro se compró y se le envió a Don Juan a la oficina de la presidencia, y fue estacionado en el patio, donde permaneció por varios días. Ante la insistencia de los compañeros, don Juan accedió a ir con nosotros al patio a ver su regalo. Tamaña sorpresa la nuestra: Don Juan inmediatamente lo vio, dij “yo, yo allí no me monto. No me puedo montar porque me he pasado toda la vida criticando los carros pescuezo largo y ahora yo no puedo tener y utilizar lo que siempre he criticado”. El vehículo hubo que venderlo y comprar otro más pequeño y económico. Juan Bosch no daba uso personal al sueldo que le correspondía como ex -Presidente de la República. Ese dinero lo cobró y lo utilizó para abrir nuevos locales del PLD a raíz de la división del 1979. Después de esa fecha siguió cobrando, pero el dinero lo distribuía con una lista, a personas necesitadas. Su estilo de vida, era coherente con lo que predicaba. Era extremadamente disciplinado y organizado en sus cosas. QUISQUILLOSO Recuerdo que durante la crisis que se generó a raíz de la renuncia que presentó Juan Bosch al partido, la Secretaria de Finanzas cerró, y en mi condición de encargado de “logística” de la oficina de la presidencia, tenía ticket suficiente para combustible, pero no disponía de efectivo para la comida del personal. La solución fue coger “fíado” en un almacén de un compañero en el mercado de Villa Consuelo. Solucionada la crisis, Juan Bosch revisaba las deudas contraídas para proceder a pagarlas. Al llegar a las facturas de “fiado” llamó al encargado de créditos, compañero “Chuchú” y le preguntó por esas facturas, a lo que este respondió: “Presidente el que sabe de eso es Acostica”. Rápidamente me llaman y al trote me coloco frente a presidente, el cual ya se encontraba con las orejas rojas, y me dij “¿y esto qué es, son 5 mil o cincuenta?; porque algunos no tienen el punto para separar los centavos y otro sí; porque no colocan los números en orden, uno debajo del otro, esto parece una escalera”. En fin, aunque las facturas estaban totalizadas, estaban mal hechas y con poca profesionalidad. Yo le dije que con la crisis no había dinero y sólo este establecimiento nos facilitó las provisiones, y aunque el compañero era muy serio tenía poca formación, lo que imposibilitó que las facturas fueran tan formales como se requería. Hubo que llevarle las facturas y yo explicarle cómo hacerlas y solo así Don Juan procedió a pagarlas. Con Juan Bosch cada día era una lección, porque tenía asumido en su estilo de vida todo lo que predicaba. Era extremadamente respetuoso de las instituciones y el orden. Nos ayudó a ser crítico y a utilizar el análisis político sin pasión. Por esas razones en ese partido de entonces, las continuas reuniones, los sistemáticos esfuerzos concentrados, las múltiples asambleas, nos llevaban, gracias a los métodos de trabajo, a una práctica que nos cambiaba, en la negación dialéctica de la sociedad de entonces. Estos hechos, nos permitieron ver el Don Juan humano, y quizás por esta razón, no lo captamos en la dimensión que requería, cosa que vino a acontecer después de sepáranos de él. JOVIAL “Usted es un hombre que se hace pesado”, me decía y al preguntar por qué, me respondía, “porque a usted le gustaba andar recostado. Oiga ese apellido, Acosta, le gusta estar a cuesta, a costa de, por eso es pesado”. Todos sonreímos. El trato que daba a los compañeros rayaba lo paternal, por la ternura con que lo daba, dándose el caso que en algunas ocasiones al preparar su desayuno, también le preparaba y le brindaba a los compañeros de su seguridad. Era solidario con los compañeros y sus familiares enfermos o fallecidos, a los cuales visitaba en casas, clínicas, hospitales, funeraria o en velatorios, como aconteció con mi padre, quien murió en un accidente laboral en la antigua CDE, y Don Juan fue a mi casa en el populoso barrio de la zona norte “Las Cañitas” a expresar su muestra de solidaridad. Otro gesto de solidaridad aconteció con el compañero Víctor Crispín a quien le dispuso un servicio de 24 horas, luego de este haber recibido herida de bala en un campo de Hato mayor, resistir hasta llegar a la capital y salvar su vida, por el buen estado físico en que se encontraba. Los compañeros, por instrucciones de Don Juan, nos turnábamos para amanecer en la casa del compañero Crispín, pendiente de él.

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