RD y Haití: un vistazo desde Europa

Cada vez que planeo viajar fuera del país, encuentro alguien que me dice, ”que suerte poder descansar de esta selva con tantos problemas”. Sin embargo, no es así. Salir de mi patria hacia cualquier parte del mundo, es simplemente alejarme de su dinámica interna, de su cuerpo, para acercarme a su alma, teniendo como marco de referencia otras naciones. En RD están mis raíces, aunque mis núcleos de afectos estén dispersos por el mundo. Luego de haber permanecido dos años en USA haciendo estudios de maestrías y conociendo de los motivos por lo que es una gran potencia, es en Europa donde mis estadías han sido más larga. Tengo recuerdos inolvidables de la cultura de muchos de sus países y no he podido evitar compararlos con el nuestro. A causa de ello, Grecia, específicamente, Atenas, las islas griegas y el mar Egeo, me deben muchas lágrimas. Jamás olvidaré, la sensación de desplazarme en camello por las arenas del desierto en Egipto y lo que pensé de los burros en mi patria; los paseos en góndolas en Venecia, la emoción del Vaticano, Roma, Túnez, los bulevares y suspiros en Paris, la sobriedad y disciplina de Alemania, la belleza natural de Suiza, Ámsterdam, Holanda, el significado de haber compartido con el Rey de España y la gente de esa nación. Ellos, unidos a las vivencias con indígenas en Guatemala y la autenticidad de El Salvador: el estilo especial de Venezuela; los bien explotados encantos de islas como Martinica, Santa Lucia, Trinidad y Tobago, Saint Thomas, Curazao, Guadalupe, etc., así como en Haití, con tanta energía positiva, no bien canalizada y que me conmueve. Estos, entre otros, constituyen un paquete de experiencias que me llevan a la conclusión, de que cada país tiene personalidad propia ¡Bien definida!. Es decir, un conjunto de principios, valores, tradiciones, encantos naturales y culturales, que definen su esencia y marcan sus diferencias. Son las pinceladas de la soberanía. A mi juicio, el espacio geográfico y las leyes de cada nación, son como el marco que la limita y destaca. Por esos motivos, al visualizar RD desde Europa y no poder desvincularla de Haití, me preocupo. En mi patria, se desborda la presencia de haitianos por doquier. No son felices en su patria y tampoco lo serán en la nuestra. La mayoría son pobres, analfabetos, se les dificulta encontrar comida y penetrar con firmeza en el sistema. Podemos ser “alas del mismo pájaro” pero a causa de los contrastes culturales, cada uno tiene reacciones diferentes ante el mismo estimulo. Son visibles las diferencias en el idioma, cultos religiosos, música, baile, recursos económicos, aspiraciones, que forman su yo interior, su temperamento. Me angustia que el marco de nuestra soberanía, esto es la frontera, las leyes de regularización, nacionalización y controles a intervenciones extranjeras, sean tan débiles, que se traspasen con facilidad. Para un haitiano ser feliz en RD, tiene que hacer una reingeniería personal y cultural, una metamorfosis que le ayude a adaptarse y viceversa. No es solo cuestión de que estén debidamente documentados, son seres humanos, con sentimientos. De ahí que la tarea de sus gobernantes y de los organismos internacionales, no puede limitarse a buscar salidas diplomáticas, hacer que unan sus manos, buscar paliativos, construyéndoles hospitales y universidades, darles papeles y mucha promoción. Es una labor que conlleva un estudio profundo y sincero, para proporcionar bienestar, paz y progreso a ambas naciones. Es cuestión de decidir cuál es la meta. ¿Que se respeten los territorios? ¿Unir la isla? ¿Mezclarse sin orden? Procede actuar con firmeza y coraje rumbo a la elegida. Preocupa que en medio de este mar de indecisiones y confusiones, estos pueblos, terminen enfrentándose o haciendo un hibrido de sabor amargo, que elimine por siempre la esperanza de vivir en paz. Lo ideal es que sus gobernantes y los organismos internacionales que se preocupan de la inmigración en masa, los ayuden a organizarse en su hábitat, con fuentes de trabajo, que satisfagan sus necesidades básicas, al explotar sus riquezas naturales.La clave consiste en desarrollar sus potencialidades con justicia social y destacar con orgullo lo que la hace diferente.

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