Quisqueya saqueada desde 1930

No fue el ciclón San Zenón quien acabó con R.D, ni la causa de que el generalísimo la bautizara con su nombre, reconstruyéndola en base a préstamos, sueldos bajos, venta de nuestras commodities con aranceles más altos e impuesto a cédula que han aumentado la presión tributaria del 2% al 18% del PIB en 30 años. No. Es el contubernio, y el saqueo de «llegó el nuevo jefe y hay que hacer lo que él diga».
Lea bien. En RD el Estado natural, de la cultura oligárquica es donde se produce una alianza entre gobiernos y grupos de intereses específicos para explotar al resto de la población, a través de monopolios legales, restricción del acceso a los mercados, contrataciones por encima del precio de mercado, etcétera.
En consecuencia, el proceso maximización del interés personal se torna de suma cero, o negativa, y lo que ganan unos, se lo quitan al resto de la sociedad.
Dada esta permeabilidad institucional a la influencia de grupos de interés, el escenario que se genera es uno en el cual resulta más rentable desde el punto de vista empresario invertir recursos en obtener reglas de juego taylor made (‘a la medida’) que convencer a millones de consumidores sobre las bondades de un producto o servicio. En este contexto, una regla institucional básica es que es parte de las reglas de juego poder cambiar las reglas de juego.
De esta forma, algunos Estados son «capturados» por los grupos de intereses especiales, quienes les dan forma a través de complejos procesos de negociación entre los distintos actores. Mientras tanto, los ciudadanos dispersos poco pueden hacer para competir contra estos poderosos actores que actúan colectivamente.
Mancur Olson sostiene que las organizaciones para la acción colectiva están preponderantemente orientadas a la lucha por la distribución de la renta y la riqueza, y no al aumento de la producción en su conjunto. Se trata de «coaliciones de distribución» u organizaciones que se dedican a lo que una valiosa tendencia de la bibliografía especializada denomina «búsqueda de renta».
Si esto es así, ¿por qué los ciudadanos no enfrentan a estas coaliciones distributivas que tanto daño les hacen?
Olson explica esta paradójica situación por la que los grupos pequeños (coaliciones de distribución) prevalecen sobre los más numerosos (los ciudadanos) a la hora de actuar en forma colectiva en procura de sus propios intereses, afirmando que la teoría sociológica clásica asume que, si los ciudadanos tienen un interés político común, se organizarán y lucharán en favor de tal interés, lo cual se contrapone con lo observado en la realidad.
Lo que sucede es que los altos costos de transacción necesarios para concretar la acción colectiva de los grupos numerosos, el carácter difuso de los potenciales beneficios, sumado a la imposibilidad de excluir comportamientos free-riders, diluyen los incentivos para actuar en conjunto.
El modelo de Estado como botín, excluye a la mayor parte de la población, que no puede participar para generar reglas de juego a su medida. Los grupos pequeños, concentrados y fuertes son los ganadores de esta pulseada.
Los perdedores son dispersos sectores de ciudadanos que dedican sus energías a trabajar para alimentar a su familia sin entrometerse en la formación de políticas públicas.
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