OPINION: ¿Quién manda en   la frontera?

Hay que llevar la dominicanidad a  la frontera. Los dominicanos hemos ido perdiendo fuerzas en la línea divisoria. No solo son los ilegales que penetran a territorio dominicano, y siguen  de largo hacia las grandes ciudades, es   que los moradores de la divisoria se están haitianizando.

A todo lo largo de la frontera hay un gran empeño para impedir que los ilegales penetren a territorio dominicano. Muy poco se consigue, porque a diario vemos como aumenta la población haitiana, sobre todo de los ilegales.

Los grandes empresarios son indiferentes  al problema nacional. Ellos  constituyen  los principales responsables de esa emigración masiva, porque le tienen trabajo asegurado a los haitianos que corren  a desempeñar labores  de músculo que los dominicanos no quieren y rechazan.

Pero el fantasma de la transculturización se apodera de la frontera. Hay que estudiar a fondo las razones sociológicas y sicológicas de que a la mayoría de los dominicanos pobres que residen en la frontera, o en las plantaciones de café o de caña, no les molestan los haitianos ni los rechazan.

En las plantaciones, las mujeres dominicanas entran en relaciones con los haitianos, y las haitianas con dominicanos. Se forma la mezcla que deja  dominico-haitianos  que luego consiguen su documentación legal en nuestro territorio. Pero me preocupa que la cultura dominicana esté desplazada en la frontera. No hay respuestas de los ministros de Educación o de Cultura para fortalecer  la cultura nacional.

En cualquier ángulo fronterizo se escuchan las emisoras haitianas más que las dominicanas. En los hogares y centros de diversiones se tararean versiones de merengues adaptadas a los ritmos haitianos. La pintura que se exhibe es con raíces haitianas y hasta se está prefiriendo las pócimas del otro lado de la frontera, antes que la medicina patentizada.

Más que control de los ilegales, tenemos que tomar acción, porque va corriendo la suplantación de la cultura nacional, por mezclas haitianas en toda esa zona que divide a los dos países. Esto ya va lejos, en los hoteles cinco estrellas del Este del país se presentan la pintura y la vestimenta multicolor  haitiana como dominicana, y surge una variante de merengue vapuleada por los acordes  tradicionales del vecino país.

Hay que dominicanizar la frontera, hay que detener a los ilegales, pero el fantasma más preocupante es el intangible, que al meterse en la siquis crea manifestaciones materiales donde los dominicanos son arropados por la santería negra, mientras que el masacre se cruza en soleta. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

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