Que te vuelvo a decir
¿Qué sigo cada día más solo ante la ausencia de más y más amigos? ¿O qué voy perdiendo el espanto a la sorpresa? Eso sí es peligroso, ya que mejor morir de repente que la agonía de estar, donde no se está.
Cuando uno se va haciendo veterano en el oficio de vivir, uno se va “descamando” de las banalidades. Se hace consciente de los trofeos fugaces y se conforma con sentarse en el rincón más oculto de la sala que se regocija en la fiesta. ¿Qué te vuelvo a decir que sea nuevo o diferente si ya lo has escuchado todo? Si ya, aunque no lo sepas, lo sabes todo.
Sabes que muy pocos fueron tus verdaderos amigos y que el dinero fue siempre más influyente “a la hora de los mameyes”, es decir, siempre hubo un límite por encima de los aprecios.
Que el mundo sigue al borde de la extinción y ya no solo por asteroides o meteoritos callejeros, sino por esos dedos brutales de los hombres, o sea, nosotros. Por las repetidas y persistentes mañas de pertenencia, patria, costumbres, colores… y demás corporaciones sin sentido ni lucro.
Que te vuelvo a decir que la mañana no te haya repetido miles de veces con un sol que solo calienta y alumbra y sin decir nada hace brotar todo lo que eres y es. Un atardecer que se despide constante entregándonos soplos de esperanzas marcadas, de doce horas apresuradas y de desvelos.
Sí, no hay nada nuevo que decirte, solo que la guerra continua en Ucrania y que ahora reaparece en Israel, o Palestina, con un ingrediente distinto, y es que los imperios se baten de espalda y que “de frente” solo bastara una piedra equivocada que extraviada confunda la noche con el día, las estrellas con los rayos discretos de la mañana…
Que hoy escuche a un coro de niñas cantando jubilosas en una escuela lejana y olvidada de una aldea africana y qué inocentes confundieron el paso de enormes tanques de guerra con los de elefantes errantes y ellas, continuaron su canto en un éxtasis que jalaba las orejas al creador sordo y mudo… indiferente…
¿Qué te digo otra vez que sea aire nuevo para ti si ya cultivas la muerte diariamente en tus pensamientos? Si eres hijo del pesar y de la dramática vida. Tengo mucho que decirte, pero nada nuevo porque ya estás en “pesimidades inarrancables” productos de tus propios miedos. De tu ignorancia de antaño, de tus “feces” marchitas.
¡Eres un ser humano! ¿Qué se te puede pedir ante la inmensidad del misterio del mundo? Ante lo pírrico que puedes hacer. Con qué poder si apenas tienes tiempo para ver lo que está pasando al frente de tu casa, que de paso no te compete.
El asunto es individual, no colectivo. Lo divino está en todas partes, pero solo brota dentro de ti lo que te transforma. El escenario exterior tiende a sorprenderte y a la vez, adaptarte a lo extraordinario, tornándolo indiferente. La piedra se forma apretándose a sí misma en un interior que atrapa el silencio de un grito que intenta escaparse.
Sí, hay mucho para decir, incluso, hasta parecería nuevo, pero los caminos susurran esas voces perdidas en el tiempo y la vida se pasea en los fantasmas parlanchines qué muertos se creen vivos y es que hay muchos vivos que también están muertos y así se van dialogando los unos con los otros intercambiando noticias de diversas dimensiones que ante tanta fanfarria terminan fundiéndose en una sola.
Sí, también hay otras vidas más allá de esta que habitas tan iracundo. Otras nostalgias y calles y ríos y valles. Y todas esas otras vidas también ocultan sus secretos como si con ello salvaran “algo” de “ese misterio” qué, revelado, condeno a Eva y Adán a los martirios de la carne.
Otras vidas ajenas y añejas. Que te cambiarán el nombre y apellido y te harán “pensar” que “eres en verdad» en cada una de ellas. Una tripolaridad bárbara que te hará experimentar todo lo innombrable y por nombrar de los sentimientos y sensaciones conocidas y por conocer.
Un viaje del que no lograrías igualar aún consumas todas las yerbas y menjurjes terrenales.
Hasta aquí te digo por qué esto de decir se hace infinito y la rueda vuelve a “zampar” mostrando lo mismo una y otra vez en fangos diferentes. Te volveré a decir en otro latido las alegrías que aquí faltaron y las demás palabras que buscamos para aliviarnos el sueño de esta vida.
No te olvides aprovechar a quienes tengas a tu lado, cuyas voces se podrían perder de repente con esos fantasmas de los caminos que resguardan las piedras y sus silencios. ¡Salud! Mínimo Volvero.
jpm-am