Qué hacer con la epidemia homicidio-suicidio (3)

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

Partiendo de tal consideración. Este autor distingue tres tipos de homicidio-suicidio: 1) homicidios en los cuales el suicidio no estaba planeado, pero que luego tiene lugar debido al remordimiento; 2) seguido de la muerte del agresor; y , 3) homicidio-suicidio como unidad, en la que tanto el homicidio como el suicidio son planeados y ejecutados por el agresor.

Tomando como referencia datos epidemiológicos de homicidios y de suicidios, la incidencia  de homicidios-suicidios  puede ser considerada baja.

Probablemente en razón de esto el homicidio-suicidio viene recibiendo menor atención por parte de los investigadores cuyos estudios señalan con más importancia una u otra ocurrencia separadamente, descuidando el examen de las dos, cuando una es consecuencia de la otra, o cuando las dos acciones se comprenden como un caso de homicidio-suicidio.

Sin embargo, el impacto de este hecho en la familia y en la comunidad es sustancial. Éste suele involucrar a dos o más víctimas, lo que deriva, muchas veces, en la muerte de más de un miembro de la misma familia, provoca traumas psicológicos y suscita el aumento de trastornos intrafamiliares.

West (1966), comparando la ocurrencia de homicidios-suicidios en los Estados Unidos y en Dinamarca, encontró datos según los cuales en Norteamérica el homicidio –suicidio representa un 4% de todos los homicidios verificados en este país, mientras que en Dinamarca ese porcentaje sube a 42%.  

En una apretada conclusión podemos decir que la violencia es una constante en la vida de un universo cada vez mayor de personas, que atañe a todos, de una forma o de otra.

Para unos, la idea de salvación está en preservarse, enrejando puertas y ventanas. Para otros, sin embargo, no hay escapatoria porque la amenaza de la violencia está por detrás de esas rejas, dentro de los propios hogares, como se puede ver en los casos aquí estudiados.

En el siglo XIX, en los años 1820-1830, una serie de autores franceses como Guerry de Champneuf empiezan a observar que en los departamentos franceses del norte de Francia hay pocos asesinatos y delitos contra las personas pero hay muchos suicidios, mientras que en los departamentos del sur ocurre lo contrario.

Otros autores realizan observaciones similares en otras regiones y se va extendiendo la idea de un antagonismo entre el suicidio del sur de Europa y el suicidio más frecuente en las regiones del norte.

Hacia 1880 destacan dos autores, Enrico Morselli y Enrico Ferri, que dan forma a la “ley doble”: las tendencias al suicidio y al homicidio son antagónicas entre si wen el cuerpo social pero son paralelas dentro del individuo, donde nacen y se desarrollan bajo la influencia de las mismas causas.

Observan que el suicidio aumenta con el nivel educativo mientras que el homicidio se asocia al analfabetismo. Con respecto a la religión, el suicidio es más frecuente entre protestantes y el homicidio entre católicos. Y con respecto a las clases sociales, el suicidio es más frecuente en clases altas y el homicidio en clases bajas.

Para los maestros Ferri y Morselli, las causas del homicidio y del suicidio serían las mismas y el impulso básico es a matar a alguien pero las condiciones del ambiente llevarían a que se expresara de una forma u otra. En sociedades más pacíficas, que repudian la violencia (o en clases sociales altas), ese impulso se volvería hacia dentro dando lugar al suicidio.

Henry y Short en 1954 introducen el avance en la teoría de que existen un a fuerza de producción de la corriente de violencia y unas fuerzas de dirección. Las fuerzas de producción son las que determinan la fuerza o el caudal de la corriente. Si el caudal de la violencia no aumenta, entonces si se expresa como suicidio, disminuye la tasa de homicidios, y viceversa. Pero si en una sociedad los factores de producción de la corriente aumentan, entonces tanto suicidio como homicidio pueden aumentar a la vez. 

jpm-am

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Benita
Benita
1 Año hace

¡jehová es la solución!