Protocolo para una primera muerte
Por asuntos que prefiero no detallar y así evitar abrumarles con la historia del proceso; resumo que se suponía para esta fecha podría estar recostado en un cajón colocado en el centro de una sala de Blandino o de Savica. Falsa alarma. ¡Hay Gio para rato!
Recuerden que soy un hombre de teatro. Por tal condición, resulto ser un obsesionado con la organización.
Alan Poe definía al teatro, precisamente, como… “La organización del caos.”
Así las cosas, para mí, establecer el protocolo de las acciones no es negociable. Eso, como el único virus que me encontraron y ya en vía de elimación, también está mi sangre. Los padres fundadores (Tespis, Esquilo, Sófocles y Eurípides) y Shakespeare me envenenaron con sus asuntos. Además, Albert Camus puso en boca de su emperador Calígula: “Hace falta organización en todo, hasta en Arte.”
Pues bien, todos somos novatos en la muerte. Nadie, comprobablemente hablando, ha regresado para contar
su experiencia. Los actores de formación construimos personajes en base a algo que llamamos MEMORIA EMOTIVA: cuando no tenemos referencia de un asunto (violaciones, asesinatos; etc.) recordar debemos lo que más se asemeje a las acciones y elevar las emociones a la categoría deseada. Con la muerte esto no es posible.
Así las cosas, en mi caso iba a tener que improvisar.
—¡Maldición! ¡Los actores verdaderos nunca improvisamos! ¡Eso hacen los cómicos de la televisión dominicana!
En estas circunstancias, comencé a trazar un pequeño protocolo para mis espectaculares exequias fúnebres.
Lo primero que haría era morir seis horas antes de hacerlo oficialmente. Esto es importante para mis cuatro ex esposas, algunas de las ex novias y montón de amigas. No podría permitirles que asistan a mi primer funeral con vestidos de luto repetidos. ¡Jamás! Entonces, tendría que darles tiempo para que acudan a las tiendas a comprar ropa adecuada. Dije “tiendas” porque no sería considerado comprar el primer vestido que encuentren. ¡Nooo! Tienen que ver varias opciones. ¡En la primera vez que uno se muere la gente debe vestir bien!
Es importante que asistan bañaditas, perfumadas, dientes cepilladlos y maquilladas. ¡La fealdad allí es una grosería… o una competencia!
¡Cuidado con el maquillaje! No olviden que si lloran (deben hacerlo aunque tengan que fingirlo) el maquillaje, sobre todo el rímel y las sombras de colores, tiende a correrse. ¡Horrible eso! En una ocasión fui a un velorio de una joven suicidada. Una de sus profesoras lloraba profusamente y a colores. Me reí. Inconsecuentemente reí. No logré evitarlo.
A las cuatro ex esposas, y a una casi ex, deben sentarlas en la primera fila. Son mujeres muy hermosas y darían un toque delicado al funeral.
Nadie puede ir en pantalones de mezclilla. Ay no! No es elegante.
Demando que se tenga cuidado con los políticos. Buscando cámaras van a pretender quitarle principalía al mismísimo cadáver. ¡El muerto seré yo, aunque algunos deseen arrebatarme el personaje!
Prohíbo terminantemente que presten mis sombreros a los amigos. Pienso llevármelos al Hades. Si los antiguos egipcios tenían razón, sería frustrante despertar en el inframundo y no contar con mis sombreros, bastones, algunos libros y los corbatines que he comprado en Amazon.
Nada de chistes. Al menos no frente al cadáver. Allí pongan cara de circunstancia, aunque tengan que fingirla. Recuerden que podrían tomarles fotos con celulares. Por eso recomiendo: esconder la barriga y no plegar la cara en demasía.
Odio el café. No lo sirvan. Prefiero que brinden espumantes casi congelados.
Nadie evitará que mi hermano Andrés celebre misa de cuerpo presente, en realidad ya está ausente y lleno de algodón. Por eso, exijo que sobre mi pecho pongan una nota que he escrito. En la misma aclaro que no soy ateo, tampoco creyente, soy dudante; que ALGO inició en algún momento el universo, pero no ALGUIEN.
Tengan suficientes pastillas para el corazón. No quiero que nadie muera en mi velorio. ¡Allí el único muerto autorizado seré yo!
Hablando seriamente, esta vez no me montaré en la barca con Caronte. Todos lo haremos indefectiblemente, por eso es importante tener diseñado un protocolo; lo que Tony Raful ha llamado en un poema… «Esa burocracia de la Muerte.«
Todavía un tanto impresionado (manera digna de no decir espantado como un chivo), para evitar malas
interpretaciones del barquero, prefiero no solicitar en esta ocasión el acostumbrado…
¡Telón!
of-am