Por una verdadera zona libre de comercio

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EL AUTOR es comunicador y diplomático. Reside en Honduras.

 

 

            Hace varios meses hice una propuesta para que el Estado Dominicano construyera las líneas faltantes del Metro  de Santo Domingo y un tren que cruce el país. En esa sugerencia  dejé saber cómo se podrían construir las obras que completarían la vía ferroviaria necesaria para la dignificación de la gente,  sin que las autoridades gubernamentales tengan que poner un solo centavo para esas obras de vital importancia.

 

            Planteé en esa oportunidad en las prestigiosas páginas de Al  Momento, y las personas que son lectores consuetudinario de mi humilde columna son testigo de mis afirmaciones,    que con una permuta concertada con  un país como China, Japón u otro,   necesitados de mercados para sus productos, lograríamos terminar el multimillonario proyecto de transporte público, y el Estado utilizaría esos emolumentos en otros renglones de más urgencia. Hasta señalé que en tierras  de  Montecristi  se podría negociar con  estos países para que uno de ellos instalara una zona libre, necesaria  para la venta de sus mercancías, en un estadio del capitalismo actual, en donde el mercado disminuye con el deambular del tiempo.

 

            Una zona libre en Montecristi como lo propuse, o en  María Trinidad Sánchez, Puerto Plata o Samaná,  abriría un mercado de más de 50 millones de seres humanos, pues todo el movimiento de compra y venta  a su alrededor se acercaría a adquirir bienes y productos ofertados  en una de esas demarcaciones nuestras que parecen un pedazo del cielo  en la tierra. Desde la Florida (Miami, Orlando, etc.) hasta Martinica, pasando por Puerto Rico, Cuba, Bahamas, Islas Vírgenes, Jamaica, Turca y Laicos, Barbados, y hasta Colombia y Venezuela,    acudirían a una oferta comercial como lo sería una zona libre en una de esas locaciones, las  cuales están geográficamente bien situadas para ser un hub del comercio caribeño, centro y suramericano.

 

            A esto hay que agregar los miles de empleos directos e indirectos que originaría una zona libre en nuestra costa norte. Un planteamiento  de esa envergadura a una nación en búsqueda de espacio para sus producciones  no escatimaría recursos para llegar a un acuerdo con quien se lo plantee.  Una zona libre en nuestro país reportaría más ganancias que 100 Tratados de Libre Comercio. Igualmente dinamizaría las deprimidas economías en  esos territorios del norte dominicano.

 

            En los últimos días el Consejo Económico Binacional Quisqueya y la dirección general de Desarrollo Fronterizo coordinaron el diseño de la nueva infraestructura que viabilizará la zona libre de comercio en Jimaní y Mal Passe.  Creo que con un mercado binacional es suficiente para canalizar el comercio entre República Dominicana  y Haití. Para vender productos que demanda el mercado haitiano  no se requiere de una estructura mayor. Ahora bien, si buscamos grandes soluciones a grandes males, entonces tenemos que buscar a grandes inversionistas, y una zona libre de comercio nos acercaría a multimillonarios capitales que se mantienen buscando en dónde alojarse para hacer negocios.

 

             El mercado alrededor de nuestro país es inmenso, y un macro proyecto, como lo sería una zona libre de comercio,  implicaría  a grandes protagonistas. La gama de países en nuestro entorno que demandan mercaderías es ilimitada.   ¿Por qué no elaborar   una estructura    gigante que nos conduzca a dinamizar la economía de esas tierras y que nos llevaría a resolver sempiternos males que golpea al país, y que el Estado Dominicano, tiene que prescindir a solucionar otros problemas para dedicar recursos a   otras dificultades?  

 

            Yo voy más lejos: El establecimiento  de una verdadera zona de libre comercio en nuestro país abriría la posibilidad de que grandes empresas internacionales se animarían a invertir en la nación. A lo mejor hasta marcas automovilísticas se abocarían a  instalar ensambladoras de autos, que absorberían gran parte del desempleo juvenil.

 

            Unamos entonces esfuerzos para instalar una verdadera zona libre de comercio que sería una línea recta a dotarnos de grandes capitales internacionales, requisito fundamental para ponernos  en la ruta del desarrollo.  

 

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