¿Por quién votar en noviembre?

Este proceso electoral que vive Estados Unidos nos resulta muy complejo, porque nos obligará a tomar una decisión donde las opciones no están del todo definidas, en lo que se refiere a los beneficios futuros que pudiéramos o que esperamos recibir los latinoamericanos del Gobierno resultante. De cualquier manera, nos será de gran ayuda para entender la manera de pensar de los americanos -que son nuestros anfitriones- cuando sienten que su futuro está en juego.

 

Estas elecciones no están en blanco y negro. No hay una opción  mala y la otra buena como generalmente asumimos, haciendo gala de extrema candidez. Nuestra oferta no es “la mejor” de un puñado de buenos ciudadanos que quieren “sacrificarse” por servirnos desde la presidencia del país. Yo mas bien creo que tendremos que optar por la “menos mala” de las propuestas que se presentan. El problema es cómo determinar en estos tres meses que restan: cuál de ellas es la peor, la mas dañina, para rechazarla en noviembre.

 

Y aunque está muy claro que no podremos inclinar la balanza de manera definitiva, a pesar de los cantos de sirena de nuestros “líderes” que insisten en que seremos los protagonistas, los que decidiremos en el  otoño; también está muy claro que debemos participar y jugar nuestro papel. A fin de cuentas somos ciudadanos de esta nación y no vinimos a sentarnos en las gradas, no importa que el aporte sea mínimo. Es muy cierto somos pocos, pero no insignificantes.

 

De manera personal yo ya tengo la mitad de mi decisión tomada, y no aspiro a que usted me siga o imite, porque mi intención no es inducirlo a votar por este o aquel candidato. Lo que si quiero es que usted lo haga de manera consiente y libre de prejuicios y estereotipos. Por eso me aventuro a compartir mis motivaciones personales y hasta a discutirlas, que entiendo es la forma mas honesta de ejercer la democracia.

 

Aun no sé por quién votaré, pero si sé por quien no lo haré nunca. Tengo establecido a quien no debo ni voy a apoyar en noviembre. Y voy a tratar de justificarlo, pero siempre con la disposición de discutirlo con mis amigos, que son todos los que me lean. Por supuesto que no votar por alguien no implica hacerlo por el polo aparentemente contrario. Hay otras alternativas, aunque no sean “ganadoras”, pero que nos producirán la tranquilidad de espíritu que viene al sentirse la satisfacción del deber cumplido.

 

Claramente no votaré por Hillary Clinton, porque no confío en su discurso de medias tintas. Su manejo como funcionaria pública dejó mucho que desear; en su roll de senadora nunca estuvo a la altura que sus constituyentes demandaron y como Secretaria de Estado su accionar fue aún mas desastroso. En sus funciones de Primera Dama y esposa del Presidente, no tengo razón alguna para criticarla; su papel frente al escandaloso comportamiento de su marido, es un asunto de su entera discreción o conveniencia y/o arreglos previos, probablemente muy bien especificados en el contrato inicial.

 

En el estilo de las personalidades, el «laissez faire, laissez passer» (dejar hacer, dejar pasar) es un acuerdo mutuo que funciona muy bien para las parejas seudo-liberales pero de pensamiento ultra conservador. Sobre todo para los matrimonios que tienen planes políticos futuros, aunque no sean convencionales. Así lo afirmó  Bill Clinton en 2004, cuando aseguró que la relación con su mujer era similar a la de Franklin y Eleanor Roosevelt, que trabajaron juntos en la Casa Blanca pero que llevaban vidas separadas debido a la relación extramatrimonial del Presidente con Lucy Mercer Rutherford. Véase el artículo: Las 10 cosas que no sabías de Hillary Clinton (www.elperiodico.com)

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Cuando el marido de la candidata nos hace recrear las andanzas de dormitorio del legendario FDR, descubrimos una vasta historia de infidelidades conexas, que no acabo de entender que motivos tendría Bill en 2004 para tales declaraciones, pues ya los Clinton estaban en la segunda fase de su plan y Hillary era a la sazón senadora de NYS. Pero además porque todo el mundillo habitado por los Roosevelt está repleto de escándalos y chismes, que en nada favorecen la analogía establecida por Bill entre las dos familias presidenciales.

 

Por demás, hay dos sutiles pero sugerentes citas sobre Eleanor y su esposo FDR que establecen escenarios nada agradables para la suerte de la candidata demócrata. La primera viene de uno de los hijos de los Roosevelt que dice: “la relación de mis padres fue como un cese al fuego, una tregua armada, que duró hasta la muerte” y la otra aparece como sentencia en la biografía de Eleanor: “tengo memoria de elefante, puedo olvidar, pero no quiero olvidar”.

 

Qué mas dá? Si los Clinton quieren que se les asocie a los ya desaparecidos Roosevelt, habrá de ser en el carácter licencioso de sus vidas, porque en la administración de Bill no hay nada comparable al “New Deal” implementado por FDR, que es la base del actual “estado de bienestar” de la nación americana. Fuera de eso, solo hay infidelidades, hipocresías, bochornos y chismes alrededor de la honorable familia presidencial del siglo pasado. No alcanzo a entender qué implicación pudiera tener imitarlos.

 

Pero dejemos eso de la memoria de la candidata -que no augura nada honorable en la Casa Blanca, si llegara a ganar- y cerremos la conversación advirtiendo que Hillary promete ser mas negativa que cualquier otro candidato y que por supuesto es mucho mas “guerrerista” que lo que pudiera ser su opositor principal. Votar por ella representa el verdadero salto al vacío de los millones de inmigrantes, especialmente los latinoamericanos. Lo de su lucha futura con Bill y su posible desquite, son solo suposiciones.

jpm

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