¿Por qué estudia el niño?

Hace unos dias la apreciada licenciada, Victoria Jerez nos planteó la cuestión de las fallas de la educación primara y secundara que traían como consecuencia las lagunas de la educación cuando se estaba debutando en la educación superior o universitaria. Eso me dejó pensando. Pensando a raudales por esos cerebros del mundo mayor.

 

Concuerdo con la antigua directora de la Escuela Primaria Juan Sánchez Ramírez de la ciudad de Cotuy tan llena de gloria y de tantos olvidos.

 

No cabe duda de que los padres de Juancito siguen con extraordinario interés los pasos de su hijo en la escuela. ¿Hace sus tareas? ¿Pasará de grado? ¿No pasará?… si obtienen un premio, se alegran; si muestra señales de retraso, se entristecen.

En todo esto hallará el observador de primera mano la prueba incontrovertible de una genuina preocupación educacional. Sin embargo, la obra fría del análisis revelará en la mayoría de los caso que ese interés es más una cuestión de habito o de reclamo social que finalidad primordial de cultura en el mejor de los sentidos.

 

La ética utilitaria que prevalece  impone determinados requisitos, sancionados por la costumbre, para dar acceso a las posiciones de preeminencia de ventaja económica. Y uno de esos  requisitos es estar en posesión ¿de una cultura?, no precisamente; de un título. El «título» es la carta de pase.

La proporción de conocimientos, de técnica,  o de cultivo integral de la personalidad que haya detrás  del mismo queda relegada a plano secundario. Lo que importa es la credencial demostrativa de que se ha pagado el precio social, en esfuerzo y en medida fiduciaria, que abrirá luego las puertas del éxito.

 

Los papás de Juanito querrán que pase sus grados lo antes posible. Si es preciso que los salte, pues mientras más pronto se llegue mejor. ¿Sabe Juanito? ¿No sabe? ¿Es realmente educado? ¿O es más bien un periquito repetidor de ideas y conceptos deshidratados, cuya sustancia y relación se le escapan? … Y a esto es mucho pedir.

Todo su amor por el niño no es capaz de suministrarle una respuesta apropiada. Les basta con que Juanito «pase»; que «pase» por los grados primarios; que «pase» por el bachillerato; que «pase» por los grados universitarios; que pase raudo por los canales académicos de la educación, aunque la cultura pase también por él sin dejar la más leve huella.

 

Pero los años también pasan y encontramos a Juanito en la universidad. Decidió ser médico porque es la carrera más prometedora. Con más «porvenir». Ya sus padres no le administran el horario de clases, ni le revisan las tareas, ni hablan con sus maestros. Ahora se limitan a pagarle los estudios. Ya Juanito se ha tomado prerrogativas de adulto y  se las maneja por sí solo.

 

No obstante, su modo de ver y apreciar los valores de la cultura y los instrumentos de la educación siguen siendo los mismos que aprendió de sus padres. En la universidad le faltan sólo algunas «asignaturas» para graduarse de doctor en medicina. Juanito será un médico. Los años de convulsión política, significaron para él otros tantos de retraso.

Y ahora, naturalmente, tiene más prisa que nunca por terminar. Por llegar, como dice él mismo con especial inflexión sobre el verbo.

 

Pero algunos exámenes han sido demasiado precipitados. No se ha incluido, confiesan muchos de sus compañeros, ni la tercera parte de la «materia» que normalmente debe ir a tales pruebas. ¿Qué hacer? El asunto va a asamblea. Se discute; se alza la voz y se alzan las manos; los ánimos se agitan.

Hay dos opiniones contrapuestas; una, la de estudiar como es debido algo que no puede escapar al conocimiento de un médico; otra, la de que ya se ha perdió mucho tiempo y no se puede prorrogarse más el momento de la graduación. El minuto culmínante del «título». Y esta es la que prevalece. Juanito, por fin, para contento suyo y la felicidad de sus papás, es todo un doctor, todo un profesional universitario.

 

Una pregunta, sin embargo, queda sonando en el aire como una campanilla indiscreta. ¿Por qué estudió Juanito? En su carrera no  se cumplieron ciertamente las dos fases de equilibrio que Victoria Jerez asi como Whitehead señala al proceso educativo: la del romance, en que la imaginación sirve con toda libertad de guía al interés; y la de la disciplina intelectual,  en que la inteligencia fija con rigor y con organicidad el conocimiento adquirido.

No, la carrera de Juanito fue, de principio a fin, una carrera de «pases», o de obstáculos, como  es el track and fiel, sin otra filosofía que la muy pragmática del menor esfuerzo.

Y aunque eso deje satisfechos al niño y a sus padres, y aun a una sociedad inconscientemente movida por el provechismo material inmediato, deja también sin respuesta la interrogación básica de la educación: ¿para qué estudia el niño?

JPM

 

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Malin Heren
Malin Heren
2 meses hace

Seguramente hay muchas escuelas en línea populares y ampliamente conocidas en Internet donde puede encontrar tutores de gramática inglesa confiables y experimentados. Mi amigo fue ayudado en el estudio de conjunciones en ingles por profesores experimentados que también eran hablantes nativos. Esto facilitó mucho el proceso de aprendizaje.