Pobreza y delincuencia

Hay quienes consideran que la delincuencia se combate matando a los delincuentes, para lo cual se requiere de una Policía debidamente entrenada y equipada para tales fines. Pero esas muertes tienen que ser selectiva, porque no se trata de todos los delincuentes, sino de la parte más vulnerable, la de menos valor social y humano. Me refiero, obviamente, a la delincuencia de los de abajo, no de los de arriba.

Otros sostienen que el gobierno debe modificar la estructura policial, otorgarle buenos salarios y mejor condiciones en lo relativo a la seguridad social para ellos y sus familiares, amén de un salario que supere los 20 mil pesos mensuales.

Ocurre sin embargo que la solución de la delincuencia no es simplemente policial; que tampoco se resuelve matando a los delincuentes, “darle pa bajo”, como dicen muchos generales y hasta gente del pueblo, de donde surgen la mayoría de los rateros, asaltantes, atracadores, secuestradores y hasta criminales. Tampoco es recomendable la “mano dura” que reclaman determinados sectores, entre ellos religiosos como su Eminencia Reverendísima Nicolás de Jesús López Rodríguez.

La Policía forma parte del problema, no de la solución, debido a que la mayoría son pobres, provienen de los barrios y los campos, algunos de los cuales obtienen rangos de oficiales superiores, donde pueden, usando su influencia y poder, superar la miseria haciendo justamente lo que deben combatir, asociándose al  crimen, el narcotráfico y la delincuencia en sentido general.

El gobierno podrá colocar un policía en cada esquina, en cada hogar dominicano y no logrará acabar con la delincuencia; instalar cámaras en los semáforos, imponer la pena de muerte, como sugieran algunos trogloditas, y ni así acabará la ola de delincuencia que azota el país por los cuatro costados como una tormenta.

El auge de la delincuencia está intrínsecamente asociado a los niveles de pobreza de cualquier sociedad del mundo. A mayores niveles de pobreza y marginalidad, mayores niveles de asaltos, robos, atracos, ratería, crímenes y demás delitos.

Para combatir la delincuencia hay que combatir la pobreza. Este país tiene cerca de un millón de personas sobreviviendo con alrededor de un dólar diariamente;  cinco millones de pobres; el 24 o 27 % de los jóvenes ni estudian, ni trabajan. Para cubrir sus necesidades básicas de alimentación, vestido, calzado, diversión, etc., delinquen. El sistema de inequidad social, con el Estado como ente regulador, no le deja otra opción.

Si el gobierno quiere disminuir los delitos, que castigue la corrupción que se lleva alrededor de cien mil millones de pesos todos los años que bien pueden invertirse en esa juventud creándole oportunidades educativas y de trabajo digno. Sucede que a los corruptos del sector público y privado el propio gobierno les garantiza impunidad mientras los delincuentes pobres terminan en las cárceles y en los  cementerios.

No hay un empresario, un político, ni un funcionario corrupto preso o muerto, porque para ellos no hay cárceles ni cementerios; ningún juez los condenará, ningún policía los matará en “un intercambio” de disparos.

Para los corruptos no hay “mano dura”, no hay fiscales ni jueces que los condenen o policías que les den “pa´ bajo” y los envíen, sin apelación, al cementerio.

Para los pobres delincuentes no hay “derechos humanos”, no existe el “Estado de derechos”, ni “el debido proceso de ley”. Esos dispositivos legales fueron creados  para los que quiebran bancos, para los funcionarios que se roban el país y los políticos que se roban la esperanza del pueblo en las elecciones cada cuatro años.

¿Quieren combatir la delincuencia? ¡Eliminen los cinturones de miseria y la marginalidad; reduzcan el desempleo, terminen con el analfabetismo de una vez y por todas, garantícenle a la gente salud, viviendas, salud, transporte, energía! ¡Terminen con las injusticias y los privilegios!

¡Que el crecimiento económico del que tanto hablan les llegue a los pobres, no solo a los poderosos y a los funcionarios corruptos!

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