Pesadilla tremebunda de la Feria del libro
La Feria del libro en RD la fundó Don Julio Postigo, librero y editor evangélico y no ningún otro.
Me fui por fin a la Feria del Libro. Les confieso que nunca visité en todos estos años la Feria del Libro en Dominicana que en vez de Feria es un carnaval sin comparsa. He estado en otros países disfrutando de Ferias de Libros como participante y como un simple ciudadano.
Aterricé en la Feria del Libro en Dominicana bajo el sol que quemaba como candela al estilo Placetas el lar que me vio nacer. Entre codazos y codazos me habría paso dentro de una multitud que bebía desde Metrecal hasta cerveza presidente a todo dar en lo que el escenario parecía un PUTI-CLUB en vez de ser un centro donde la cultura antillana debe resplandecer como antorcha encendida.
Una tarde infernal donde en el frontispicio de la Biblioteca Nacional el tigueraje era tan grande que las mismas autoridades se quedaban asombradas con los supuestos cazadores de cultura literaria… continué caminando; el sudor era tremebundo; el calor espantoso y en los estantes en su mayoría encontraba ventas de lápices; venta de paquitos; venta de cuadernos y mucha literatura fuera de moda… en las presentaciones encontré loas a todos los comunistas del país… ante la indiferencia de la mayoría de los ciudadanos que pasan por ahí buscando donde encontrar agua para beber en vez de escuchar los cánticos de sirena de los mismos sinsontes de siempre… Se escribió un proverbio indú que afirma: «Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.» Allí nada de eso existía, sino un tumulto escuchando a Raperos entonando sus expresiones callejeras y fuera de lugar… continué caminando y entré a un pabellón esperando encontrar algún amigo escritor; un buen estante para comprar libros… Nada. Encontré el uniforma de Manuel Montes Arache; fotografías de hombres Ranas brincando en plena contienda de abril. Pura propaganda y nada de cultura… me sentí bien crispado al ver tanto dinero gastado en nada…
En vez de una Feria lo que encontré allí fue una refriega. Una insolente forma de burlarse de los que pensamos. Un negocio peor que el de la Frontera. Miré bien el uniforme de Manuel… un recuerdo militar en plena era de la Cultura…
Ya de niño y en tantas ocasiones mi padre me decía que leer era una disciplina y que los valores de la grandeza del hombre se manifestaban con los libros que se leían y no en los que se escribían. Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer.
Continué mi caminata entre puntos y puntos mirando entre lugar y lugar a ver si encontraba libros… Le pregunté a uno de los más viejos dueños de uno de los estantes en cuestiones de Feria, porque ha estado en todas por los libros de Don Emilio Rodríguez Demorizi y me envió a cuatro lugares sin haber encontrado uno; pregunté por los libros de Manuel de Jesús Galván la obra más grandiosa en toda la historia del país y no pude conseguir ninguna; me volqué al estante de los poetas y pregunté por Don Fabio Fiallo y nadie conocía quien era el poeta del amor… pregunté por obras históricas y de escritores que deberían producirse y reproducirse cada año y fue infructuoso…. desde Pedro Mir hasta Juan Isidro Jiménez Grullón. Pregunté por Galaripsos de Gastón Fernando Deligne, el más grande poeta que ha dado el país en toda su historia y no saben quién es….
…y el primo hermano de la Primera Dama, Colita Rodríguez, Ministro pomposo de Incultura bien gracias… Mi caminata por esos callejones de la ignorancia me llevaba a creer que estaba ante la presencia del Entierro del Enterrador aquella famosa novela de J.A. Albertini. Cada paso era más frustrante. No encontraba libros de los que me gustan para empaparme del saber universal, local o coloquial hasta que de repente me detuve… miré fijamente su fotografía. Era la fotografía del Presbítero Félix Varela el hombre que nos enseñó a pensar. Di unos pasos dentro de aquella marcada frustración, y me detuve. Saludé al presbítero; le rendí honores. Respetos. Me dejó en ese estante un paseo por su marcha de la existencia aquel relato titulado Por la Vida y el honor en las cortes de España 1822-1823. Compilado por Manuel Pablo Maza Miguel, S.J. Lo vi de nuevo al presbítero y recordé que Félix Varela vivió en una época semejante a la nuestra en la cual ocurrieron transformaciones dramáticas en la sociedad. Después de siglos de vigencia, la monarquía, el papel de la Iglesia en la sociedad, la propiedad de la tierra, la elaboración de las leyes, la sociedad estamental y el absolutismo, por citar sólo unos elementos, fueron cuestionados desde sus fundamentos. Varela vivió y se desempeñó como presbítero y diputado en medio de aquellos cambios enormes. Sus respuestas iluminan la nuestras hoy en día.» Cuando encontré a Varela y lo abracé tiernamente el recuerdo de Borges vino a mi mente: «Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca.»
Al sentirme como perro en carnicería al encontrarme con Varela comencé la retirada silente. Agobiante ante la mirada ríspidas de personas que me miraban como diciendo, ¿será o no será? Continuaba la caminata buscando la salida final. Yo soy un distraído por Naturaleza, y presto muy poca atención a los acontecimientos que me rodean; paso cerca de ellos, o estoy en medio de ellos, con la indiferencia de un sonámbulo que atraviesa un peligro; paseo en dosis máxima la facultad de aislarme, de abstraerme, de permanecer ajeno a todo lo que me circunda, como si poseyese una Vida distinta a los seres y las cosas que actúan en torno mío.
Llegando al final escuche la sinfonía de la Noche en el escenario principal. El primo hermano de la Primera Dama, Colita Rodríguez, Ministro de Incultura que representa el país, parece que no sabe lo que es una zarzuela y lo que es nuestra cultura. Y para poner punto redondo a esta pesadilla tremebunda de la Feria del libro, todo el mundo escuchó con rabia un gagá como pieza nacional dominicana en esa ya famosa Feria del Libro en que el tigueraje y las malas artes se han apoderado de ese entorno donde los libérrimos beben de todo, fuman mariguana y huelen cocaína en nombre de la cultura y la Feria Nacional del Libro.
Acabo de salir de allí. No regreso más… y para que quede claro entre nosotros y no se lo digas a nadie: Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro. Emily Dickinson (1830-1886) Poetisa estadounidense. Lo que me molesta es que La Feria del libro en RD la fundo Don Julio Postigo librero y editor evangélico y no ningún otro. Un hombre que le dio su sabiduría a tanta gente y miren ustedes en qué clase de fandango ha terminado todo esto…