Periodistas arrodillados

¡De León, no hable de política! El mandato o la petición que da inicio a este párrafo, lo oí varias veces en mis pasadas vacaciones en Santo Domingo; pero lo trascendental de esta expresión un tanto imperativa, es que al margen de potenciales peledeístas, también provino de algunos colegas.
Es preocupante que, contrario a los aciagos doce años que encabezó el presidente Joaquín Balaguer, veteranos periodistas, antes aguerridos y cuestionadores de las políticas públicas, hoy, exhiban cierto amodorramiento con respecto al desorden que en todos los sentidos, azota a la República Dominicana.
El que se demande no hacer comentarios políticos contrario al oficialismo y, que, precisamente lo hagan periodistas; nos ofrece varias lecturas. O han involucionados en lo esplendente y digno de las ideas políticas-esto no implica que sean peledeístas, es su derecho-, o tal vez temen perder un empleo que remunera, pero, lastimosamente arrodilla.
El conducirse con tanta discreción y sigilo, ante los acontecimientos políticos y ciertos desórdenes en este estadio histórico, intimida y siembra desesperanzas; sobre todo, si los que se ven compelidos a demandar o guardar silencio al respecto, son los que están llamados a hacer opinión pública, y en consecuencia, a cuestionar lo que entiendan es lesivo al pueblo dominicano.
No me refiero a los periodistas que, con todo el derecho a pertenecer al partido de gobierno caen hasta en la más denigrante abyección; (ya sabíamos todos los que compartimos esta profesión quienes tenían o tienen deplorables condiciones para ello); trato de apuntalar sobre periodistas en ejercicio o beneficiarios del oficialismo que, necesariamente, no son incondicionales al partido en el poder.
Cuando un periodista que se supone debe ser un ente contestatario y tolerante a las disidencias en esta coyuntura histórica le dice a usted que no hable de política, aunque sólo se ejerza el derecho ciudadano de cuestionar el caos imperante, y no exclusivamente al gobierno de turno; si no hay una tiranía, por lo menos, persiste una dictadura de partido con sutiles, pero efectivos amordazamientos mediáticos.
También como es visible, nos dice que los medios lo manejan dos o tres familias, y que, el que esos empresarios mediáticos estén entronizados, ostensiblemente, en políticas oficialistas, es cosa peligrosa para, por lo menos, percibir una aparente democracia.
Como nunca antes, el clientelismo político ha logrado desnaturalizar la razón social del periodismo, y por si fuera poco, ha logrado colocar de hinojos-con las excepciones que todos conocemos-, a una buena parte de otrora batalladores colegas. Ha obliterado contundentemente sus prístinos fundamentos políticos, aún sin ser declarados simpatizantes o militantes del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Por ello no resulta extraño el que veamos a quien tenemos alta estima y consideramos un periodista noble, compartir un espacio con un comunicador de nuevo cuño, cuyo único mérito ha sido el de lambisquear a los funcionarios, o cuando no, hacer el triste papel de confidente y correveidile de los que hoy esquilman y abusan del pueblo dominicano.
Y como se ha dicho otras veces, lo malo de ahora no es la corrupción, sino el que se denuncie. Ciertamente el daño mayúsculo no ha sido el robo de los dineros a los contribuyentes, sino el envilecimiento obligado de los diversos sectores pensantes; claro, entre éstos, los periodistas ocupamos un sitio preferencial.
Lo grave de todo esto es que cuando uno se queja de esa situación, alguien dice: ¡es que tú tienes que vivir aquí para que veas cómo son las cosas! Es lamentable iniciar un artículo con, prácticamente, una orden que amordaza, y terminarlo con una expresión que deja entrever que ¡esto se jodió!

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