Perdón 2017

Es imposible devolver la manecilla del reloj hacia atrás para hacer lo que se te quedó pendiente años atrás. Los 365 días que acaban de finalizar son irreversibles, por lo que, propicio y oportuno son estos días para reflexionar y planificar los objetivos que nos pronostica el futuro.

Pidamos perdón a Dios; y en su defecto al 2017, por no cumplir las metas trazadas en el marco de los 12 meses, 52 semanas y los 365 días que nos pusieron en bandeja para superar los tropiezos y garantizar positivamente tus logros.

La historia de calendarizar los proyectos, logros, metas y objetivos se repite al finalizar cada año, sin embargo, casi nunca son enumeradas  por orden de prioridades para que surtan multiplicadores de acuerdo a las necesidades que buscamos superar. Claro, todo dependerá del esfuerzo y la dedicación.

Debemos pedir perdón, por no poner de nuestra parte para perdonar a aquellos que se mostraron faltos de sensibilidad y se aprovecharon de tu buen comportamiento al ser tratado con deferencia y distinción, sin mirar en ti la parte negativa de tus pensamientos.

Pidamos perdón por lo deshonesto que fuimos con nosotros mismos. Porque cometimos atrocidades sin sentidos que no pudimos superar y cuando quisimos superarlas, no pudimos subsanar y finalmente lo pagaste con creces.

No podemos darle tiempo al tiempo, porque después se nos viene encima, por eso, es un recurso imprescindible cumplir las iniciativas acorde con el tiempo del reloj y la productividad coercitiva que nos dicta la conciencia cuando se trata de decidir con ahínco para ser un abanderado del cumplimiento.

Debemos pedir perdón, porque no supimos cumplir los proyectos que nos trazamos nosotros mismos, para dejarlos como buen ejemplo gerencial a quienes están apostando al recurso del emprendedurismo, a los fines de generar un cambio de actitud y vivir sin tener que ser acicalado por el síndrome del desenfreno.

Se nos fue el 2017 y debemos pedir perdón, por no saber crear estrategias para cumplir y hacer cumplir las leyes, dirigidas a cambiar el derrotero en que se encuentra la República Dominicana.

Debemos pedir perdón, por no acentuarnos en el taciturno espacio para tomar decisiones oportunas y valorar con aptitud meridiana el deber de la conciencia humana.

Debemos pedir perdón, hacer un acto para permitirle el paso a aquellos que sin intereses oportunos, miran de frente y sin mentiras, sin diatribas, sin envidia, con la conciencia limpia, sin atajos, con visión, sin trabas, sin resquemores, sin miedo y sin ambición, quieren trabajar por un mejor país.

Debemos pedir perdón, por querer ser dueños absolutos de lo que no nos pertenece, considerando el estado como un patrimonio, en el que sólo nosotros tenemos derecho, violentando los principios y las leyes.

Debemos pedir perdón a Dios, por ser analfabetos de conciencia e inteligentes para convencer a los sabios y hacerlo nadar en el mar de quienes ven el dinero como su único recurso de subsistencia, aunque al final del trayecto resulten los más afectados.

No hay mayor perdón que el de Dios. Debemos pedir perdón, por no entender que más vale actuar con sabiduría y humildad, que llegar al límite de ser cuestionado por toda la sociedad.

Estamos a tiempo para pedir perdón, rehacer nuestras vidas y cumplir nuestros deberes. Ahí tenemos el 2018. Son 12 meses para comportarnos como misioneros de lo que queremos, 52 semanas para reflexionar y priorizar las metas y 365 días para ejecutar las prioridades que nos llevarán a la mejora continua.

Oportunidades y éxitos para todos.

JPM
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