Pasando resumen
Cada fin de año se acostumbra a pasar resumen de los hechos más importantes de la vida económica, política y social de los países. Siempre he visto con cierta preocupación, que no todos están de acuerdo con lo que se plantea. Unos dicen que hubo un buen año, mientras que otros dicen que fue un año malo. Esto es debido, a que cada quien habla conforme a lo que le conviene. No existe tal cosa de año bueno ni de año malo; pues cada quien vivió su realidad, la cual es imposible comparar con las de los demás. Nadie siente el dolor ajeno, pero tampoco nadie siente la alegría de otros.
En una ocasión fui a dar el pésame a un verdadero amigo, y viéndolo destruimos por el inmenso dolor que tenía, debido a la partida de su padre, sólo pude decirle: «Te acompaño en tus sentimientos.» Nadie siente, o vive la realidad del otro. Por tanto, las argumentaciones que se fabrican para determinar una realidad vivida, serán relativas. De ahí que, unos progresaron, pero otros se empobrecieron. No juzguemos la situación de los demás, por la situación propia; pues, cada quien vive una situación diferente. Lo importante es que vivieron.
Los mensajes de año nuevo, siempre van acompañados con la muletilla de «que tenga, o tengan un próspero año nuevo. Pero me pregunto, ¿qué haré para que él, o ellos tengan un próspero año nuevo? Las palabras se las lleva el viento, hay que traducir esas palabras en acciones que sirvan de beneficio a sus destinatarios. Deben hacerse más acciones de benevolencias, y decir menos palabras. Una buena acción es mejor que cien millones de palabras; y el mundo no vive de buenas intenciones, sino de buenas acciones.
Jesucristo, adorable Maestro, singular Salvador, tuvo su eficacia en que él convirtió cada palabra en una acción, siendo la principal y globalizada su muerte en la cruz. El sabía a qué había venido al mundo, pues por lo menos, en cuatro ocasiones anunció su muerte. Pero también sabía que su muerte era el mayor regalo de beneficio para la humanidad; él era y es la vida y la resurrección. El es una realidad en millones de personas, aunque son más los que no han creído en él.
Un resumen de la vida del hombre sobre la tierra, constituye un diagnóstico correcto, si y sólo si, se reconoce la verdadera realidad, una realidad llena de obras buenas y de obras malas. Una realidad egoísta, pues se basa en buscar el bien personal y de los cercanos; una realidad llena de ilusiones y una presencia de carencias productora de situaciones dolorosas. El mundo está lleno de pecados y por ende de muerte. Muchos edificios, llenos de seres humanos tristes; muchas calles llenas de muertos; ríos que ya no llevan agua; es sombría la realidad de los pueblos.
Iglesias con pocos parroquianos, pues la razón de ellas ha desaparecido de los objetivos de los pueblos. Ellas han cambiado su rumbo, y están bebiendo el agua turbia de sus propios pozos. Muchos mensajes, pero poco oidores y menos hacedores de la palabra. Son soles sin luz; son promesas sin esperanzas; y sobretodo, son guaridas de fariseos. Cambiar lo que son las iglesias, es imposible por esfuerzos humanos y no está en el plan de Dios cambiarlas, pues él nos habla de la apostasía, del falso profetas, de los falsos cristos y hasta del sistema de la bestia.
Pero aún hay un año agradable del Señor, quien en aquellos que ven la luz y la aprecian; quienes ponen su esperanza en la cruz; quienes son hacedores de la palabra de Dios; y sobretodo, quienes han entendido la realidad del mundo, entonces sobre éstos Dios derrama su gracia y bondad, transfiriendo una esperanza de vida eterna y llena de valores divinos. No todo está perdido, todavía hay un Salvador, que es Cristo el Señor. Hay personas de fe firmes, que son religiosos y que su amor a Dios les lleva a valorar la palabra de Dios.
El resumen del año, debe hacerlo cada quien en sí mismo. Fue su vida durante este año, si no hubo bienestar en su vida, entonces simplemente perdió ese maravilloso tiempo. Los bienes materiales son necesarios en toda vida terrenal, pero también debemos añadir los bienes espirituales que son los que fortalecen el espíritu. Cualquiera de estos bienes que haga falta, provoca un desequilibrio emocional y social. Dios conceda a usted y a los suyos el mejor de los años, y que la sociedad asuma la responsabilidad de no quitarle lo que Dios y su propio esfuerzo le permitan tener. Dios le bendiga.
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