¿Otra poblada con Leonel?

 
Fue a Antonio Gil quien desde  la sala de redacción de la planta televisiva de TeleAntillas se le ocurrió llamar al doctor Germán Ornes Goiscou, director de El Caribe, para decirle: “el único que puede cubrir eso es De León”.  Gil se refería a una de las más dantescas y desorbitadas manifestaciones contra gobierno alguno; la del 24 de abril de 1984.
 
El jefe de redacción de Teleantillas, con el que había trabajado anteriormente, no me recomendó porque yo era una estrella como reportero. Nada de eso. Pero si entendía  que ante las disconformidades callejeras durante el gobierno de Salvador Jorge Blanco, como siempre, por ser un individuo sin ínfulas de intelectual afrancesado y que conocía a los «tigueres”,  yo era el reportero indicado para cubrir esas contingencias.
 
Irónicamente, esto, por ser  yo todavía un “soñador”, románticamente apegado a principios de izquierda, Antonio Gil tenía el estereotipo de que no parecía salido de las entrañas de Borojol.
 
Pero a contrapelo de ese criterio, en el momento, entendía que sí era el garante para evitar que  apedrearan los vehículos de TeleAntillas y El Caribe, empresas asociadas.. Y como sucedía en esa etapa: ¡que se joda el más contestatario; que parece comunista!
 
No preciso  ahora, con que chofer hicimos el recorrido en barrios y calles de la parte alta de la ciudad, y si la memoria no me falla creo que me acompañó como auxiliar, el aguerrido camarógrafo Heriberto Rossi y un experimentado fotógrafo  a quien llamábamos “Ricardito”.
 
Cuando iniciamos el recorrido, observamos como Santo Domingo, se asemejaba a una metrópoli sitiada por una guerra sin tregua. En las calles todo estaba revuelto y había enfrentamientos por doquier entre manifestantes y fuerzas combinadas de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Más tarde comprendí lo que eran manifestaciones con características de poblada, como las definió el profesor Juan Bosch.
 
Al asomar a Villa Francisca, en la calle José Martí con Francisco Henríquez y Carvajal, vehículo   en marcha, me lancé cual si fuera un intrépido cobrador de guagua; mientras les hacía seña a  enardecidos manifestantes que, piedra en mano, tenían la intención de destrozar los cristales del jeep. Alguien gritó: “espérense que es Fernando”.  Gracias a mi oportuna presencia la acción no se consumó. En eso no  se equivocó el zorro de Gil.
 
En nuestro recorrido pudimos percatarnos de varios muertos y heridos, y  observamos hasta militares vestidos de civiles que apoyaban las manifestaciones. Es difícil determinar cuántas fueron las víctimas. ¿Hubo cien muertos, o más? No se tiene  la cifra exacta. Si recuerdo que no tuve el valor de observar como agonizaba un joven del barrio de Villa Consuelo, luego de ser impactado de bala en  la cabeza.
 
Algunos cientistas sociales entienden que la historia acontece en espiral. En estos momentos, podríamos decir que en República Dominicana donde se desbordan convulsiones políticas en ciclos, podría inferirse que si Leonel Fernández Reyna asume la Presidencia, por nueva vez,  podrían presentarse graves revueltas y otra poblada con mayor saldo trágico que la del 1984. 
 
Porque aunque recientemente Fernández Reyna habló de siembra de cizañas, hasta ahora, lo que si tiene como una mancha cuasi indeleble es, el  no haber convencido a la mayoría de la gente de a pie, de que  no tomó sumas millonarias del capo Quirino Ernesto Paulino Castillo.
 
Pero tampoco bastó con que transcurriera la Semana Santa, para que la población olvide un no ha lugar, a favor de su hijo putativo Félix Bautista. Tal vez erróneamente Leonel y sus acólitos se la juegan apostando al olvido.
 
Y créanme, Leonel, visiblemente, no ha dado muestras de ser un hombre valiente. Pero tiene un tozudo y banalizado ego. En cualquier momento se haría el loco, con tal de mantenerse en el poder. Es decir, esta vez, su terquedad, no apelaría a “pagar para no matar”.
 
Su enfermiza obsesión de poder no sería compatible con interés de evitar  que se oprima al pueblo dominicano tras manifestaciones con características de poblada, con motivaciones más contundentes  que la acontecida en 1984.
 
Y para ello está acompañado no sólo de corruptos, sino de oportunistas que le importa un comino y tres pepinillos lo que piense el pueblo, con tal de seguir aferrado a los permisivos actos de corrupción. ¿Lo dudan? 
 Espéremos.

 

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