Otra historia de Trujillo

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo.

 

Por JOSE ABIGAIL CRUZ INFANTE

¿Estaba Rafael Trujillo en sus cabales o sufría de trastornos mentales en los últimos meses de su férreo mandato? Existen indicios y testimonios recogidos por historiadores que dan cuenta de una conducta inusual del hombre que dominó el país por más de largos treinta (30) años.

Se dice que sus facultades físicas se deterioraban rápidamente. Su estado de ánimo era impredecible, de un modo que sorprendía a todos los que le rodeaban.

Trujillo fue un hombre de combate y siempre se comportó como un recio roble, que así le llamó en su sentido panegírico Joaquín Balaguer. No fue achacoso ni enfermizo.

Aparte los conocidos problemas de su próstata y el ataque de ántrax no se reportan públicamente otras dolencias ni enfermedades.

Rafael L. Trujillo.
Rafael L. Trujillo.

Sin embargo su salud mental deja mucho que desear en los meses finales de su agitada existencia.

Una conversación sostenida en su oficina con el joven abogado Nabú Henríquez en el año de 1958 demuestra que Trujillo no estaba ya en perfecto estado de salud en este aspecto.

(Tempo después de esta conversación, en 1960, el indicado ciudadano, de familia ligada al régimen, se asiló en la Embajada de Brasil con varios amigos más, al sentirse perseguidos por el servicio de inteligencia de Johnny Abbes García, cabeza visible de un tenebroso sistema de opresión y persecución que atemorizaba a la ciudadanía).

La práctica trujillista de la época obligaba a todo graduado universitario a enviarle un telegrama al Jefe agradeciéndole haber alcanzado una profesión y poniéndose a la disposición del gobierno para lo que se le solicitara.

Nabú Henríquez, contraviniendo la aceptada práctica no envió el consabido telegrama a Trujillo, razón por la cual fue llamado a una entrevista con el dictador en el Palacio Nacional.

Ya dentro de la espaciosa oficina del hombre fuerte, éste le extendió la mano en señal de saludo y de inmediato preguntó, ¿Qué quiere usted aquí en el Palacio?

Lo que usted disponga, señor presidente.

¿Ud. Lo que quiere es ser presidente?

No, señor presidente.

¿Y por qué no quiere usted ser presidente de la República?

Porque los destinos de la nación están bien dirigidos por usted, y además yo no tengo la edad requerida por la constitución para ejercer el cargo de presidente.

¿De qué constitución me habla usted? En este país la Constitución soy yo.

Después de esta introducción, el joven Nabú se sentía confuso y turbado, pues no le encontraba sentido a las palabras de Trujillo, quien de repente cambiando el tono le expresó:

¿Usted es de los guapos de este país?. Anoche usted sostuvo un pleito en el Casino de Güibia con los García Recio, que viven aquí cerca de Palacio.

Se refería Trujillo a una trifulca en la que había participado Nelson Díaz, hijo de Modesto Díaz, tío de Nabú, con lo cual se demostraba que la información brindada por el servicio de inteligencia era inexacta.

Pero Trujillo tenía en mente seguir con sus cuestionamientos a Nabú, y le dijo: – Usted es de los descendientes de Lucas Díaz, quienes como guapos se quitan los callos a tiros

¿Qué ciudades del sur del país usted conoce?

San Cristóbal, Azua…

No, no, no. Así no. Dígamelas en orden. Pero primero dígame, ¿con quien usted ha visitado esas ciudades?

Con mi tío el coronel Juan Tomás Díaz.

¡Coronel no, General!

Señor presidente, yo no sabía que mi tío había sido ascendido a general.

Pues sépalo.

Nabú Henríquez poco antes de morir en el 2006 a los 72 años de edad.
Nabú Henríquez poco antes de morir en el 2006 a los 72 años de edad.

Contaba Nabú –quien falleció hace unos años-, que esta conversación errática de Trujillo lo tenía cada vez más sorprendido y no sabía hacia dónde le conduciría.

Aprovechando un breve silencio, le espetó de repente que él necesitaba un fiscal en el Distrito Nacional. El joven abogado le hizo saber que no tenía la experiencia suficiente que el cargo demandaba.

Entonces Trujillo, bruscamente, llamó a Luis Ruiz Trujillo y le ordenó: Nómbralo Juez de Paz de Las Matas de Farfán y ponle cincuenta pesos de sueldo, que estas gentes además de guapos son ricos.

Para finalizar la entrevista Trujillo le dijo:- Si usted necesita algo, hágamelo saber a través del general Juan Tomás Díaz, o de su tío Modesto. Puede retirarse.

Nabú se marcha presuroso, después de soportar la tanda de preguntas inusitadas a que lo sometió el dictador, pero todavía no terminaba el suplicio; ya listo para salir oyó la voz del hombre, que dijo:Venga acá, no lo nombré en Las Matas de Farfán. Déle a elegir el cargo que él quiera en la justicia.

Al salir, acompañado de un empleado del despacho, el joven abogado le pregunta: ¿Qué quería Trujillo decir con eso de que me nombraran en el cargo que yo quisiera?

El empleado cuestionado, viejo servidor y conocedor de las mañas de esa oficina, le respondió: Esa es una orden de Trujillo. ¿Y que pasaría si yo aspirara al cargo de Secretario de Estado de Justicia? El empleado respondió sin vacilaciones: Pues quitamos a Mario Abreu Penzo y te nombramos a ti.

Nabú escogió el cargo de Fiscalizador del Juzgado de Paz de la Tercera Circunscripción, localizado en la calle Barahona esquina María de Toledo, allí permaneció un año hasta que después se asiló con su madre y su amigo Mario Read Vittini y otros valerosos más.

Este valiente testimonio seguramente es una muestra de cómo andaba la cabeza del Jefe en su tramo final de vida.

jpm

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