Oportunismo y devaluación del Estado

“El flujo perpetuo del pasado es vivir una vida sin contenido”

 El oportunismo y la devaluación inoportuna del Estado es un síndrome capitular que resume todos los escenarios de la administración pública y lo ha convertido en cónclave de caníbales que trabajan con descontrol absoluto hasta convertirlo en propiedad de una élite que se consideran los “reyes de un principado” cohesionado y deshecho, que socava y devalúa el país, al igual que el narcotraficante que se endiosa y se enaltece cuando tumba a otro con sus mismas cualidades. 

Son ideales similares que atosigan la economía y mediante complicidades encaminan sus principios hacia un despeñadero que se adentra en el sistema financiero y con arrogancia confunde a esa misma sociedad que se encuentra atrofiada por el poder populista de sus gobernantes. 

En los tiempos remotos del ámbito social eran muy importantes los valores morales, tales como; la dignidad, la honradez, la valentía, el patriotismo y la solidaridad, valores que se han perdido, convertidos actualmente en etapas oscuras que son repetibles en la historia de los pueblos, municipios y provincias que bordean geográficamente la República Dominicana, en la que nuestros políticos con estrategias colaterales nos han cambiado las ideas hasta lograr ocultar lo inexplicable de su gestión pública, poniendo a contrapelo que la mejor forma de gobernar es aplicando la teoría de una transparente administración del Estado. 

La inicua desfachatez tiene su esencia en el manejo económico y deshonesto de las encuestas, donde ponen de manifiesto su incapacidad con objetivos logrados para confundir la misma sociedad, mediante la presentación de alternativas que subyugan, queriendo aparentar que buscan una salida aleatoria a la crisis que dimensiona la masa compuesta por la sociedad.

Este razonamiento da luz a la paradoja que pone en tela de juicio el mejor comportamiento de los individuos que manejan miles de millones en los ministerios que componen el Estado, tildados de irresponsables, porque abusan inmisericordemente de la buena voluntad ciudadana, mientras el ejecutivo se ausenta de sus malos deberes, usando con apego parcial la reserva moral de la justicia. 

El desparpajo inoperante de las economías en los países de América Latina nos indica que al 2025 se deberán producir cambios en los sistemas de partidos y el manejo prolongado de una esfera global que a medida que pasa el tiempo acumula más riquezas en el interior de su familia. 

Con el paso del tiempo los votantes, muchos de ellos sobornados, han adquirido lo que todo individuo debe profesar en su vida para concienciar sus principios, conocimientos tales como: el pensamiento creativo, resolución de problemas, capacidad intuitiva, deducción lógica, dialéctica constructiva, lenguaje abstracto, apreciación científica y la habilidad psicomotora para adentrarse en su mundo y generar un sistema de sobrevivencia natural para provocar cambios en el sistema político electoral. 

Esa conciencia del electorado quedó evidenciada y en un primer plano el domingo primero de julio en México, donde sus nacionales albergaron la esperanza de un cambio contra la violencia, el soborno y la corrupción administrativa; y lo lograron preñando las urnas de votos en favor del candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien obtuvo un porcentaje por encima de los 24 millones de sufragios, convirtiéndose en el presidente más votado después de la competencia por la banda presidencial de los últimos 30 años, superando a Carlos Salinas de Gortari, en las elecciones de 1988, la primera en producir una verdadera disputa por el poder en dicho país. 

Las iniciativas de los mexicanos son una avalancha que magnifican el conocimiento para generar cambios en la política partidista, pero no cambios a priori, sino cambios dirigidos a rehabilitar los límites de libertad poniendo en relieve los valores y los sentimientos, y como consecuencia, el resultado de conveniencia mediante una conciencia no excluyente, sino complementaria para la sociedad.

El aprendizaje es un ente de primer orden para convertirnos en sigilosos guardianes de los recursos públicos, contrario al conocimiento que a veces se convierte en un baluarte que catapulta los principios hasta convertirnos en oportunista de los bienes propiedad del Estado.

Todo conocimiento tiene su valor, sin embargo, “utilizarlo para obtener un lucro indebido, (Hugo Ignacio González Cervantes) manipular a las masas y alcanzar deseos mezquinos, daña ostensiblemente a la humanidad, dejando un hueco en aquella persona que recibió la mala orientación, una idea errónea de la realidad peor aun cuando las personas son utilizadas para obtener fines abyectos, desarticulando el desarrollo colectivo y la esperanza de un pueblo”. Es ahí donde descansa la maldad de una retahíla de políticos que trastornan la supervivencia de esa voz juiciosa que actualmente ve reprimidos sus deseos de libertad a través de imposiciones.

El conocimiento es una herramienta para hacer y dejar hacer, el conocimiento es valorado al momento de compartirlo, es noble causa para el que está al frente infinito, es una luz que se refleja en el ser humano, pero no podemos permitir que esos conocimientos y esa luz se nos apaguen para que otros le saquen provecho en contraposición con los objetivos que están dirigidos a favorecer la mayoría.

mbaezjj@gmail.com

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