¡Hay que matar a los cristianos!

 

¡Hay que matar a los cristianos!

¡Hay que matar a los musulmanes!

¡Hay que matar a los judíos!

¡Hay que matar a los infieles!

¡Hay que matar a los herejes!

¡Hay que matar a los comunistas!

¡Hay que matar a los homosexuales!

Las consignas anteriores, entre muchas más, han venido siendo los mandatos perfectos para generar odios, rencillas, intolerancia, aniquilación total de naciones en colonizaciones con evangelizaciones, inquisiciones, guerras de cruzadas,  guerras para imposición de la fe, enfrentamientos para limpieza étnica, desplazamientos y destrucción de pueblos enteros, holocaustos, , masacres,  genocidios y cuanto crímenes horrendos, pueda concebir la depravada e insana mente de los radicalizados y fundamentalizados en credos políticos o religiosos.   La historia, como testigo excepcional, en todo tiempo, y en toda la faz de la tierra está plasmada en millones de documentos de la más variada naturaleza, para confirmar estas barbaries.

 

Desgraciadamente, en pleno apogeo del Siglo XXI, esa historia de intolerancia, terror y muerte se sigue repitiendo.   La masacre en una discoteca gay de Orlando que dejó 49 muertos y 53 heridos y las declaraciones de docenas de pastores evangélicos calificando de excelente el «trabajo», del loco que ha hecho esta matanza, nos confirman una vez más, la peligrosidad que resulta a la convivencia pacífica, las salvajes consignas de matar al que consideramos, no profesa nuestros credos, sean estos políticos, religiosos o de cualquier otra naturaleza.

«Creo que este hecho es grandioso y beneficia a la sociedad.  Pienso que esta noche Orlando Florida es un poco más seguro.   Lo trágico es, que no hayan muerto más de ellos.  Lamento, que él no haya terminado el trabajo, porque esas personas son depredadores abusadores.  Quiero que el gobierno los junte, los ponga frente a un pelotón de fusilamiento y le vuelen los sesos.  Yo creo que estuviera bien, si el gobierno matara a todos los homosexuales».

¡Qué horror!  Con las declaraciones contenidas en el párrafo anterior, un pastor que dice ser un seguidor de Cristo, expresa su aprobación a la matanza aludida.  Pero no fue solamente él.   Cientos de pastores evangélicos alrededor del mundo, han catalogado de excelente esta masacre, a la vez que abogan, porque los gobiernos de los distintos países en todo mundo, procedan a matar a todos los homosexuales, ya sea volándoles los sexos en un paredón, quemándolos vivos, ahorcándolos, o linchándolos por turbas irascibles y fanáticas, que gustan de las lapidaciones.  Para justificar sus diabólicos propósitos, estos demonios de hombres invocan al libro del Levítico: «Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre».

En estas masacres contra los no heterosexuales, los musulmanes no se quedan atrás.   La ley del sharia islámico, tipifica la homosexualidad como un pecado mayor y una inmoralidad; además, la tiene como una enfermedad moral y corrupción, y aseguran, que nadie nace homosexual, al igual que nadie nace siendo un ladrón, un mentiroso o un asesino.  La homosexualidad- según ellos- es como todos los malos hábitos, que se adquiere por la falta de la debida orientación y educación y de hecho se castiga con la muerte.

Obedeciendo la Sharia, los musulmanes ejecutan públicamente a sus homosexuales, en lo que cabe, ahorcarlos, quemarlos vivos, lapidarlos, arrojarlos desde edificios altos ysi sobreviven, son fusilados o apedreados. Actualmente la homosexualidad implica la pena de muerte en 5 países y en otros 78 es ilegal.

Algunas reflexiones en torno a la intolerancia de la homosexualidad

La consigna de matar a los homosexuales, se basamenta en los llamados libros sagrados de ciertas religiones.  En esta oportunidad solo vamos a referirnos a la musulmana y a todas las que tienen a la Biblia como su guía espiritual absoluta, por ser ellas, las más intolerantes, las más radicales y las de mayor peso en la conciencia de la población mundial de hoy, pues el paganismo, era lo hegemónico del ayer.

Esta comprobado ya, que la Biblia es un plagio de las religiones paganas (politeístas), que existieron en la antigüedad.  El nacimiento de un Dios un 25 de diciembre y de una virgen, que fue anunciado por una estrella al Este, la cual ayudó a los tres Reyes Magos a ubicar a ese «Salvador» recién nacido para ir a adorarle, que a los 12 años era un niño prodigio, que fue bautizado a los 30 años, que empezó su ministerio con 12 discípulos que viajaban con El, haciendo milagros, que fue conocido como «La verdad», «La luz», «El hijo de Dios», «El buen pastor», «La oveja de Dios», «Rey de Reyes»,  «La luz del mundo», «Alga y Omega» y muchos otros;  pero además, que después de este «Salvador»,  haber sido traicionado por treinta monedas de plata, fue sacrificado, y resucitó al tercer día.

La religión egipcia, básicamente es la base estructural de la teología judeo- cristiana, por ello tenemos: nacimiento de un “Salvador” por virgen, bautismo por agua, circuncisión, sagrada comunión, pascuas, navidad, arca de alianza, resurrección, crucifixión,  vida después de la muerte,  juicio final, etc.  Son también plagios, eventos como el gran diluvio universal, con arca de Noé, el niño Moisés, salvado de las aguas, los 10 mandamientos y su entrega en una tabla, y así sucesivamente cientos de eventos más, que fueron adoptados por el cristianismo y el islamismo, de otras religiones más antiguas, y a la vez, recogidos como revelaciones de Dios, en la Biblia y el Corán.

Pero además, de la estructura plagiada referida, están las contradicciones existente entre el viejo y nuevo testamento.  El «Viejo Testamento», nos presenta un Dios, vengador, violento, criminal, abusivo, quisquilloso, medalaganario, injusto, cruel, repentista, caprichoso, arbitrario, intolerante, veleidoso, asesino, déspota, más de la veces iracundo y demencial, capaz de mandar a ahogar en sangre a los que consideraba o considera, sus enemigos:  “Degüella, arrasa con todo, quema todo lo que encuentre a tu paso, saquea, reparte el botín, viola a sus mujeres y mata a todos los niños y a todos los varones; has venganza, no dejes nada con vida, mata a todos sus animales, mata a todas sus gentes y empala sus cabezas de cara al sol.  Que no quede piedra sobre piedra, etc. etc. etc.”  Tales son los casos cuando ese dios ordena a Moisés destruir a los moabitas (Números 25,1-18), y a los medianitas (Números 31,1-18).  Pero también, manifiesta estas aberraciones, cuando ordena a Zacarías (14,2), atacar a Jerusalén: «la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres».  La misma historia infame se repite cuando ese Dios judío ordena a Saúl por intermedio de Samuel (1Samuel 15,1-33), destruir el pueblo de Amalec. “No tendrás piedad de nadie; darás muerte a los hombres, a las mujeres, a los niños, a los bueyes y corderos, y a los burros”.  Igual aberración se repite, cuando ese Dios ordena matar al hijo desobediente (Deuteronomio 21,18-21).

Igual Dios iracundo, violento, cruel, sediento de sangre y venganzas, encontramos en el Corán: «Matad a los infieles donde quiera que los encontréis.  Al que cambió su religión islámica, entonces matarlo.  Los infieles son para vosotros un enemigo declarado.  ¡Creyentes! ¡Combate contra los infieles y los hipócritas ¡Muéstrate duro con ellos!  El pago para los que hacen la guerra a Alá y a su mensajero y se dediquen a corromper en la tierra: serán asesinados brutalmente, o colgados a la muerte, o amputados de manos y pies opuestos, o expulsado del país».

Textos con mandatos como los anteriores, son lo que han forjado las mentalidades enfermas, como el autor de la matanza de Orlando del pasado domingo 12, capaces de coger un arma para salir a matar a quienes ellos consideran, abominables ante los ojos de Dios o de Alá. Y forjan además, mentalidades como las de los «pastores cristianos», que después de haber apoyado esta masacre, anhelan el asesinato de todos los homosexuales del mundo en un paredón, o como sea.

Fíjese usted, que el en caso del cristianismo, este tiene dos textos, ambos al servicio de la causa del oscurantismo para dominación.  Con el Viejo Testamento golpean rudamente y pueden, amparado en ese texto, infligir la muerte más atroz.  Con el Nuevo Testamento soplan el golpe; es decir, hacen como las serpientes, que primero «bajean’ a sus víctimas para anestesiarlas, o como los ratones, que para lo mismo, soplan antes y después de morder. Y si acaso usted le reclama a los predicadores de ese odio del Dios del Viejo Testamento, y le señala la contradicción odio/amor, de su Jehová, entonces te replican, que eso es viejo, que la buenas nuevas están en el Nuevo Testamento, que ha dado el «Nuevo Mandamiento», de amaos los unos a los otros; pero pese a ello, practican a muerte la violencia contra los no creyentes y los homosexuales, es decir olvidan este «Nuevo Mandamiento» de amor, para aplicar los viejos del odio, alegando que Cristo no vino a abolir la Ley, sino a cumplirla.  Siendo así, ante las evidentes contradicciones, uno no sabe a qué atenerse, ante este Dios judío, que según sus «enviados», es a la vez, amor y fuego consumidor.

La influencia de estos textos va más lejos, obedeciendo a los objetivos de sus creadores y manipuladores, pues los mismos han sido elaborados por los poderes facticos que han llegado a ser hegemónicos, con lo que han mantenido subordinado a los demás por medio al oscurantismo más siniestro, caldo de cultivo propicio para el surgimiento de los tiranos y las tiranías, ya sea de un hombre, una clase, una casta, unas elites y de los imperialismos.  En estos eventos, acontecidos a través de los siglos, en una lucha feroz por dominación, ha estado en juego todo el poder y dinero del mundo.  Los feligreses católicos y evangélicos de todas las denominaciones, así como los musulmanes, no se dan cuenta que los están usando como bisagras de las poderosas estructuras de dominación que los contiene, mas no así los líderes religiosos, porque ellos, al ser beneficiarios del poder político y económico, si saben muy bien en los que están, y por qué.

Analizados los libros sagrados que nos ocupan, a la luz de los eventos sangrientos y de las injusticias que ellos han y siguen desencadenando, se puede asegurar- sin lugar a equívocos- que la interpretación literal del contenido de ellos, adicionado a la insistencia de tenerlos como la palabra de Dios, ha generado, y siguen generando en nuestro mundo, las más grandes tragedias al género humano, vía los fundamentalismos religiosos y políticos, que engendran maquinas de odio como Omar Seddique Mateen, el autor de la reciente matanza de Orlando.

En artículos anteriores he expuesto, que el grave problema de la humanidad no estriba, en con quienes las personas se van a la cama, sino, que el problema está, en que más de tres mil millones de seres humanos se van a la cama sin comer, porque no tienen para comprar el mendrugo de pan que sacie o mitigue el hambre. El problema está-recalco- en que faltan millones de camas en los hospitales. El problema está- reafirmo- en que millones no tienen cama. El problema está -reitero- en que los que tienen comfortables y lujosas camas, no quieren compartir, con los que no tienen cama.

Insisto: repito de nuevo lo que ya he dicho en otras ocasiones: el grueso problema de la humanidad no es la homosexualidad; pero si lo son las guerras, el hambre que sufre media humanidad, las enfermedades, las emigraciones, la exclusión social, la concentración de las riquezas en pocas manos, la iniquidad, las injusticias sociales, el calentamiento global y la explotación de hombre por el hombre, entre otras pestes apocalípticas, que son los verdaderos problemas del mundo, que no son por culpa de la homosexualidad ni de los homosexuales, sino por el egoísmo humano y otras lacras, expandidas y fomentadas por los imperialismo en contubernio con religiones de todas las confesiones  especialmente la católica (salvo honrosas excepciones), que a lo largo de su existencia, se ha mantenido poderosa y al  lado de los poderosos.

Estos son los males que yo invito a los pastores y sacerdotes a combatir.  Luchar contra los homosexuales y la homosexualidad es un desaguisado que solo traerá desavenencias en la convivencia humana, puesto que el diez por ciento de la humanidad, siempre ha sido, es y será homosexual.  Decir que la homosexualidad atenta contra la reproducción de la raza humana, es una falacia, puesto que el restante noventa por ciento, realizará esa labor con creces. Dejémonos pues, de estar fabulando y riñendo para tan solo crear controversias, para de una vez y por todas, asumir racionalmente, una realidad incontrovertible, que de ser así, en conjunción con la eliminación de las lacras anteriormente citadas, nos traerá la paz tan ansiada y necesitada.

Yo creo, y en consecuencia sugiero, que es hora ya, de que los intelectuales de hoy, retomemos con fuerza, valentía y seriedad, aquellas acometidas de la ilustración en el «Siglo de las Luces» contra la ignorancia, la superstición y las tiranías teológicas y políticas, que siguen imponiéndose a base de sangre, fuego y obscurantismo, y que en consecuencia,  combatamos esas doctrinas y sus propulsores, que atribuyen al Supremo Creador, tantas aberraciones, y que tienen la osadía de consignarlas en un libro, para después decir que ese libro es la palabra de Dios, lo que considero es la mayor calumnia… la mayor infamia, que hombres malvados, puedan vender a la humanidad, para imponer una inventada deidad pagana, que solo sirve a sus espúreos intereses.

Para ello, es necesario abocarnos a denunciar esas inmundicias  y los reales problemas que aquejan a la humanidad, para buscarle la solución definitiva, no dejándonos ahogar con el tema de la homosexualidad, que al igual que otros, es materia escogida a propósito, para desviar la atención,  las energías y la acciones de la población de la verdadera batalla que deben librar los pueblos, para que tengamos un mundo en el cual cada uno disfrute los derechos que les corresponden, entendiendo por derecho, el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno, acomodarse a la libertad de todos, tal como expresó en su momento, Emmanuel Kant.

El que tenga oído, que oiga.  El que tenga ojos que vea. El que tenga boca, que hable. El que tenga cerebro y corazón, que piense, y en consecuencia, actúe.

sp-am

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