Sopa de Letras en el Comercio Exterior

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EL AUTOR es consultor en Comercio Internacional. Reside en Washington.

 

La elección de Donald Trump como el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos nos ha generado una verdadera sopa de letras en lo que se refiere al comercio internacional. TPP, NAFTA, DR-CAFTA, CBTPA, HOPE, HELP, T-TIP, TISA, EGA, y como olvidar OMC. El candidato Trump hizo impactantes y en algunos casos rebatibles declaraciones sobre cómo su administración manejaría las relaciones con sus socios comerciales. Ya electo, hemos visto acciones que apuntan hacia una revisión del manejo de los esquemas de comercio por parte de la Casa Blanca, y aunque tales acciones aún no definen con claridad la política de comercio exterior del presidente electo, por lo menos plantean su modus operandi para un corto plazo.

 

Hoy tenemos claro que el Trans-Pacific Partnership (TPP) quedará adormecido por lo menos durante el primer año de la Administración Trump; aun así, Australia, Nueva Zelanda y Japón no se dan por vencidos y dan señales de que insistirán en identificar mecanismos viables para lograr su implementación. Esta será una ardua tarea ya que el TPP en su Artículo 30.5 establece que para su implementación debe ser ratificado en un periodo de dos años. El mismo Artículo ofrece otra alternativa para la implementación del acuerdo de comercio; esta contempla su ratificación por parte de seis o más países, siempre y cuando de manera conjunta  sumen el 85% del PIB de los 12 países firmantes. Consecuentemente, si eliminamos a Estados Unidos de esta sumatoria no hay TPP.

 

En los Estados Unidos las decisiones sobre comercio exterior están centradas en el Congreso; este, ha generado importantes leyes como la Ley de Expansión al Comercio del 1962, la Ley de Comercio del 1974, y la Ley de Poderes Económicos para Emergencias Internacionales del 1977, las cuales adjudican al presidente de la nación poderes para remediar disputas comerciales, incluyendo la aplicación de aranceles. Por lo tanto, el Ejecutivo tiene la capacidad de imponer altos y punitivos aranceles a las importaciones procedentes de China o México, como lo formulara el Sr. Trump en su campaña, o de cualquier otro país que el presidente entienda provoque una amenaza extraordinaria e inusual a los EEUU. Lo que aún no tenemos claro es bajo que esquema impositivo penalizará a aquellas empresas que lleven su producción, total o parcial, a otros países.

 

En cuanto al NAFTA y el DR-CAFTA, el lenguaje de ambos acuerdos en sus Artículos 2205 y 22.7 correspondientemente, explica claramente el mecanismo que tiene cada país signatario para renunciar a los compromisos asumidos; basta con notificar tal decisión a los demás miembros del acuerdo comercial. En el caso particular de los Estados Unidos no hay necesidad de acción alguna por parte del Congreso.

 

Sin pretender hacer pronostico alguno, pudiéramos hoy decir que el DR-CAFTA tiene más probabilidades de mantener la estructura negociada entre las Partes que el NAFTA. En una entrevista que diera el pasado 8 de agosto a la cadena televisiva CNBC, Wilbur Ross, recientemente señalado por el presidente electo Trump para ocupar la posición de Secretario de Comercio, señaló al TLC entre la República Dominicana, Centroamérica y los Estados Unidos como un buen acuerdo en comparación con el negociado con México y Canadá.

Algo que si tenemos bien claro es que durante la Administración Trump muchas de las decisiones sobre comercio estarán centradas en la Casa Blanca; el presidente electo ha creado el Consejo Nacional de Comercio de la Casa Blanca y para liderarlo ha señalado a Peter Navarro, profesor de economía y asesor del candidato. Aunque a la fecha desconocemos la estructura operativa de la nueva entidad, ya Trump ya ha definido las áreas de enfoque de la misma, entre las que incluye  el fortalecimiento de la base industrial de los Estados Unidos, además de “buy America, hire America.”

 

Volviendo al tema de la sopa de letras, esta incluye caracteres que definitivamente deben ser de interés a la estructura de comercio, negociaciones comerciales y promoción de inversión y exportación de la República Dominicana. Este es el caso del Caribbean Basin Trade Partnership Act (CBTPA), el Haitian Hemispheric through Partnership Encouragement (HOPE) y el Haitian Economic Lift Program (HELP); leyes que conceden a Haití programas de acceso preferencial al mercado norteamericano, los cuales, de manera directa impactan positivamente la industria textil y de la confección dominicana. Lamentablemente, estas leyes tienen una vigencia que restringe la inversión y las operaciones complementarias, su limitada permanencia no permite  estructurar programas industriales a largo plazo, situación que provoca un desvío de contratos e inversión a otros países.

 

En cuanto al resto de acuerdos que ha venido negociando Estados Unidos con Europa (T-TIP), sobre servicios (TISA), sobre medioambiente (EGA), los cuales como todo acuerdo comercial tienen cláusulas contenciosas para uno u otro de los países negociantes, pensamos que ninguno está en la mirilla inmediata de la próxima Administración. Eventualmente, cuando el tema libre comercio pierda un poco su adquirida connotación negativa, estos volverán a los despachos de los decision makers en los EEUU.

 

Sobre las empresas que se benefician de esta sopa de letras, específicamente las que atraídas por D-R-C-A-F-T-A llegaron o expandieron sus operaciones en la República Dominicana, estas trabajan arduamente en sus cadenas de suministro, creando planes de contingencia ante las posibles disposiciones que impulsaría el Sr. Trump ya instalado en la Casa Blanca. A pesar de la percepción del presidente electo, los niveles de competencia que rigen los mercados internacionales obligan a las empresas a extenderse más allá de sus fronteras, buscando la disponibilidad de recursos para conformar una cadena de producción que les permita convertirse en negocios de alto rendimiento. En consecuencia, hoy más que nunca cobra relevancia el concepto de “aftercare,” termino de vital importancia dentro de las mejores prácticas en la atracción de inversión extranjera. El país debe llamar a sus inversionistas y escuchar directamente de estos, sin intermediarios, cuáles son sus necesidades para mantener una dinámica presencia en la economía dominicana. En estos tiempos de cambio debemos prestar más atención a las oportunidades que a las incertidumbres que el cambio genera.

 

 

 

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